lunes, 29 de noviembre de 2010

EVAGRIO PÓNTICO: TRATADO PRÁCTICO

II PARTE

Sobre lo que ocurre durante el sueño

54. En las imaginaciones del sueño los demonios desatan una verdadera guerra contra la parte

concupiscible. Para ello se valen de imágenes que representan reuniones de amigos, banquetes de parientes, coros de mujeres y otros espectáculos generadores de placer. Si recibimos esas imágenes con gusto quiere decir que estamos enfermos y que la pasión es fuerte. En otras ocasiones turban la parte irascible y nos fuerzan a seguir caminos peligrosos, hacen aparecer hombres armados bestias venenosas o carnívoras, nos hacen experimentar el terror ante tales apariciones y la ilusión de que somos perseguidos por esas bestias y esos hombres. Por es vigilemos la parte irascible, para que invocando a Cristo durante nuestras vigilia nocturnas encontremos una ayuda en los remedios ya mencionados.

55. Si durante el sueño los movimientos naturales del cuerpo no están acompañados por imágenes, significa que el alma está, hasta cierto punto, en buena santidad. Pero si se forman imágenes quiere decir que existe una enfermedad. Si se trata de rostros indeterminados piensa que es signo de una antigua experiencia afectiva, pero si son determinados es porque la herida es reciente.

56. Las pruebas del dominio de sí las reconoceremos de día por los pensamientos de noche por los sueños. Al dominio de sí lo definimos como salud del alma. A su vez el alimento del alma es el conocimiento contemplativo que nos une con las potestades santas, porque la unión con los incorpóreos resulta de una disposición semejante.

Sobre el estado próximo al dominio de sí

57. Hay dos estados apacibles del alma: uno proviene de las energías naturales, el otro es el fruto de la retirada de los demonios. El primero está acompañado por la humildad, la compunción, las lágrimas, un deseo del infinito Dios y un celo sin medida por el trabajo. En el segundo, la vanagloria acompañada por el orgullo aprovecha la desaparición de los otros demonios para arrastrar al monje a la perdición. Sin embargo, quien observe las características del primer estado reconocerá rápidamente las incursiones de los demonios.

58. El demonio de la vanagloria se opone al demonio de la fornicación, y no es posible que los dos asalten el alma al mismo tiempo, porque uno promete honores y el otro es agente del deshonor. Por eso, si alguno de los dos se te aproxima y te aprisiona, suscita en tu interior los pensamientos del demonio contrario. Entonces serás capaz de sacar -como se suele decir- un clavo con otro clavo y podrás darte cuenta de las fronteras del dominio de sí. Porque tu voluntad tiene el poder de destruir por medio de pensamientos humanos los pensamientos del demonio. Pero resistir con humildad al pensamiento de la vanagloria y con continencia al pensamiento de la fornicación es signo de un muy profundo dominio de sí. Trata de aplicar el primer método a todos los demonios que se oponen entre sí. Al mismo tiempo, aprende a conocer hacia qué pasión estás más inclinado. Mientras te sea posible intenta conseguir de Dios el don de alejar los pensamientos de la segunda forma.

59. Cuanto más progresa el alma, más fuertes son los adversarios que le hacen la guerra. Porque yo no creo que sean siempre los mismos demonios los que se mantengan cerca de ella. Esto lo saben mejor que nadie quienes sufren las tentaciones más crueles y experimentan que el dominio de sí que poseen es el fruto alcanzado en el fragor de batallas sucesivas contra los demonios.

60. El dominio de sí perfecto se revela en el alma después de la victoria alcanzada sobre todos los demonios que se oponen a la vida ascética, Pero hay un dominio de sí imperfecto que está en relación con la fuerza del demonio que aún lucha contra el alma.

61. El espíritu no podrá avanzar ni realizar la feliz travesía que lo conduce a la región de los seres incorpóreos si antes no se ha purificado. Esto sucede porque la ansiedad causada en su interior lo obliga a retornar hacia las mismas cosas que había dejado atrás.

62. Las virtudes al igual que los vicios ciegan la inteligencia. Las primeras porque le impiden ver los vicios, los segundos porque le impiden ver las virtudes.

Ha de entenderse en su sentido más fuerte, es decir: aquel que accede al conocimiento que poseen los ángeles pasa de la condición humana a la angélica (SC 171, p. 632-633).

“Llegar a la región de los seres incorpóreos”, equivale a decir “a la contemplación espiritual” (SC 171, p. 642).

Cuando la inteligencia está sometida a los vicios no ve las virtudes y cuando ha alcanzado las virtudes está progresando en el dominio de sí, no ve los vicios y deviene insensible a todo lo que proviene del terreno de las pasiones (SC 171, p. 644).

Sobre los signos del dominio de sí

63. Cuando el espíritu comienza a orar sin distracción, entonces toda la lucha se entabla -tanto de noche como de día- en torno a la parte Irascible del alma.

64. Es una prueba del dominio de sí, que el espíritu comience a ver su propia luz, que permanezca tranquilo ante las visiones nocturnas y que permanezca sereno frente sereno frente a las preocupaciones de la vida.

65. El espíritu que está sano es aquel que en el tiempo de la oración no piensa en ninguna de las cosas de este mundo.

66. El espíritu que con la ayuda de Dios ha llevado a buen término la vida ascética y está cerca del conocimiento contemplativo no siente más -o al menos en muy escasa medida- la parte irracional del alma. En efecto, este conocimiento eleva a las alturas el espíritu y lo aparta de las cosas sensibles.

67. El alma que posee el dominio de sí es aquella que no sólo no se turba frente a los acontecimientos, sino que también permanece inconmovible frente a los recuerdos.

68. El perfecto no trabaja para permanecer en incontinencia, como tampoco trabaja para ser paciente el que ha alcanzado el dominio de sí, porque la paciencia es la virtud de aquel que aún está sometido a las pasiones, y la continencia es preocupación de quien todavía experimenta impulsos perturbadores.

69. Es una gran cosa rezar sin distracciones, pero es una cosa más grande aún salmodiar sin distracción.

70. Aquel hombre que ha establecido en sí mismo las virtudes y está totalmente identificado con ellas no se acuerda más de la ley, ni de lo mandamientos, ni del castigo, sino que hace y dice todo lo que le dicta el excelente estado en el que se encuentra.

Consideraciones prácticas

71. Los cantos de los demonios incitan nuestro deseo y sumergen el alma imaginaciones vergonzosas. Pero “los salmos, los himnos y los cánticos espirituales (Ef 5, 19) invitan al espíritu a recordar constantemente la virtud, aplacando nuestra ardiente cólera y apagando nuestros malos deseos.

72. Es un hecho el que los luchadores golpeen y sean golpeados en el combate. Ahora bien, si los demonios luchan contra nosotros, algunas veces ellos nos golpean a nosotros, y otras veces nosotros los golpearemos a ellos. “Yo los derribaré, he escrito, y no podrán levantarse” (Ps 17, 39). Y también: “Aquellos que me empujan y son mis enemigos, ved que a su vez han cedido y han caído” (Ps 26, 2).

73. El reposo está unido a la sabiduría y el trabajo a la prudencia. Porque no es posible adquirir la sabiduría sin combatir y no se puede llevar a buen término el combate sin la prudencia. A la prudencia se le ha confiado la misión de combatir contra la furia de los demonios, forzando las potencias del alma a obrar según naturaleza y preparar así el camino para la sabiduría.

74. La tentación es lo característico del monje, que suele ser tentado por pensamientos que obscurecen su inteligencia, y que nacen en la parte del alma en la que tiene su sede la pasión.

75. El pecado del monje es el consentimiento dado al placer prohibido que propone el pensamiento.

76. Los ángeles se alegran cuando el mal disminuye, los demonios cuando disminuye la virtud. Los primeros, en efecto, están al servicio de la misericordia y la caridad. Los demonios, en cambio, están al servicio de la cólera y el odio. Los primeros cuando se nos acercan nos colman con la contemplación espiritual. Mientras que los demonios al acercarse nos inspiran pensamientos vergonzosos.

77. Las virtudes no ponen fin a los asaltos de los demonios, pero nos mantienen indemnes.

78. La vida ascética es el método espiritual que purifica la parte del alma en que residen las pasiones.

79. La acción de los mandamientos no es suficiente para curar perfectamente las potencias del alma, debe ser completada con una actividad contemplativa apropiada para esas facultades del alma y que sea capaz de penetrar en el espíritu.

80. No es posible oponerse a todos los pensamientos que nos inspiran los ángeles, pero sí es posible resistir a todos los pensamientos que nos sugieren los demonios. Los primeros pensamientos son seguidos de un estado apacible, los segundos de un estado de turbulencia de nuestra inteligencia.

8l. La caridad es hija del dominio de sí, el dominio de sí es la flor de la ascesis; la ascesis se apoya en la observancia de los mandamientos. El guardián de estos mandamientos es el temor de Dios, que es el resultado de la fe recta, y la fe es un bien interior que existe naturalmente aun en aquellos que no creen en Díos.

82. Del mismo modo que el alma cuando actúa a través del cuerpo puede percibir qué miembros están enfermos, el espíritu al ejercer su actividad propia aprende a conocer sus potencias y puede descubrir los impedimentos que obstaculizan su libertad.

83. Mientras el espíritu está en guerra contra las pasiones no puede contemplar las razones profundas de la guerra, porque se asemeja al que combate en la obscuridad de la noche; pero cuando haya adquirido el dominio de sí reconocerá fácilmente las maniobras de los demonios (cf. Ef 6, 1 l).

El fin de la vida ascética es la caridad, el del conocimiento contemplativo, la teología. El principio de la primera es la fe, el de éste es la contemplación de la naturaleza. Los demonios que atacan la parte del alma en que residen las pasiones habitualmente se dice que se oponen a la vida ascética; mientras que a los que acosan la parte racional del alma se los llama enemigos de toda verdad y adversarios de la contemplación.

85. Los medios con los que se purifica el cuerpo no permanecen en el cuerpo del paciente una vez concluida la purificación. En cambio las virtudes purifican el alma y permanecen en el hombre que ha sido purificado.

86. El alma razonable obra según la naturaleza cuando su parte concupiscible tiende hacia la virtud, su parte irascible lucha por obtenerla y su parte racional se aplica a la contemplación de los seres creados.


Para Evagrio, como para Clemente de Alejandría, la fe consiste fundamentalmente en creer que Dios es. Si se cree que Dios existe se lo teme, si se lo teme se observan sus mandamientos, que es lo que hace quien practica la vida ascética que conduce al dominio de sí, fuente de la caridad (SC 171, p. 671).

Para Evagrio, al igual que para muchos de los Padres griegos, la virtud es la actividad conforme a la naturaleza. Por tanto, aquel que progresa en la vida ascética disminuye la fuerza de la pasión; el que progresa en la contemplación disminuye su ignorancia. Algún día las pasiones serán destruidas por completo.

87. Las cosas, según como se las use, son buenas o malas, y producen vicios si se las usa mal y virtudes si se las utiliza bien. Y la prudencia es la virtud que emplea estas cosas para lo uno o lo otro.

88. Es un hecho que el alma razonable es tripartita, según la enseñanza de nuestro sabio maestro. Por eso cuando la virtud se encuentra en la parte racional del alma se la llama prudencia, entendimiento y sabiduría. Cuando está en la parte concupiscible se la llama temperancia, caridad y continencia. Cuando está en la parte irascible se la llama coraje y perseverancia. Y cuando está en toda el alma, justicia. El papel de la prudencia es dirigir los combates contra las potencias enemigas, protegiendo las virtudes, organizando defensas contra los vicios y determinando lo que, en ciertas circunstancias, puede ser neutro. La función del entendimiento es organizar armoniosamente todo aquello que contribuye a alcanzar nuestra meta. El papel de la sabiduría es dirigir la contemplación de los seres corporales e incorpóreos. El de la temperancia es observar, libre de toda pasión, los objetos que en nosotros provocan imágenes contrarias a la razón. El de la caridad es comportarse frente a toda imagen de Dios del mismo modo que frente al Modelo, aun cuando los demonios intenten deshonrar esa imagen. El de la abstinencia es desechar con alegría todos los placeres del paladar. No temer a los enemigos y mantenerse valientemente firme frente a los peligros es tarea de la perseverancia y del coraje.

89. En cuanto a la justicia, su función es crear una suerte de armonización entre las diversas partes del alma.

90. E1 fruto de las siembras son las gavillas, el de las virtudes, el conocimiento. Y así como los trabajos de la siembra se realizan entre lágrimas, los de la cosecha se llevan a cabo en la alegría (cf. Ps 125 5-6).


Dichos de santos monjes

91. Es necesario examinar cuidadosamente los caminos (cf. Jer 6, 16) de lo monjes que en los primeros tiempos han transitado por las sendas del bien, par seguir nosotros también sus pasos. Podemos encontrar muchos dichos y hechos excelentes dejados en herencia por los santos Padres. Entre otros se encuentra éste que ha pronunciado uno de ellos: “Un régimen frugal y regular unido a la caridad conduce al monje rápidamente al puerto del dominio de sí”. Este mismo monje libró a un hermano de las visiones que lo atormentaban por la noche, ordenándole unir al ayuno el servicio de los enfermos. “Porque no hay nada -decía él- como la misericordia para extinguir las aflicciones de este tipo”.

92. Uno de los sabios de aquel tiempo fue a ver al justo Antonio y le preguntó: “¿Cómo puedes vivir ¡oh padre! privado del consuelo de los libros?”. Antonio respondió: “Mi libro ¡oh filósofo! es la naturaleza, siempre a mi alcance cuando quiero leer las palabras de Dios”.

La ignorancia que se opone a la contemplación de los seres creados tiene término, -pero por el contrario la contemplación de Dios es ilimitada y, en consecuencia, a ella se opone la ignorancia sin límites (SC 171, p. 678).

93. El “vaso de elección” (Hech 9, 15) que era el anciano egipcio Macario me preguntó: “¿Por qué al recordar las injurias de los hombres contra nosotros destruimos la facultad de recordar la propia de nuestra alma, mientras que al recordar esas injurias de parte de los demonios permanecemos indemnes?”. Como me encontraba en apuros para responderle preferí preguntarle cuál era la razón: “Es, dijo, porque en el primer caso se obra contra la naturaleza de la parte irascible, mientras que en el segundo se actúa en conformidad con su naturaleza”.

94. Fui a visitar, en pleno mediodía, al santo Padre Macario y, consumido por la sed, le pedí un poco de agua para beber. “Confórmate con la sombra, me dijo él, porque hay muchos que en este mismo momento hacen un viaje por tierra o por mar y no tienen ni eso”. Después como yo discurría con él sobre la temperancia me dijo: “Coraje, hijo mío; durante veinte años enteros no he tomado a mi gusto ni pan, ni agua, ni sueño. Pesaba el pan que comía, medía el agua que bebía y dormitaba un poco apoyándome contra una pared”.

95. Se le comunicó a un monje la muerte de su padre; se dio vuelta para mirar al que le había traído la noticia y le dijo: “Cesa ya de blasfemar, mi Padre es inmortal”. Un hermano le preguntó a uno de los ancianos si le estaba permitido comer con su madre y sus hermanas cuando las fuera a visitar. El anciano le respondió: “No comerás con una mujer”.

97. Un hermano poseía solamente su evangelio. Lo vendió y entregó su precio para alimentar a los hambrientos pronunciando esta sentencia memorable: “He vendido el mismo libro que me ordenaba: ‘Vende lo que posees y dalo a los pobres’” (Mt 19, 21).

99. Otro de los monjes ha dicho: “Para cercenar los placeres tengo esta razón: quitarle todo pretexto de crecimiento a la parte irascible. Sé, en efecto, que ésta siempre combate para alcanzar los placeres, turba mi inteligencia y me conduce lejos del conocimiento contemplativo”. Uno de los ancianos decía que la caridad no sabe almacenar reservas de alimentos ni de dinero. El mismo también afirmaba: “No tengo conciencia de haber sido engañado por los demonios dos veces en la misma materia”.

100. No es posible amar igualmente a todos los hermanos, pero es posible obrar sin pasión en nuestras relaciones con todos, esto es: actuar exentos de resentimientos y odio. A los sacerdotes es necesario amarlos por el Señor, porque ellos nos purifican por medio de los santos misterios y rezan por nosotros. En cuanto a los ancianos, hay que honrarlos como a los ángeles. Son ellos, en efecto, quienes nos ungen para los combates y nos curan las heridas que nos causan los animales salvajes.

“Esta expresión sólo puede convenir a un monje que a más de ser un asceta eminente se distinga por su ciencia espiritual. Es posible que se trate de Dídimo el Ciego, que moraba en una isla próxima a Alejandría y que murió en el año 398. Sabemos que Evagrio iba en ciertas ocasiones a Alejandría, y no sería desatinado suponer que haya mantenido relaciones personales con Dídimo, con el que tenía muchas ideas en común (SC 171, p. 707-708).

EPÍLOGO

Por el momento, querido hermano Anatolio, esto es todo lo que tenía que decirte sobre la vida ascética. Es todo lo que, en virtud de la gracia del Espíritu Santo, hemos podido recoger entre las cepas de nuestros racimos que van madurando (cf. ls 5, 1-6). Pero cuando brille el “Sol de Justicia” (Mal 3, 20) sobre nosotros, en su cenit, y los racimos estén maduros, entonces beberemos el vino que “alegra el corazón del hombre” (Ps 103, 15). Y ello será posible gracias a las oraciones e intercesiones del justo Gregorio que me ha plantado, y de los santos Padres que me han regado, por el poder de Cristo Jesús nuestro Señor que me ha dado el crecimiento (cf. 1 Cor 3, 6-7), a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Equipo de redacción: "En el Desierto"