viernes, 7 de mayo de 2010

Monjes de la Santa Cruz


Quiénes somos
Siguiendo la voz del Espíritu, un grupo de Hermanos, abrazamos en el corazó
n de la Iglesia y del mundo, el camino del seguimiento del Señor, según el ejemplo de la comunidad apostólica y la tradición primitiva de la vida monástica en las “Lauras”[1] de los desiertos de Palestina y Egipto de los siglos IV y V, como camino cotidiano de oración y vida en común.

Qué ofrecemos
De acuerdo con la índole de nuestra vida, en nuestro Monasterio ofrecerán hospitalidad a los que deseen compartir el silencio y la oración con la comunidad, y a los necesitados de ayuda y consejo. Acogeremos a nuestros hermanos en la oración y para la oración.
En nuestro Monasterio tendremos una especial atención en acoger a los hermanos que sufren, los marginados y olvidados. Estar en el Monasterio tiene que generar una conciencia de solidaridad con el que sufre, tiene que cultivar en el monje una conciencia de solidaridad con el prójimo. Por esto el Monasterio es Iglesia que se hace prójimo.

Cómo vivimos
Dos son los Objetivos que nos mueven.
  • Primero: Lo hemos dejado todo para alcanzar a Aquel que nos ha alcanzado[2].
  • Segundo: vivimos día y noche teniendo ante los ojos a Jesucristo crucificado[3].

Nuestro Libro de Vida y Comunión hunde sus raíces en las Sagradas Escrituras y en los Santos Padres. Nosotros queremos seguir como modelo la forma de vivir de los Santos Padres antiguos, en el desierto de Egipto y Palestina.
Tenemos un Libro de Vida, que es la relectura de los Santos Padres antiguos, particularmente, de las Reglas de nuestro Padre San Pacomio y de la experiencia de nuestro Padre San Antonio, buscando el encuentro entre la vida solitaria y comunitaria.



“Bendito sea nuestro Dios en todo Tiempo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos”.
Amén



Carta a los Monjes de la Santa Cruz
con la que el Padre del Monasterio introduce el Libro de Vida.


Queridos Hermanos:


La gracia y la paz de Dios nuestro Padre, el amor del corazón crucificado de Cristo y la fuerza del Espíritu Santo estén con Ustedes.
Hermanos, nosotros lo hemos dejado todo para alcanzar a quien ya nos ha alcanzado y de esa manera hacer crecer en nuestras vidas la semilla del bautismo, dando gloria y alabanza a la Trinidad Santa. Seguimos el camino de los Santos Padres que transfiguraron el mundo y sus propias vidas con la oración. Para que esto se desarrolle según el designio de Dios necesitamos de una reglamentación que nos ayude a vivir dignamente nuestra vocación.
Yo, indigno siervo del Señor y Padre del Monasterio les presento este compendio de Regla de San Pacomio y Libro de Vida y Comunión que expresan, el proyecto de vida de los Monjes de la Santa Cruz. Los creo inspirados por el Espíritu Santo al tiempo que hunden sus raíces en la Palabra de Dios y en la sabiduría de quienes fueron padres de monjes y en la tradición de la Santa Iglesia de Dios, nuestra Madre.
Dios nuestro Padre nos ofrece estos escritos como camino y medio de santificación, en ellos se expresa y se define el llamado al desierto de la Cruz, en el silencio y la soledad con Dios, opción que parte del corazón libre de los que elegidos por Dios, cotidianamente le decimos que s
í.
El Libro de Vida y Comunión nos hablan del espíritu de nuestra opción que tiene como anticipo y sustento la tradición de los Santos Padres, y trata de expresar, el llamado que Dios nos hace a seguirlo por el desierto del monacato.
Hermanos amados, mientras escribo esto, que recojo como a los frutos de mi experiencia orante y contemplativa, no puedo evitar sentir mi indignidad, limite y pecado, al mismo tiempo me siento inundado por la presencia del Santo Espíritu que me impulsa a compartirles este don de Dios.
Los invito a reflexionar de manera orante estos escritos, en los que se nos trazan las huellas de nuestro camino monástico, como forma de vida en el seguimiento del Señor por la senda de los consejos evangélicos, para que sea en nosotros experiencia viva que genere vida y frutos de santidad para gloria de Dios y edificación de la Iglesia.
“Dios es amor” (Cf. 1Jn 4, 8) y el monasterio tiene que ser morada del Espíritu Santo en donde los monjes, cada uno de nosotros, siguiendo a Cristo Crucificado, anhelemos y nos esforcemos por ser discípulos de éste amor. No somos maestros, en el monasterio que es escuela donde se aprende a vivir de y para sólo Dios, el único modelo que se transforma en maestro es Cristo Jesús quien nos lleva a un conocimiento profundo de nosotros mismos como espacio de conversión. La espiritualidad que nos enseñan los Santos Padres es una espiritualidad de lo profundo, desde el interior del corazón de cada uno de nosotros. Nos indican que hemos de iniciar por nosotros mismos y por nuestras pasiones. El camino hacia Dios, según los Santos Padres, está basado en el propio conocimiento. Evagrio Pontico lo formula así: “¿Quieres conocer a Dios? aprende antes a conocerte a ti mismo”. Este camino es necesario para no crearnos “un dios” a nuestra medida.
Caminar hacia Dios es caminar hacia el amor que engendra amor y nosotros sabemos que esto es posible, y con María la Madre de Dios aprendemos esto en la escuela de la Cruz. Sí, somos una comunidad que ora al pie de la Cruz junto a María la Madre y orando aprendemos la disciplina del amor y adquirimos la certeza de que en medio de la lucha de nuestra vida no estamos solos y estamos colmados de gozo y alegría, ya que Cristo está con nosotros. Es nuestro Maestro quien soporta todo el peso de la cruz, a nosotros nos deja una mínima parte, es Él quien lleva nuestros dolores.
Como Monjes de la Santa Cruz, estamos llamados a entregarnos libremente y por amor a Dios. “Nosotros podemos amar porque Él nos amó primero” (Cf. 1Jn 4, 19).
Con nuestra vida escondida en oración, silencio y soledad buscamos con gran dedicación la pureza del corazón abandonándonos en las manos del Padre Celeste, para poder ser monjes según su corazón. Viviendo en fidelidad nuestra vocación clamamos: “Que venga tu reino…” (Cf. Mt 6, 10), para “que todos sean uno, como el Padre y Cristo lo son” (Cf. Jn 12, 21).
En medio de nuestro mundo perturbado, nosotros, como Monjes de la Santa Cruz, como solitarios que vivimos juntos a la manera de compañeros de camino, damos testimonio de la supremacía de Dios, que es el Único que puede satisfacer nuestro deseo de verdad y de amor. Por esto busquemos sólo a Él en fidelidad a sus mandamientos.
Nuestra vocación de soledad y separación del mundo, de oración incesante y de penitencia en unión con Cristo participa de la conversión del Cuerpo de Cristo es decir de la Iglesia. Es por esto que en su Espíritu y por su Espíritu nosotros entramos en el desierto del Monasterio de los Monjes de la Santa Cruz con todo nuestro ser, y será en su gracia que podremos vivir plenamente nuestra vocación.
Oremos para que nuestro Monasterio sea un lugar de paz, amor y felicidad, donde el Dios de la esperanza, como dice San Pablo, nos colme de alegría y paz en la fe. (Cf. Rom 15, 13)
Pueda la Madre de Dios y Madre nuestra María Santísima, orante al pie de la Cruz, contemplativa en el Calvario, Reina de los Monjes de la Santa Cruz, interceder siempre por nosotros.
En la paz del Cristo en Cruz los bendigo de corazón.


P. Juan Bautista de la Santa Cruz, MSC


“Cuando sea levantado de la tierra
atraeré a mí a todos los hombres” (Jn 12, 32)


“Lo he dejado todo para alcanzar
a Aquel que me ha alcanzado” (Fil. 3, 12)





Monje

“No tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos buscando la futura” (Hb. 13, 14)

1. Introducción: Un libro de vida y Comunión
Nuestro Santo Padre Pacomio, ha escrito una regla
[4] para “cenobitas”, es decir monjes que viven juntos en una comunidad, indicando que el espíritu que mueve esto es el de compañeros de camino, para nosotros esto ilumina el espíritu de las “Lauras”[5]. Desde esta perspectiva podemos definirnos como solitarios que caminamos juntos, buscando alcanzar la gracia de ser “hombres de Dios” (anthopoi tou Theou) [6], es decir de alcanzar la divinización por la gracia y la misericordia del Altísimo.
Ciertamente Pacomio, no regula la vida de una comunidad mixta, es decir que contempla la vida de soledad eremítica y la vida de comunión fraterna. Sabemos que la RP, no es solamente un conjunto de prescripciones para la vida cotidiana de la koinonía, sino que es sobre todo un compendio de rica doctrina espiritual, fruto de cuanto Pacomio ha vivido, en relación con la tradición y con las Sagradas Escrituras.
Dos son los Objetivos que nos mueven en nuestra búsqueda de seguimiento del Señor. Primero: Lo hemos dejado todo para alcanzar a Aquel que nos ha alcanzado
[7]. Segundo: vivimos día y noche teniendo ante los ojos a Jesucristo crucificado[8].
Nuestro libro de vida y comunión hunde sus raíces en las Sagradas Escrituras y en los Santos Padre. Las Sagradas Escrituras son norma común de todos los cristianos, sea cual fuere la forma de vida que hayan elegido, y nuestro principal alimento y pedagogo.
Nosotros queremos seguir como modelo la forma de vivir de los Santos Padres antiguos, en el desierto de Egipto, Palestina y en Escete. Si bien en estos lugares vivían ermitaños completamente solos y casi sin ningún contacto con otras personas, el mayor número de monjes vivía en un monasterio con una regla y un Padre.
No obstante, determinante no era vivir juntos, sino caminar juntos, desde acá el nombre de “compañeros de viaje”, que recibía la comunidad. De hecho tenían en común el “camino del monacato” con sus medios de ascesis y de vida espiritual; y común era también la obediencia a los “Santos Padres” que con la palabra y con las obras habían precedido a estos “compañeros de camino”.
“Comienza por liberarte de todas las ataduras externas y después podrás atar tu corazón y alma a Dios. Es necesario tomar distancia de la materia y del mundo para poder unirse a Dios”
[9]
Un libro de vida, el nuestro, es la relectura de los Santos Padres Antiguos, particularmente, como ya lo hemos dicho de las Regla de nuestro Padre San Pacomio y la experiencia de nuestro Padre San Antonio, buscando el encuentro entre la vida solitaria y comunitaria.
De la organización de la Koinonia Pacomiana, en su estilo de vida de trabajo y litúrgica, en su organización interna que se diferencia de la vida netamente solitaria como la de nuestro Padre San Antonio. Nos iluminan la jerarquía de los trabajos, de las oraciones y de la relación de los monjes entre si y con el Padre del Monasterio. De las Reglas Pacomianas sacamos la fuerza espiritual que nos introduce y une a una tradición y en ella a la Iglesia.
Como hemos indicado, seguimos a los Santos Padres de las “Lauras”, tratando de reproducir una vida de Kellíon, encontrándonos en algunos momentos del día para orar y o trabajar juntos y el resto en la soledad de la ermita, del Kellión.
Nuestros Estatutos y este Libro de Vida y Comunión, no tienen la pretensión de fijar todo de una vez para siempre, pero quieren que la vida de los Santos Padres en toda su seriedad sea cercana, asequible, y al alcance del hombre de hoy.
Será la ocupación del Padre del Monasterio, como representante de toda la tradición, quien trasmitirá esta riqueza a sus hermanos. Para esto el mismo tiene que caminar por las pisadas de los Santos Padres, y con su vida ejemplar será una regla viviente. No podrá nunca pedir lo que no viva.
2. Monje: ¿Quién es monjes?
Es quien vive en un monasterio, nutriéndose del silencio y de la soledad, como espacios de encuentro: “El silencio es el misterio del siglo fututo”
[10]
Es aquel que noche y día está unido en diálogo con Dios y piensa sólo a las cosas de Dios.
Para San Macario el grande, monje es aquél que está orientado únicamente a las cosas de Dios, por lo cual está unificado interiormente y es llamado amigo de Dios.
Nosotros que vivimos esta tensión de soledad – comunión sabemos que estos dos aspectos de nuestra vida tienen en común buscar siempre la Voluntad de Dios. Común es la meta que hemos de alcanzar como común es igualmente la dificultad del camino a recorrer.
“Es bueno que el hombre sea dócil desde su juventud, que esté solo y silencioso”
[11].
En nuestros monasterios de la Santa Cruz intentamos llevar una “vida intermedia, mixta”, solitarios que vivimos juntos, cada uno en su Kellión.
De los Cenobitas asumimos el binomio Regla – Padre, en un número pequeños de hermanos, siete es el número ideal, a estos hermanos nosotros los llamamos monjes. Para esto nuestro Padre y modelo es San Pacomio.
De los Ermitaños, tomamos el Kellión, que será nuestro monasterio y el camino retirado del desierto, entendido como un lugar de soledad pero no de aislamiento total.
La soledad está destinada a custodiar el silencio y la paz. “La paz perfecta del silencio es madre de oración y espera”
[12], nuevamente Isaac el Sirio nos dice: “La boca del silencioso puede hablar de Dios, pero el que mucho habla se aleja de su creador”[13].
En nuestros monasterios – Kellión, vivirán una pequeña comunidad de “compañeros de viaje”, compuesta por no más de siete hermanos – monjes, pudiendo llegar a doce en vista a una fundación. Estos hermanos estarán animados por el mismo espíritu, siguiendo la misma Regla, que es la R. P., que viene completada con los Estatutos y éste Libro de Vida y Comunión. Todo esto bajo la guía de un Padre que nosotros llamamos Padre del Monasterio.
Cada monje vive en su Kellión, que le haces las veces de monasterio, en donde sirve a Dios con la oración y el trabajo. La presencia silenciosa de los hermanos, nos serán de gran ayuda y consuelo, y las necesidades de la comunidad nos darán la ocasión oportuna para servir a Dios en los hermanos. La soledad del monasterio y la pobreza comunitaria permitirá al Monje vivir en la simplicidad evangélica, confiando totalmente en la divina providencia.

Gracias por escucharnos, seguiremos compartiéndoles nuestra vida.

Los Monjes.

Notas:
[1] Lauras: colonia de solitarios, ermitaños, según la antigua terminología del desierto de Palestina y Egipto del siglo IV y V. Este término viene del griego y significa camino, estos caminos unían las celdas de los solitarios entre sí, alrededor de una iglesia y de los lugares y edificios comunes para la vida comunitaria.
[2] Cfr. Fil 3, 12.
[3] Cfr. Gal 8, 1.
[4] Regla de San Pacomio (RP).
[5] “Lauras” igual a camino. Ver articulo 1 del primer capitulo de los estatutos de los Monjes de la Santa Cruz.
[6] Es el apelativo que Atanasio da a su héroe Antonio. Para la teología de Atanasio la perfección Cristiana consiste en la divinización del hombre, según su célebre fórmula: “el Verbo de Dios se hizo hombre, para que aprendas de un pobre cómo el hombre puede hacerse Dios”. Cfr. Contra Arianos 3,19, PG 26, 361c.
[7] Cfr. Fil 3, 12.
[8] Cfr. Gal 8, 1.
[9] Cfr. Isaac el Sirio, sermón 4.
[10] Cfr. Isaac el Sirio epístola 3.
[11] Cfr. Lam 3, 27b – 28ª.
[12] Cfr. San Juan Clímaco, “Escala paraíso” 11, 3
[13] Cfr. Sermón 43, 1.