jueves, 14 de julio de 2011

VÍSPERAS del

VIERNES SANTO

Después de la despedida de las grandes horas comienzan inmediatamente las vísperas

Se inicia en la forma usual con la doxología del Sacerdote:

Sac.: Bendito sea el Reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Y continúa como en la p. 3. Luego sigue el salmo introductorio[1] 103 (104), la letanía de Paz, como en p. 3. Concluida ésta, se dice el salmo 129 (130), intercalado por el siguiente tropario:

Tono I

Toda la creación se turbó de temor contemplándote suspendido en la cruz, oh Cristo. El sol se oscureció y los cimientos de la tierra se estremecieron; todo padeció con el Creador de todo. Tú, que voluntariamente soportaste todo por nosotros, Señor, ¡gloria a ti!

Vers.: A causa de tu nombre te esperé, Señor; esperó mi alma en tu palabra, esperó mi alma en el Señor.

Vers.: Desde la mañana hasta la noche, desde la mañana espere Israel al Señor.

Tono II

¿Por qué el pueblo impío y transgresor de la ley planea injusticias? ¿Por qué fue condenada a muerte la Vida de todos? ¡Inmensa maravilla! El Creador del mundo es entregado en manos de inicuos. Y sobre un madero es levantado el amante del hombre para libertar a los cautivos que estaban en el infierno, que clamaban: “¡Oh Señor de mucha paciencia, gloria a ti!”

Vers.: Porque junto al Señor está la misericordia y la redención copiosa, y Él redimirá a Israel de todas sus iniquidades.

¡Hoy a la Virgen purísima, contemplándote sobre la Cruz, oh Verbo sin pecado, dolida en las entrañas maternas, se le quebrantó el corazón amargamente, y gimiendo dolorosamente desde lo profundo del alma, la oprimen los dolores que anteriormente no conoció en el parto. Por ello llorando copiosamente, exclamó gimiendo: “¡Ay de mi Hijo Divino, ay de mí, oh Luz del mundo! ¿Por qué te escondiste de mis ojos, oh Cordero de Dios? Por eso los ejércitos incorpóreos temblaron y dijeron: ¡Señor incomprensible, gloria a ti!”

Vers.: Alabad al Señor todas las naciones; alabadle todas los pueblos.

Viéndote suspendido en el madero, oh Cristo, a ti el Creador y Dios de todo, la que te dio a luz sin semilla exclamó amargamente: “¿Hijo mío, dónde se ocultó la hermosura de tu Rostro,? No puedo tolerar verte injustamente crucificado. ¡Apresúrate, pues, resucita para que yo vea tu Resurrección de entre los muertos dentro de tres días!”

Vers.: Porque tu misericordia ha sido afirmada sobre nosotros, y la verdad del Señor permanece para siempre.

Tono VI

Hoy el Señor de la Creación es conducido ante Pilatos, y el Creador de todos como cordero es entregado a la cruz, por su propia voluntad. Es sujetado con clavos y herido con una lanza; y es tocado con una esponja el que hizo llover maná; en las mejillas es abofeteado el Salvador del mundo, y burlado por sus propios siervos el Creador de todos. ¡Oh qué amor a la humanidad la del Señor! Por los que lo crucificaron suplica a su Padre, diciendo: “¡Perdónales este pecado, porque los impíos no saben lo que injustamente hacen!”.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

Tono VI

¡Cómo la asamblea de los impíos condena a muerte al Rey de la creación sin avergonzarse de sus beneficios, los cuales les aseguró diciendo: “¿Pueblo mío, que he obrado en vosotros? ¿No he llenado la Judea de milagros? ¿No he resucitado a los muertos con la sola palabra? ¿No he sanado toda dolencia y enfermedad? ¿Y con qué me pagáis? ¿Y por qué os olvidáis de mí? ¿A cambio de las curaciones me llenáis de heridas, a cambio de la vida me matáis, suspendiéndome sobre un madero, como malhechor al Bienhechor, como transgresor de la ley al Dador de la Ley[2], como maldito al Rey de todos? ¡Oh Señor de infinita paciencia, gloria a ti!

Ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

Hoy es contemplado un misterio terrible y paradójico[3]; el Impalpable es atado, el que liberó a Adán de la maldición, es condenado; el que examina los corazones, es injustamente examinado; el que clausuró el abismo, es encerrado en una cárcel; y comparece ante Pilatos, Aquel ante quien comparecen temblando las potencias celestes; es abofeteado por la mano de la creatura el Creador; en un madero es condenado el que juzga a vivos y muertos; es entregado al sepulcro el que aniquiló el infierno. ¡Tú que por tu compasión soportaste todo esto y salvaste a todos de la perdición, oh Señor de paciencia infinita, gloria a ti!

ENTRADA CON El EVANGELIO

Al finalizar el canto, el clero sale llevando el Santo Evangelio, y llegando al medio del templo, cantan el himno “Luz gozosa”, p. 6.

LECTURAS

Prokimenon (Tono IV)[4]: Se repartieron mis vestiduras entre sí y sobre mi túnica echaron suertes.

Vers.: ¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?

LECTURA PRIMERA

Lector: Lectura del Libro del Éxodo (33, 11-23)

Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. Luego volvía Moisés al campamento, pero su ayudante, el joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba del interior de la Tienda. Dijo Moisés a Yahveh: «Mira, tú me dices: Haz subir a este pueblo; pero no me has indicado a quién enviarás conmigo; a pesar de que me has dicho: "Te conozco por tu nombre", y también: "Has hallado gracia a mis ojos." Ahora, pues, si realmente he hallado gracia a tus ojos, hazme saber tu camino, para que yo te conozca y halle gracia a tus ojos, y mira que esta gente es tu pueblo». Respondió él: «Yo mismo iré contigo y te daré descanso».Contestóle: «Si no vienes tú mismo, no nos hagas partir de aquí. Pues ¿en qué podrá conocerse que he hallado gracia a tus ojos, yo y tu pueblo, sino en eso, en que tú marches con nosotros? Así nos distinguiremos, yo y tu pueblo, de todos los pueblos que hay sobre la tierra». Respondió Yahveh a Moisés: «Haré también esto que me acabas de pedir, pues has hallado gracia a mis ojos, y yo te conozco por tu nombre».Entonces dijo Moisés: «Déjame ver, por favor, tu gloria».El le contestó: «Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahveh; pues hago gracia a quien hago gracia y tengo misericordia con quien tengo misericordia».Y añadió: «Pero mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme el hombre y seguir viviendo». Luego dijo Yahveh: «Mira, hay un lugar junto a mí; tú te colocarás sobre la peña. Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver».

Prokimenon (Tono IV)[5]

Juzga Señor a los que me hacen injusticia, combate contra los que me combaten.

Vers.: Me dieron males a cambio de bienes.

SEGUNDA LECTURA

Lectura del Libro de Job (42, 12-17)[6]

Yahveh bendijo la nueva situación de Job más aún que la antigua: llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. Tuvo además siete hijos y tres hijas. A la primera le puso el nombre de «Paloma», a la segunda el de «Canela» y a la tercera el de «Cuerno de afeites».No había en todo el país mujeres tan bonitas como las hijas de Job. Y su padre les dio parte en la herencia entre sus hermanos. Después de esto, vivió Job todavía 140 años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, cuatro generaciones. Después Job murió anciano y colmado de días.


TERCERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías (52, 13- 54, 1)[7].

EPÍSTOLA

Prokimenon (tono VI)[8]: Me colocaron en una fosa profundísima, en tinieblas y sombra de muerte.

Vers.: Señor Dios de mi salvación, de día te grito.

Lector: Lectura de la primera Epístola de san Pablo a los Corintios (1, 18- 2, 2)

Hermanos, la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es fuerza de Dios. Porque dice la Escritura: Destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el sofista de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación. Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres. ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor. Pues yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado.

Aleluya (tono I)[9]

Coro: ¡Aleluya, aleluya, aleluya! Sálvame, oh Dios, porque han entrado las aguas hasta mi alma.

Vers.: Por alimento me dieron hiel, y en mi sed vinagre.

Vers.: Oscurézcanse sus ojos a fin de que no vean, y que sus espaldas estén siempre curvadas.


EVANGELIO

Sac.: Sabiduría, estemos de pie. Escuchemos el Santo Evangelio. La paz sea con todos vosotros.

Coro: Y con tu espíritu.

Diác: Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (23, 39-43; san Lucas 23, 39-43; san Mateo 27, 39-54; san Juan 19, 31-37; san Mateo 27, 55-61)[10].

En aquel tiempo, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Y después de atarle, le llevaron y le entregaron al procurador Pilatos. Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: «Pequé entregando sangre inocente». Ellos dijeron: «A nosotros, ¿qué? Tú verás».El tiró las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque son precio de sangre».Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los forasteros. Por esta razón ese campo se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor».

Jesús compareció ante el procurador, y el procurador le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «Sí, tú lo dices».Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada. Entonces le dice Pilatos: «¿No oyes de cuántas cosas te acusan?» Pero él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy sorprendido. Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran. Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás. Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilatos: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?», pues sabía que le habían entregado por envidia. Mientras él estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa».

Pero los sumos sacerdotes y los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Y cuando el procurador les dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A Barrabás!» Díceles Pilatos: «Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a una: «¡Sea crucificado!» -«Pero ¿qué mal ha hecho?», preguntó Pilatos. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea crucificado!» Entonces Pilatos, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis».Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.

Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz. Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario», le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo. Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes. Y se quedaron sentados allí para custodiarle. Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos».Y al mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda[11].

Y uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho».Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino».Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso»[12].

Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!» Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: "Soy Hijo de Dios."» De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él. Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste».Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber. Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle». Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron. Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios»[13].

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilatos que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron[14].

Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilatos y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilatos dio orden de que se le entregase. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue. Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

En este momento es costumbre que un sacerdote, salga del santuario por la puerta norte, llevando un lienzo y baje la imagen del Señor Crucificado, que había sido colocada en medio de la iglesia, durante el oficio de la pasión. Lo envuelve en un lienzo blanco y lo lleva dentro del santuario.

Coro: ¡Gloria a tu infinita paciencia, Señor, gloria a ti!

Letanía, como en p. 34 y, luego, p. 31, que concluye con la siguiente oración:

Pues sea bendito y glorificado el poder de tu Reino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Ahora empieza la procesión con el Epitafion (imagen que representa al Señor yaciente. Normalmente está cubierto de flores). Los cantores se acercan a la puerta norte y comienzan a cantar las apostijas. El clero lleva piadosamente el Epitafion. El superior lleva el libro de los Evangelios en la mano. Después de dar una vuelta alrededor del altar, salen por la puerta norte, precedidos por los que llevan los cirios y por los diáconos, que van incensando. Se dirigen en procesión por las naves laterales y del centro hasta llegar al medio del templo, donde se ah preparado el sepulcro, un sitial especial, adornado con velas y flores. Dan tres vueltas alrededor de éste y luego depositan allí el Epitafion y, sobre éste, el libro de los Evangelios. Los celebrantes vuelven al santuario y el coro canta las siguientes apostijas:

Tono II

Cuando el de Arimatea[15] te bajó muerto del madero, a ti la Vida de todos, te honró con mirra y el sudario, oh Cristo, y se apresuró con gran deseo a besar tu purísimo cuerpo con los labios y el corazón; contraído por el temor y al mismo tiempo alegrándose, te exclamó: “¡Gloria a tu condescendencia, oh Amante del hombre!”

Vers.: El Señor reinó, se revistió de belleza; el Señor se revistió de potencia y nos salvó.

Cuando el ridículo infierno te vio depositado, Redentor de todos, en el sepulcro nuevo a causa de todos, se turbó; los cerrojos se quebraron, las puertas se rompieron, las tumbas se abrieron, los muertos resucitaron; entonces Adán, alegrándose, te clamó agradecidamente: “¡Gloria a tu condescendencia, Amante del hombre!”

Vers.: Pues afirmó la tierra, la cual no se moverá.

Cuando quisiste ser encerrado corporalmente en el sepulcro, tú que por naturaleza permaneces incircunscribible e indefinible en la Divinidad, clausuraste los depósitos de la muerte, y vaciaste todo el reino de la muerte, oh Cristo; entonces también hiciste a este sábado digno de la divina bendición y gloria y de tu esplendor.

Vers.: A tu casa corresponde la santidad, oh Señor, por largos días.

Las potencias celestiales, viéndote calumniado por los impíos, Oh Cristo, y la piedra del sepulcro sellada por las manos que hirieron tu costado purísimo, temblaron ante tu inefable paciencia; pero al mismo tiempo regocijadas por nuestra salvación te clamaron: “¡Gloria a tu condescendencia, Amante del hombre!”

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

Idiomelon (Tono VIII)

José, bajándote del madero junto con Nicodemo[16], a ti que te revistes de luz como de un manto, y contemplándote muerto, desnudo e insepulto, comenzó a lamentarse lleno de compasión y dijo dolorido: “Ay, dulcísimo Jesús, a quien el sol contemplándote poco antes, suspendido en la cruz, se vistió de tinieblas, la tierra se estremeció de temor, y el velo del templo se rasgó; pero he aquí que ahora te veo a ti, que sufriste la muerte voluntariamente por mí. ¿Cómo te amortajaré, oh Dios mío? o ¿Cómo te envolveré en el sudario? ¿Con qué manos tocaré tu cuerpo purísimo? ¿Qué cánticos entonaré a tu muerte, oh misericordioso? Ensalzo tu pasión, y canto tu sepultura y tu resurrección, clamando: ¡Señor, gloria a ti!”

El lector recita la oración del justo Simeón[17].

Ahora, Señor, según tu palabras puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos vieron tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos; luz para la manifestación de las naciones, y gloria de tu pueblo Israel.

Luego se reza el Trisagion y lo que le sigue como en p. 3.

Luego, el celebrante inciensa el sepulcro donde ha sido colocado el Epitafion mientras el coro canta los dos “Apolitikia” siguientes:

Tono II

El piadoso José, bajando tu purísimo cuerpo del madero lo envolvió en un sudario puro, y honrándolo con perfumes lo depositó en un sepulcro nuevo.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

El ángel que estaba junto al sepulcro, clamó a las mujeres que llevaban la mirra[18]: La mirra es para los muertos, pero Cristo se ha mostrado ajeno a la corrupción[19].

Después de las fórmulas usuales el sacerdote dice la Bendición de la Pasión

¡Gloria a ti, oh Dios, esperanza nuestra, gloria a ti!

El que, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se dignó sufrir la terrible pasión y la vivificadora cruz y el sepulcro voluntario, Cristo nuestro verdadero Dios, por la intercesión de su Santísima y purísima Madre; por la virtud de su preciosísima y vivificadora Cruz; por la protección de los poderes celestiales; por las oraciones del glorioso profeta San Juan Bautista; de los santos gloriosos e ilustres apóstoles, de los santos gloriosos y victoriosos mártires, de nuestros santos Padres, de los santos antecesores de Cristo, Joaquín y Ana; y de todos los santos, tenga misericordia de nosotros y nos salve, porque es Dios bueno, misericordioso y ama a la humanidad.

Por las oraciones de nuestros santos Padres, Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten misericordia de nosotros y sálvanos.

Coro: Amén.

En las iglesias eslavas el oficio de este día se hace manos o menos del mismo modo, pero se suele omitir la ceremonia de desenclavar el Crucifijo durante el canto del Evangelio en las vísperas. Además, la procesión del Epitafion se hace al final, durante el canto de los Apolitykia.

Equipo de redacción: “En el Desierto”



[1] Promiakón

[2] Es el colmo de la insensatez.

[3] Justamente en la serie de antinomias siguientes se vislumbra lo inefable del Misterio de nuestra salvación.

[4] Sal 21 (22), 19. 2

[5] Sal 34 (35), 1. 12

[6] Resulta sumamente significativa la elección de esta lectura : a pesar de todo el justo triunfará y recibirá el premio por su obediencia y lealtad.

[7] Ya está en p. 42.

[8] Sal 87 (88), 7. 2

[9] Sal 68 (69), 2. 22. 24

[10] Aquí se nos presenta un uso litúrgico, bastante raro, al que no estamos acostumbrados, combinar en una misma lectura extractos procedentes de distintos libros bíblicos. En Oriente existió la experiencia del Diatessaron, una versión unificada de los cuatro evangelios. Sin embargo no prosperó.

[11] A partir de aquí sigue el capítulo 23 de san Lucas.

[12] A partir de aquí retoma el capítulo 27 de san Mateo.

[13]A partir de aquí sigue el capítulo 19 de san Juan.

[14] A partir de aquí sigue el capítulo 27 de san Mateo.

[15] José de Arimatea

[16] Resulta significativa la presencia de esta Iglesia nocturna. En la hora decisiva sólo están presentes aquellos que antes eran discípulos ocultos del Señor. Los discípulos manifiestos, en cambio, han huido.

[17] Lc 2, 29-32. Aquí el justo que se va a descansar es el mismo Dios, Jesús que ha entrevisto la salvación de Dios en el misterio de la cruz.

[18] miróforas

[19] Este texto, tomado del domingo de resurrección, manifiesta nuevamente la unidad del misterio pascual en el triduo.