miércoles, 14 de marzo de 2012


Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate

Centurias sobre la Caridad
cuarta centuria

26
No juzgues como inepto o malo al hermano espiritual y virtuoso de ayer por el odio que hoy ha sobrevenido en ti por la envidia del maligno; sino que con la caridad paciente, pensando las cosas buenas de ayer, expulsa del alma el odio de hoy.

27
No vituperes hoy como inepto y malo a aquel que ayer alababas como bueno y elogiabas como virtuoso, justificando el reproche al hermano, mediante tu cambio de la caridad al odio, el odio malvado que hay en ti; sino que continúa con los mismos elogios aún si ahora estás dominado por la tristeza, y llegarás fácilmente a la misma caridad que salva.

28
No manches el elogio habitual del hermano en compañía de los otros hermanos, mezclando escondidamente en la conversación el vituperio a causa de la tristeza hacia él que aún está en ti; sino que en compañía emplea un elogio puro y ora sinceramente por él como por ti mismo y así serás rápidamente liberado del odio funesto.

29
No digas: no odio a mi hermano si vuelve a ti su recuerdo; sino que escucha a Moisés que dice: No odies de pensamiento a tu hermano, sino que, en cambio, lo reprocharás abiertamente y no incurrirás en pecado por su causa[1].

30
Si acaso un hermano, tentado, continua hablando mal de ti, tú no te alejes de la disposición de la caridad, soportando su malvado demonio que turba tu mente. No te alejes de esta disposición y si eres injuriado, bendecirás; si eres difamado, hablarás bien[2]; si eres insidiado, pensarás bien: ésta es la vía de la filosofía según Cristo y quien no la recorre no habita con Él.

31
No consideres benévolos, aún si parecen decir la verdad, a aquellos que te traen palabras que producen en ti tristeza y odio hacia el hermano; más bien expúlsalos como a serpientes mortíferas, para que impidas también a aquellos vituperar, y libres a tu propia alma de la malicia.

32
No hieras al hermano con alusiones ambiguas, para que recibiendo palabras semejante de su parte no apartes de ambos la disposición de la caridad; sino, ve y repróchale con amorosa franqueza,  para que, removidas las causas de la tristeza, libres a ambos de la turbación y de la tristeza.

33
Explora la conciencia con toda exactitud, no sea que el hermano no se haya reconciliado por culpa tuya; y no la engañes, a ella que conoce tus cosas secretas y te acusa en el tiempo de la partida y  llega a ser para ti obstáculo en el tiempo de la oración.

34
No recuerdes en tiempo de paz las cosas dichas por el hermano en tiempo de la tristeza, sea que estas cosas tristes hayan sido dichas abiertamente a ti, sea que hayan sido dichas a otro acerca de ti y tú las hayas oído después, a fin de que, no soportando el resentimiento de los pensamientos, no vuelvas al odio funesto al hermano.

35
Un alma racional que nutre odio hacia un hombre no puede estar en paz con Dios, quien es el dispensador de los mandamientos: Si pues, Él dice, no perdonas a los hombres sus faltas, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras faltas[3]. Pero si aún aquel no quiere hacer la paz, guárdate, sin embargo, del odio, orando sinceramente por él y no hablando mal de él a nadie.

36
La inefable paz de los santos ángeles es alcanzada con estas dos disposiciones: el amor a Dios y el amor mutuo; semejantemente la de todos los santos que han existido. Magníficamente ha sido dicho por nuestro Salvador: De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas[4].

37
No seas presuntuoso y no odiarás al hermano; no te ames a ti mismo y amarás a Dios.

38
Si has decidido vivir junto a hermanos espirituales, renuncia desde la puerta de casa a tus deseos; de otro modo no podrás vivir en paz ni con Dios ni con los que viven contigo.

39
El que ha podido obtener la perfecta caridad y ha dirigido a ella toda su vida, éste dice Señor Jesús en el Espíritu Santo[5]; y, en caso contrario,  dirá, evidentemente, lo contrario.

40
El amor a Dios ama siempre poner alas al nous para la unión divina; la caridad hacia el prójimo lo dispone a pensar siempre cosas buenas de él.

41
Es propio de quien ama aún la vanagloria o está apegado a cualquier cosa material, el entristecerse con los hombres por cosas temporales o guardar rencor o tener odio contra ellos, o ser esclavo de vergonzosos pensamientos. Todas estas cosas, en cambio, son completamente extrañas al alma que ama a Dios.

42
Cuando no digas ni realices nada vergonzoso de pensamiento y cuando no guardes rencor contra quien te dañó o habló mal de ti y cuando en el tiempo de la oración conserves siempre al nous libre de la materia y forma, sabe entonces que has alcanzado la plenitud de la imperturbabilidad y de la perfecta caridad.

43
No es lucha pequeña el librarse de la vanagloria; pero uno se libera de ella con el trabajo oculto de la virtud y con la oración más asidua. Signo de la liberación es el no guardar más rencor contra quien ha dicho o continúa diciendo el mal.

44
Si quieres ser justo, da a cada una de las partes que están en ti aquello que les es debido, es decir al alma y al cuerpo. A la parte racional del alma, lecturas, contemplaciones espirituales y oración; a aquella irascible, caridad espiritual que se oponga al odio; a aquella concupiscible, templanza y dominio de sí; a la carne, nutrición y ropas, las únicas cosas indispensables.

45
El nous obra según naturaleza cuando  tiene las pasiones sometidas y contempla los principios[6] de las cosas y vive hacia Dios.

46
Como salud y enfermedad son contempladas respecto al cuerpo del ser viviente, y luz y tiniebla respecto al ojo, así virtud y vicio respecto al alma, y conocimiento e ignorancia respecto al nous.

47
El cristiano filosofa en estas tres cosas: en los mandamientos, en la doctrina, en la fe. Los mandamientos separan al nous de las pasiones; la doctrina lo introduce en el conocimiento de los seres; la fe en la contemplación de la santa Trinidad.

48
Algunos de los que combaten  rechazan sólo los pensamientos pasionales, otros, en cambio, arrancan también las pasiones mismas. Se rechazan los pensamientos pasionales, por ejemplo, con la salmodia o la oración o la elevación del nous o cualquier otra distracción útil; se arrancan, en cambio, las pasiones despreciando aquellas cosas por las cuales se adquieren las pasiones.

49
Éstas son las cosas por las cuales adquirimos las pasiones: mujer, riquezas, gloria, etc. Y uno puede despreciar la mujer, cuando tras haberse retirado domina el cuerpo como es debido mediante la continencia; las riquezas, cuando convence a la parte racional a estar satisfecha con lo necesario; la gloria, cuando ama el ejercicio escondido de las virtudes, sólo visible a Dios; y del mismo modo respecto a las otras cosas. El que las desprecia, no llega jamás al odio contra ninguno.

50
El que renunció a las cosas, como a la mujer y a las riquezas y al resto, hizo monje al hombre exterior, pero no aún a aquel interior. En cambio el que renunció a los pensamientos pasionales de estas cosas, hizo monje al hombre interior, es decir al nous. Uno hace fácilmente monje al hombre exterior, si lo quiere; pero no es pequeña lucha hacer monje al hombre interior.
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
       al hno. Pablo Argárate"

Notas:
[1] Lv  19, 17.
[2] Aquí la traducción italiana de Ceresa-Gastaldo, p. 207 traduce erróneamente como:”calumniado, callarás” (calunniato, tacerai) que no corresponde con el texto griego. Al mismo tiempo en el texto de Migne falta la segunda recomendación: “”si eres difamado, hablarás bien”.
[3] Mt  6, 14-15.
[4] Mt  22, 40.
[5] 1 Co  12, 3.
[6] logoi