miércoles, 5 de mayo de 2010

Características y organización de los monasterios pacomianos femeninos:
Los monasterios parecían pueblitos, ya que las monjas vivían en celdas indepenedentes pero formando una sola aldea cada tres o cuatro conjuntos de celdas. Así la iglesia tenía diferentes edificios alrededor, agrupando a treinta o cuarenta monjas. Ellas tenían la costumbre de dormir en sillas bajas con la espalda muy inclinada, no en camas. En cambio el trabajo, las comidas y la oración, lo hacían en común. El silencio era riguroso, con el fin de mantener todo el día la oración del corazón repitiendo frases de la Escritura. Se levantaban a las dos de la madrugada, para empezar la oración. Las comidas consistían en pan, quesos, hortalizas, frutas y leche. Hacían dos comidas al día. Cada monja tenía destinada una letra del alfabeto para identificarse. La letra "yot" (la "y") la guardaban para las más humildes. Según las habilidades, se las destinaba a hilar, coser, hacer cestos o sandalias ... El trabajo se hacía dentro del cercado del monasterio. Las murallas no sólo salvaguardaban la soledad, sino los asaltos de bandas armadas, propios de los siglos V-IX.
La clausura es propia de los monasterios pacominanos, pero algunas veces salían para pasar días orando en la soledad del desierto. Sólo celebraban la Eucaristía los domingos, mientras que rezaban el Oficio por la mañana, mediodía y atardecer, y a media noche hacían la gran "sinaxi" de las vigílias. Recitaban los 150 salmos en un solo día.
A los monasterios pacomianos, debemos no sólo la vida cenobítica (en común), sino la institución de los ritos de la "vestición" “toma de hábito”. Los ascetas de los siglos II-III, hombres y mujeres, no se distinguían por su forma de vestir. El velo que hacia el año 200, el obispo imponía a las monjas, era el mismo que llevaban las mujeres. La única distinción era la pobreza del vestido. Decían los Padres que la vestimenta de un monje tenía que poder estar tres días delante de la puerta, sin que ningún pobre se lo llevara.
Dionísio Areopagita ya habla de tres momentos en la vida monástica femenina: La renuncia al mundo. El corte del pelo. Y la vestición, que consistía en cambiar sus vestidos, por unos de más viejos y ordinarios, propios de los que seguían la vida monástica.
Las monjas pacomianes llevaban una capucha (kukol) que escondía la cabeza rapada, una túnica (kalovi), y encima una capa (mafori). Las postulantes eran admitidas desde los 16 o 18 años. A los primeros tiempos la profesión era aceptada por los obispos. En esta época tan floreciente del monaquismo de Egipto (sIV), monjes y monjas tenían las mismas Reglas.
Hay autores como Rufíno de Aquileia o Paladio, que hablan de haber encontrado en Oxirinco a unas 20.000 monjas. Lo cierto es que, en el s. V, el monacato femenino egipcio se extendió mucho. Alejandría quedó rodeada de monasterios con miles de monjes y monjas, a veces venidos del extranjero, atraídos por la fama de la vida monástica.
Nitria tuvo unos 5.000 anacoretas de los dos sexos. Escete 3.000 monjes y monjas, y en las Celdas vivían uno 600 ermitaños y ermitañas. Algunos historiadores aseguran que en el s. V los monjes y monjas de Egipto llegaron a los 500.000. Es que el alma egipcia era muy inclinada a la meditación y a pensar en el más allá. Lo demuestran sus pirámides, y los embalsamamientos.
S. Cirilo de Alejandría fue el último escritor griego, de esta época. Después, la ruptura con la filosofía griega empobreció mucho el monaquismo copto, a pesar de que en nuestros días hay un cierto resurgimiento promovido por el Abbá Matta el Meskín.



Shenute y las Monjas pacomianas:
Hace falta tener en cuenta la obra de Shenute entre las monjas (hacia 334-434). Shenute tomó las riendas del monasterio de Atripe de unas mil monjas, de inspiración pacomiana, y lo hizo independiente. Él fue un monje enérgico, pero con poco tacto. Introdujo una promesa de obediencia, pero debida a él, no a Dios, con el fin de obligar a las monjas a permanecer bajo su dirección. Éste fue el primer paso hacia la Profesión Monástica en la historia del monaquismo. Hizo muy rigurosas las normas de la clausura y del silencio, igual que las otras observancias monásticas. Eso hizo que los monasterios de Shenute no prosperaran a lo largo de los siglos, a pesar de haber dado un fuerte impulso al monacato femenino.
Amma Isidora: Vivió al 365 entre las monjas pacomianas. Su fiesta es el día 1 de mayo. Su vida es muy particular. Deseosa de humillaciones fingió estar loca (el tema de los "locos de Cristo" es muy corriente entre el monaquismo antiguo), y sus hermanas se lo creyeron. Iba siempre descalza, con la cabeza tapada, y se alimentaba de las sobras de la comida que daban a las otras. Nunca tuvo un gesto de impaciencia, ni hirió a nadie, ni murmuró, a pesar de ser muy incomprendida y maltratada, incluso con golpes. Decían las monjas que "era como un cordero llevado continuament al matadero".Se dice que un día, mientras el venerable Pitero (un anacoreta que vivía en Porfiles cerca del Mar Rojo) estaba en oración, se le apareció un ángel que le dijo: ¿por qué tienes vanidad de tu virtud? Ve al monasterio de Tabennesis y verás a una mujer, con un trapo a la cabeza, que es más virtuosa que tú. Pitero fue al monasterio, y todas las monjas salieron para ver a aquel monje que tenía tanta fama de santidad. Al notar que faltaba ella, Pitero la pidió, pero las monjas dijeron que estaba loca, a pesar de eso, ante la insistencia de Pitero, la fueron a buscar.
La tuvieron que forzar mucho, porque ella se negaba. Al verla, el anciano le pidió la bendición. Entonces ella se arrodilló para que fuera él quien la bendijera. Las monjas le avisaron que estaba loca, pero él les contestó: "vosotras y yo sí que somos locos, pero ella es una verdadera Amma, y yo pido a Dios que el día del juicio sea encontrado tan digno como ella". Entonces a las monjas se les abrieron los ojos del corazón, y le pidieron perdón por como la habían tratado.
Después Isidora, no pudiendo
soportar las alabanzas, una noche se escapó hacia el desierto, sin que nunca nadie supiera nada más de ella.

Amma Talida: Fue abadesa del célebre monasterio de Antinol, donde acogió a muchas chicas de la nobleza egipcia. Decía: "la mejor plegaria es la comunión con Cristo, y querer hacer en todo su voluntad".
Para Pacomio, Basilio, Jeronimo y muchos otros, lo normal del monacato es la vida cenobítica, y cuando los monjes demuestran ya una virtud probada, pueden pasar a la vida anacorética, mucho más fácil de ser engañosa. De hecho S. Juan Clímaco fue a la soledad después de 19 años de vida cenobítica.
El cenobitismo era llamado "compromiso" y la reclusión anacorética, dentro o fuera del monasterio, era el "matrimonio". Los dos estados tenían dos profesiones. La primera con el "pequeño hábito" y la segunda con el "gran hábito" (sXV-XVI). Dice el antiguo ritual: "que este día TRANSFIGURE tu vida a fin de que te acerques a Dios purificado".
Ambiente Monástico del Nilo: Según Póstumo, amigo de Sulpicio Severo, la ciudad de Cánope dentro de una isla del Nilo, era un lugar famoso de idolatría que Teodosio destruyó haciendo allí un centro monástico.
En general entre los Abbas y las Ammas no había ningún tipo de segregación, sino mucho respeto. Paladio dice en la historia Lausíaca que "el recuerdo de las Ammas, poseídas por el espíritu de Dios y luchando con esfuerzo, era un ejemplo para todos."También la Tebaida, a unos 70 Km del Cairo actual, era un gran centro monástico de atracción de peregrinos.
En el 320 Pacomio fue el principal impulsor del movimiento monástico. En vida de él se fundaron 9 monasterios cenobíticos. Uno de ellos tenía 600 monjes. Y para celebrar la Pascua se reunían 2.000 monjes.
Dicen el Padres armenios que las mujeres, con su sentido del deber y su sabiduría, han sido beneficiosas para los monjes. La intuición y delicadeza femenina, les ayudó a avanzar por el camino de la bondad.
AMMAS MENORES
Se dicen "menores" porque de muchas de ellas nos ha llegado poca información. A pesar de todo, sabemos que algunas fueron "didáscalos" o guías espirituales, y también diaconisas. Al principio algunas vivían la consagración en su casa. Con todo Paladio habla de 12 monasterios femeninos en la Tebaida.
Fuera de Egipto, entre las mujeres que llevaban una vida retirada en su casa, encontramos la venerable y distinguida Hosia, además de Basianilla, mujer de un comandante del ejército de Siria. Y en Antioquía, la diaconisa Sabiniana tía de Juan Crisósotomo.
Paladio también habla de Juliana de Cesarea, que hospedó Orígenes durante 2 años.

AmmaTalis: Se dice de Amma Talis que había conseguido "la apatheia", o sea la paz inalterable del espíritu. Cuándo ya llevaba 80 años de ascetismo, vivían con ella casi un centenar de jóvenes. Tuvo una discípula de nombre Taor, que permaneció durante 30 años recluida en el monasterio.
Acostumbraba a decir Amma Talis: "Todo lo que pasa de la medida justa es malo. La perfección se encuentra en la humildad y el silencio. No quieras adquirir la paciencia abusando de la virtud de otro. La severidad, la intransigencia y la dureza no cambian el prójimo, ya que no es con el demonio que se sacan los demonios".
Amma Alejandra: Nacida el 350, es una antigua sirvienta de una familia rica. Según Dídimo "el ciego", ella abandonó Alejandría a causa de su belleza, y se fue a vivir cerca de unos sepulcros que había al desierto.
Melània a la vieja la visitó en el 370. Fue una verdadera Amma, dando consejos a todos los que la visitaban. Pasados 10 años, al irla a visitar Dídimo, junto con unos discípulos, la encontraron muerta. Decía Amma Alejandra: "Sólo Dios sabe lo que es bueno. Para mantener la alegría, hay que vivir esperando la muerte, con confianza"
Amma Bassa de Palestina: Habla de ella Cirilo de Escitópolis en la vida de Eutimio, el maestro más venerado de las lauras palestinas. Bassa fue una abadesa muy pía de un monasterio de monjas que fundó cerca de Jerusalén. También fundó un monasterio de monjes.
La emperatriz Pulquéria, hermana de Teodosio, procuró la instrucción de estos monasterios, a fin de que no cayeran en el arrianismo, o el nestorianismo. La emperatriz actuaba aconsejada por S. Cirilo de Jerusalén.
La sabiduría y santidad de la abadesa Bassa era comparada a la de Eutimio.

AMMAS ANACORETAS
Mientras los hombres anacoretas fueron dados a los extremismos ascéticos, las mujeres se mantuvieron más prudentes. Hoy, acostumbrados a unas comodidades bastante sofisticadas, propias de la sociedad del consumo, nos resulta casi incomprensible la forma de vivir de estos hombres y mujeres, pero en el ambiente de los anacoretas de Egipto, ellas resultan más juiciosas que ellos.
Amma Domnina de Siria: Era hija de Antioquía (Síria), de una familia rica. En el jardín de casa suya se hizo una pequeña cabaña, donde vivió dedicada a la penitencia y a la contemplación. Teodoreto de Ciro la visitaba a menudo. Iba vestida con una túnica de piel de cabra que la cubría totalmente, de manera que nadie le veía la cara. Era severa con ella misma, pero muy comprensiva con los demás. Se celebra su fiesta el 5 de enero.
En sus exhortaciones decía: "En la oración tenemos que hacer como Moisés que entra en la nube para hablar sólo con Dios y después sale y habla al pueblo de parte de Dios". Decía también Amma Domnina con una confianza ilimitada: "Cuando cerremos los ojos a las cosas creadas, los abriremos para contemplar las maravillas de Dios".
Ammas Mapana y Cira de Berea: Hablando de Mapana, Teodoreto dice que hubo mujeres que no sólo igualaron a los grandes personajes masculinos, sino que los sobrepasaron. Mapana y Cira nacieron en Berea, donde había una de las iglesias fundadas por San Pablo, y eran de familia ilustre. Al hacerse mayores, se amurallaron totalmente en una pequeña habitación sin tejado, dejando sólo una ventana para recibir el alimento. Así, a la intemperie, a merced del sol o la lluvia, vivieron como las plantas silvestres. Cubrían su cuerpo con una túnica. Teodoreto las conoció cuando ya hacía cuarenta y dos años que vivían allí, y aseguró que su virtud rebasaba la de los hombres. Sólo salieron una sola vez de su cercado, para ir a pie en peregrinación hasta Jerusalén, pasando también por Seleucia para venerar la tumba de S. Tecla. Murieron hacia el 440. La iglesia oriental celebra la fiesta de las dos, el día 3 de agosto. Nos han dejado una gran estima por la austeridad, unida a la dulzura del espíritu. Decían: "Guarda silencio y oirás la voz de Dios. Si dices lo que conviene y cuándo conviene, no podrás escuchar lo que no conviene". Ellas llevaban unas cadenas de hierro enrollando su cuerpo, y las consideraban el signo con que fácilmente nos atamos al orgullo. Y decían: "Jesús las romperá en nuestro último día".



Amma Eufrasia de Constantinopla: Nació en Constantinopla, en el s. IV. Era hija del gobernador de Lícia. Cuando tenía siete años, murió su padre. Entonces fue con su madre a Egipto para visitar los monasterios, y la niña se quiso quedar. Pasados cinco años, murió su madre. Entonces ella dio todo lo que le correspondía, a los pobres. Pronto la gente acudió a ella para pedirle consejo, a pesar de su juventud, y Dios le concedió el don de hacer milagros. Murió cuando tenía 30 años.


LAS AMMAS DIACONISASAunque el monacato y el diaconado femenino son fenómenos diferentes, en tiempos antiguos, antes de que el diaconado femenino quedara abolido, la mayoría de diaconisas eran monjas.
Hasta el final del s. XII, la superiora de un monasterio, dentro de la tradición siríaca, era diaconisa y podía presidir el Oficio litúrgico comunitario. Para hacer este servicio recibía la bendición del obispo, igual que hoy la reciben las abadesas el día de su "bendición abacial".
En el sínodo del Líbano de 1888, finalmente los obispos dan por acabada la tradición antioquena de las diaconisas, que desde tiempo había caído en desuso.
Los armenios gregorianos han mantenido a las diaconisas hasta 1915. En el archivo fotográfico del Patriarcado Armenio de Jerusalén hay fotografías de diaconisas, de 1898, vestidas con dalmática, estola, y con un largo velo blanco.
Entre los bizantinos las diaconisas duraron hasta el sXIV.
La Diaconisa Olímpa de Constantinopla: Poco después de la muerte de San Basilio (384) el monaquismo floreció en Bizanzio con el abad Isaac, de manera que en la capital hubo ochenta monasterios donde se educaban los príncipes del imperio. Al lado de los monasterios de monjes, también abundan los de monjas que se unieron a los círculos de diaconisas, muy florecientes en la capital. Luego de fundados los primeros monasterios por el abad Isaac, hubo en la capital una boda ostentosa. La novia se llamaba Olímpia, y tenía 16 años. Huérfana de padres, fue educada por su tío Procopio, amigo íntimo de San Gregorio Nazianceno. El novio era Nebridio, prefecto de Constantinopla, que murió un año después. Entonces ella dio libertad a los esclavos de su casa y repartió sus innumerables bienes entre los pobres, aconsejada por S. Juan Crisóstomo. La generosidad de Sta. Olímpia ha sido considerada uno de las más excepcionales entre las comunidades eclesiales de Siria, Turquía y Grecia. Dio su casa, que era una de las más bonitas de Constantinopla, para hacer una basílica cerca de la de S. Sofía, que todavía hoy se llama "la casa de Olímpia".
Necratio, patriarca de Constantinopla (381-397) consagró a Olímpia como diaconisa de esta iglesia, a los 25 años. Necratio seguía fielmente los consejos de Olímpia. Ésta estima todavía aumentó con el siguiente patriarca: S. Juan Crisóstomo, que la hizo administradora de la beneficencia de la iglesia. Olímpia era para él una hija espiritual, una hermana confidente, y una madre que cuidaba con ternura.
En 404, junto con otras diaconisas, recibió de él la última bendición, antes que él marchase al destierro, dónde murió. Desde allí, y para su consuelo, le escribió catorce cartas que son un verdadero tratado sobre cómo se debe aceptar el dolor. Después también ella fue difamada y desterrada. Murió a los cuarenta años en Nicomedia.
Sabemos que ella fundó un gran monasterio del que fue abadesa, y que llegó a tener doscientas cincuenta monjas, además de cuatro diaconisas. Después de su muerte, Olímpia fue considerada entre los "confesores", ya que sufrió muchas persecuciones con una caridad sin límites.
Además de S. Juan Crisóstomo, fue consejera de muchos otros obispos, entre ellos de su primo S. Gregorio Nacianceno, y de los hermanos: Basilio, Macrina y Gregorio de Nisa.
La sucedió como abadesa la diaconesa Marina. Aunque el monacato y el diaconato femenino son fenómenos diferentes, en tiempos antiguos, antes de que el diaconato femenino quedara abolido, la mayoría de diaconisas eran monjas.

LAS PECADORAS ARREPENTIDAS
Amma Taís: nace en el 290, en Alejandría, y se vuelve una prostituta de oficio. En aquel momento esta profesión era muy divulgada, sobre todo en las grandes capitales como Roma, Corinto, Alejandría, Bizancio, Antioquía o Cartago. Taís era tan bonita que muchos para tenerla vendían su fortuna, y entre sus amantes a menudo se tiraba sangre. Cuando Pafnufio lo supo, la fue a encontrar, y le dio una moneda de oro. Ella lo hizo entrar en su casa. Pafnufio le pidió si no tenía una cámara más interior, y ella le respondió que sí, que tenía una más oculta. Entonces él le advirtió que no había nadie que nos pudiera esconder a los ojos de Dios. Y le dijo que pensara que ella sería castigada por el hecho de saber que por causa suya tantos otros serían condenados. Entonces ella salió a la plaza pública donde quemó todo el fruto de sus pecados y siguió Pafnufio que la cerró en una celda, en el interior de un monasterio de vírgenes, recomendándole que, de cara al oriente, rogara a Dios diciendo: "Tú que me has creado, ten piedad de mí". Al cabo de tres años Pafnufio fue a encontrar a Antonio para que le dijera si creía que Taís ya había sido perdonada. San Antonio reunió a todos los ermitaños para discernirlo. Mientras rogaban, Abba Pablo vio una estancia preciosa, guardada por tres vírgenes, y creyó que era la recompensa que tendría Abba Antonio, pero oyó una voz que le decía que aquella estancia estaba preparada para Taís, la prostituta. Entonces Pafnufio sacó Taís de la reclusión, pero ella sólo vivió 15 días fuera, y murió.
Amma María Egipciaca: a menudo se confunde con María Magdalena. Sofronio, obispo de Jerusalén, escribió la vida de María Egipciaca, que fue traducida por Pablo, diácono de Niápolis. Zózimo era un monje bueno que vivía en Palestina. Un día, mientras estaba rogando, Dios le dijo que fuese al río Jordán, que había una comunidad muy perfecta. Y él se juntó a ellos. Durante una cuaresma, Zózimo, como los otros monjes, se adentró en el desierto para hacer penitencia, donde encontró a una mujer desnuda que se escondía. Ella le pidió que la cubriera con su manto, y entonces se pidieron mutuamente la bendición. Después que ella bendijera Zózimo, él le pidió insistentemente que le explicara su vida. Y ella accedió. Egipcia de nacimiento, a los 12 años se dio a la prostitución en Alejandría. Durante 17 años vivió desenfrenadamente. Pero un día se encontró con un grupo que iba hacia Jerusalén, y se agregó a ellos. Al llegar el día de la Exaltación de la Santa Cruz, mientras hacía la visita al Santo Sepulcro con los otros peregrinos, oyó que ella era expulsada. Después de rogar a la Madre de Dios, y prometer no volver a pecar, pudo entrar. Habiendo besado el suelo, pidió a la Madre de Dios que la guiara y Ella le dijo: "atraviesa al Jordán y encontrarás paz". Ahora hacía cuarenta y siete años que estaba en el desierto. Durante diecisiete años soportó muchas tentaciones. Luego, al haberse hecho viejo su vestido, continuó desnuda y sola, su vida de penitente, soportando a la vez que las inclemencias del tiempo. Antes de separarse, Maria prometió a Zózimo que volverían a verse al cabo de un año. Al volver Zózimo el año siguiente, la encontró muerta, y él la enterró. Al retornar al monasterio, Zózimo lo explicó todo a su comunidad. Así la historia de S. María la Egipciaca corrió de voz en voz, hasta el día en que Sofronio, obispo de Jerusalén, la escribió.

Amma María Siríaca: es sobrina de Abraham el ermitaño, y fue S. Efrem (s. IV) quien escribió su vida. María quedó huérfana a los siete años, permaneciendo bajo la tutela de su tío, Abraham, que era ermitaño. Ella siguió la vida del tío durante veinte años, pero después el demonio la tentó, y ella, después de pecar con un monje, se fue a la ciudad para darse a una vida libertina. Su tío la lloró durante dos años. Después, informado de dónde ella estaba, se fue a buscarla. Él fue disfrazado, de manera que ella no lo reconoció. Entraron en una habitación para dormir juntos, y en aquel momento él se sacó el disfraz y le advirtió que el día del juicio, Dios le cargaría todos aquellos pecados. Ella volvió con él a la celda, y después de tres años de sincera penitencia, Dios le concedió el don de hacer milagros. Paladio explica que Dios un día dijo a un solitario, hablando de una prostituta arrepentida: "esta mujer me ha sido más placentera en la penitencia que otras en su virginidad".

Amma Paísa: habiendo quedado huérfana y con mucha fortuna, se dedicó a la plegaria y a la caridad. Pero al cabo de un tiempo cayó en el vicio. Juan "el enano", monje de escete, la fue a buscar y ella lo siguió. Aquella noche Paísa murió y Juan oyó una voz interior que le decía: "su penitencia de una hora, llena de amor, me ha sido más placentera que la de aquéllos que la hacen durante toda la vida, pero sin estimar".

Amma Pelagia: era una danzarina de Siria, en una época en que se vivía una gran religiosidad, pero también una gran permisividad a la que ella se entregó. En el 453, el obispo Nonus de Antioquía convocó una concilio provincial. El Santo obispo predicaba cuándo Pelagia pasó con un grupo de jóvenes libidinosas. Entonces el obispo exhortó a los cristianos a esforzarse por el Reino, mucho más de lo que aquellas jóvenes se sacrificaban para contentar el mundo. Pelagia reaccionó por la predicación de Nonus y el Santo obispo la bautizó. Al cabo de ocho días, al sacarse la túnica blanca, se puso los pantalones del obispo, y se fue hacia Jerusalén, a la montaña de los Olivos. Allí todo el mundo hablaba de la santidad del monje Pelagio. Cuando la fue a visitar al secretario del obispo Nonus de Antioquía, ella acababa de morir. Al amortajarla descubrieron que era una mujer.

Amma Eudoxia o la de detrás de las prostitutas: santa Eudoxia quería que su vida fuera presentada siempre en el último lugar, por considerarse la más pecadora. A finales del s. II, Eudòxia, que era samaritana, se fue a vivir a Heliópolis. Sus escándalos sobrepasaban los de muchas otras prostitutas. Un monje del desierto, llamado Hermano, se hospedó cerca de la casa de Eudòxia. Por la noche se puso a rezar en voz alta, sobre la dicha de los elegidos, y la reprobación de los pecadores. Por la mañana ella le pidió que le explicara más cosas de aquello que había oído que decía por la noche. Entonces ella se hizo bautizar y vivió siete días en ayuno y penitencia. El explicó que al septimo día ella vio una luz brillante que la atraía hacia el cielo, para disfrutar de la alegría de todos los bienaventurados. Entonces dio todos sus bienes a los pobres y vivió en una gran penitencia. Estando en el desierto se le presentó un admirador, pidiéndole, con engaño, consejos espirituales. Pero Eudoxia lo convirtió. Después de haber hecho muchos milagros, fue degollada en la persecución de Aureliano.

LAS MONJAS DISFRAZADAS DE MONJES
La mayoría de historias han sido escritas en griego, pero encontramos paralelos en versiones siríacas, coptas y bizantinas. La época de estas mujeres abraza de los s. IV al VII. El motivo del disfraz era para evitar el peligro de la violación, o también el incógnito, además está el miedo hacia los hombres, a causa de todo lo que rodea el "femenino".
Amma Eufrosina: nace en Alejandría en el s. V. Huérfana de madre a los doce años, para evitar casarse con el chico que su padre le había escogido, se disfrazó de monje y, marchando de su casa, se presentó en el monasterio del gran Teodosio donde había 350 monjes. El abba la admitió pensando que era una adolescente. Cuando tenía dieciocho años un día su padre fue al monasterio pidiendo a alguien que lo consolara, y ella lo atendió, a pesar de que él no la reconoció. Habiéndose puesto ella muy enferma, su padre fue al monasterio, doliéndose por la salud de su consejero espiritual. Entonces ella le dijo la verdad, y le pidió que fuera él quien la amortajara después de la muerte. Entonces su padre ocupó su celda durante diez años.

Amma Teodora: nace en Alejandría el 480, el mismo año de S. Benito. De familia noble, se casó, pero habiéndose enamorado después de otro hombre, pecó con él. Presa de remordimiento, al cabo de un tiempo se marchó vestida de hombre. Vivió durante ocho años en un monasterio de monjes, haciendo los trabajos más desagradables. Un día se encontró en la calle con su marido, que estaba buscándola desesperado, pero no se reconocieron. Ella era ejemplo de virtud para los monjes.
Un día una mujer pervertida que quería dormir con ella, creyendo que era un monje, como ella no cedió, la acusó de haber tenido un hijo con ella. Entonces el abad la sacó del monasterio. Ella estuvo cuidando a este chico en una cueva, que había cerca. Al cabo de siete años el abad la volvió a admitir, haciéndola cerrar en una celda con el niño. Antes de morir, ella pidió al niño que se hiciera monje, recomendándole que aguantara las calumnias por amor a Cristo. Al morir se dieron cuenta de que era una mujer. Entonces su marido se hizo monje, viviendo en la celda de ella.

Amma Anastasia: vivió en la corte del emperador Justiniano, el 510. Justiniano admiraba sus cualidades, pero su esposa Teodora no la quería. Al saberlo, Anastàsia se alejó de la envidia de Teodora diciéndose: "tú has nacido para ser princesa celestial". Entró en un monasterio de monjas cerca de Alejandría, y llegó a tener tanta fama de santidad, que le decían "Patrícia". Se quedó allí hasta la muerte de Teodora. Entonces, como Justiniano la buscaba para que fuera emperatriz, huyó en el desierto de Escete, donde el abad Daniel le concedió un hábito de monje, a fin de que viviera en una cueva retirada, donde estuvo veinticinco años. Murió y fue enterrada en la misma cueva.

Amma Marina: al morir su madre, su padre se retiró a un monasterio y se llevó a su hija, vestida de niño. Cuando Marina tenía diecisiete años murió su padre, y ella continuó en el monasterio en uno celda retirada.

Amma Apolonia: Hija del tutor de Teodosio el joven, deseaba la vida monástica. Abandonó Constantinopla disfrazada de chico. Vivió unos años en el desierto de Judá, pero después se fue a encontrar a Macario de Alejandría, que, aun sabiendo que era una mujer, la dejó vivir en Escete. Murió a finales del s. IV.

Amma matrona: vivía en Constantinopla, estaba casada, y después de tener una niña se aburrió del mundo y, con permiso de su marido, se retiró a un monasterio de monjes. Al cabo de un tiempo, decidió decir la verdad y fue a un monasterio de monjas donde atrajo muchas vocaciones.


LA SOLEDAD HABITADA DE NUESTROS MONASTERIOS
¿Y nosotros? Muchos hombres y mujeres se preguntan qué hacemos, con tanta soledad, los monjes. Lo que no saben nuestros hermanos es que en los monasterios de soledad no hay nada, ya que nuestra soledad está poblada de comunión, es encuentro entre la Jerusalén celeste y la terrestre. La tradición monástica mantenida durante siglos, tanto de ermitaños, como de cenobitas, evoca todas estas generaciones de hombres y mujeres que han orado a la vista del cielo y han anticipado la vida futura y nosotros nos adherimos a esta anticipación.



Equipo de redacción de “En el Desierto”.