martes, 31 de enero de 2012


Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate

Centurias sobre la Caridad

tercera centuria
1
El uso racional de las ideas y de las cosas es causa de templanza, amor y conocimiento; el uso irracional, de intemperancia, odio e ignorancia.

2
Has preparado ante mí una mesa[1], etc. La mesa significa aquí la virtud activa; ésta fue preparada por Cristo frente a los que nos afligen. El óleo que unge al nous significa la contemplación de los seres; el cáliz de Dios, el verdadero conocimiento de Dios; la misericordia de Él, su Verbo y Dios. Éste, por su encarnación, nos sigue todos los días, hasta que haya alcanzado a todos aquellos que se deben salvar, como Pablo[2]. La casa significa el reino, en el cual serán restablecidos todos los santos. La longitud de los días, la vida eterna.

3
A causa del abuso nos sobrevienen los vicios de las potencias del alma, es decir de la parte concupiscible, de la irascible y de la racional. Y abuso de la potencia racional es la ignorancia y la insensatez; de las potencias irascible y concupiscible, el odio y la intemperancia. Uso de éstas, es el conocimiento y prudencia, amor y templanza; y, si esto es así, ninguna de las cosas creadas por Dios y que existen son malas.

4
No son malos los alimentos, sino la gula; ni la procreación de los hijos, sino la fornicación; ni las riquezas, sino la avaricia; ni la gloria, sino la vanagloria. Si es así, ninguno entre los seres es malo, a no ser el abuso, que viene de la negligencia del nous en cultivarse a sí mismo según la naturaleza.

5
El bienaventurado Dionisio[3] afirma que el mal en los demonios consiste en esto: ira irracional, concupiscencia insensata, fantasía precipitada. Irracionalidad, insensatez y precipitación son para las creaturas racionales privación de razón, de nous y de circunspección. Las privaciones son posteriores a la posesión; en consecuencia, una vez había en ellos razón, nous y prudente circunspección. Si esto es así, tampoco los demonios son malos por naturaleza, sino que han llegado a serlo por el abuso de las potencias naturales.

6
Algunas pasiones son causa de intemperancia; otras, de odio; otras, de intemperancia y de odio.

7
El comer muchos y agradables alimentos es causa de intemperancia; la avaricia y la vanagloria, de odio hacia el prójimo; el amor propio, madre de estos vicios, es causa de ambos.

8
El amor propio es el amor pasional e irracional por el cuerpo, al cual se contraponen la caridad y el dominio de sí. Quien tiene a aquel, tiene todas las pasiones.

9
Ninguno, dice el Apóstol, odia su propia carne, sino que la mortifica y la esclaviza[4], no concediéndole nada salvo el alimento y el vestido[5], y de esto, sólo lo necesario para vivir. Así, pues, la ama sin pasión, y la nutre como servidora de las cosas divinas y la cuida sólo con lo que cubre su necesidad.

10
Cuando se ama a alguno, se empeña en servirlo en todo. Si, pues, alguno ama a Dios, se empeña también en hacer todo lo que Le agrada; si, en cambio, se ama la carne, se empeña en realizar lo que la deleita.

11
A Dios le agradan la caridad, la templanza, la contemplación y la oración; a la carne, en cambio, la gula, la intemperancia y lo que las hace crecer. Por eso, aquellos que están en la carne no pueden agradar a Dios; en cambio, los que están en Cristo crucifican la carne con las pasiones y las concupiscencias[6].

12
El nous que se inclina a Dios, tiene esclavizado el cuerpo y no le concede nada más que las cosas necesarias a la vida; pero si se inclina a la carne, llega a ser esclavo de las pasiones, tomando cuidado de ella siempre por su concupiscencia.

13
Si quieres dominar los pensamientos, vigila las pasiones y fácilmente las expulsarás del nous. Por ejemplo, en cuanto respecta a la fornicación, ayuna, vigilia, fatígate, vive en soledad; en cuanto a la ira y a la tristeza, desprecia gloria, deshonra y las cosa materiales; en cuanto al resentimiento, suplica por quien te ofende y serás librado.

14
No te compares a ti mismo con hombres más débiles, sino más bien atiende al mandamiento de la caridad; comparándote con aquellos, caes en el abismo de la presunción; atendiendo, en cambio, al mandamiento, progresas hasta la altura de la humildad.

15
Si observas en todo el mandamiento del amor al prójimo, ¿por qué motivo le causas la amargura de la aflicción? ¿No es claro que, prefiriendo al amor las cosas efímeras y apegándote a ellas, combates al hermano?

16
El dinero es objeto de envidia a los hombres no tanto por necesidad, cuanto porque muchos, por medio de él, se procuran placeres.

17
Tres son las causas del amor a las riquezas: amor al placer, vanagloria y falta de fe; pero más grave que las otras dos es la falta de fe.

18
El amante del placer ama al dinero, para deleitarse por medio de él; el que se vanagloria, para ser glorificado por él; el que no tiene fe, para esconderlo y custodiarlo, teniendo miedo del hambre, de la vejez, de la enfermedad o del exilio, y espera más en él que en Dios, autor y providente de toda la creación, hasta de los últimos y más pequeños seres vivientes.

19
Cuatro son aquellos que conservan riquezas: los tres predichos y el buen administrador; sólo éste, evidentemente, conserva rectamente, para que no le falte nunca para subvenir a la necesidad de cada uno.

20
Todos los pensamientos pasionales o excitan la parte concupiscible del alma o turban aquella irascible o entenebrecen aquella racional. Y por esto sucede que el nous se hace ciego a la contemplación espiritual y al vuelo de la oración. Por eso el monje, y sobre todo aquel solitario, debe vigilar diligentemente los pensamientos y reconocer y cortar sus causas. Se reconocen así: por ejemplo los recuerdos pasionales de las mujeres excitan la parte concupiscible del alma; causas de éstos son la intemperancia en el comer y en el beber y el encuentro frecuente e irracional con las mismas mujeres; arrancan estos recuerdos el hambre, sed, vigilia y apartamiento[7]. Así los recuerdos pasionales de aquellos que nos entristecen turban la parte irascible; causas de estos son el amor al placer, la vanagloria y el amor a las cosas materiales; por estos se entristece el hombre pasional o porque ha sido privado o porque no los ha alcanzado; cortan los recuerdos el desprecio y el descuido de estas mismas cosas por amor a Dios.

21
Dios conoce a sí mismo y conoce también las cosas que Él ha creado; también las santas Potencias conocen a Dios y conocen las cosas creadas por Dios. Pero no conocen las santas Potencias a Dios y a las cosas creadas por Él, del mismo modo como Dios se conoce a sí mismo y las cosas que ha creado.

22
Dios se conoce a sí mismo a partir de su bienaventurada sustancia; las cosas que ha creado, a partir de su sabiduría; mediante la cual y en la cual creó todos los seres. En cambio, las santas potencias conocen a Dios por participación, quien está por encima de la participación; las cosas creadas por Él con la percepción de las ideas que están en ellas.

23
Las cosas creadas están fuera del nous, pero éste recibe dentro de sí la contemplación de las cosas creadas. No así, respecto a Dios, eterno, infinito e inmenso, que da a las creaturas el ser, el ser-bueno y el ser-eterno.

24
La sustancia racional e intelectual participa de Dios santo, por su mismo ser, por la actitud al ser-bueno -hablo de bondad y de sabiduría-, y por la gracia del ser-eterno[8]. De este modo conoce a Dios; las cosas hechas por Él, por la percepción, como se ha dicho, de la sabiduría creadora contemplada en los seres, la cual se encuentra simple y no bajo forma de sustancia en el nous.

25
Dios, por suma bondad, llevando al ser a la sustancia racional e intelectual, le comunicó cuatro de sus divinas propiedades que mantienen, custodian y preservan las creaturas: el ser, el ser siempre, la bondad y la sabiduría. De estas, las primeras dos las atribuyó a la sustancia; las otras dos a la facultad volitiva: y precisamente a la sustancia, el ser y el ser siempre; a la facultad volitiva la bondad y la sabiduría, para que la creatura llegue a ser por participación aquello que Él es según su sustancia. Por esta participación ella se dice creada a imagen y semejanza de Dios: a imagen, como ser, del Ser, y como dotada de ser siempre, de Aquel que siempre es; aunque no sin principio, pero sin fin; a semejanza, como buena, de Quien es bueno, y como sabia, de Quien es sabio: por naturaleza, Él; por gracia, ella. Toda naturaleza racional es, a imagen de Dios, pero a semejanza, sólo los buenos y sabios.
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
       al hno. Pablo Argárate"

Notas:
[1] Sal  22, 5-6: “Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa. Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de los días”.
[2] Cf. Flp  3, 12.
[3] De div. nom4, 23 (PG 3, 724 ss).
[4] Ef  5, 29 y 1 Co  9, 27.
[5] 1 Tm  6, 8.
[6] Rm  8, 8 y Ga  5, 24.
[7] anachóresis
[8] Máximo establece esta tríada de ser -ser bueno- ser eternamente bueno. Mientras que al ser  lo recibe por la creación, el ser-bueno  lo escoge con su libre voluntad, y al ser-eternamente-bueno  lo recibe como premio y don de la gracia en la vida futura. Es la confirmación eterna en el ser bueno. De esta manera, entre el nivel creacional y el nivel de la gracia se sitúa la libertad del hombre.