viernes, 10 de diciembre de 2010

TRATADO DE LA ORACIÓN
II PARTE

33. ¿Qué hay de bueno fuera de Dios? Por lo tanto, entreguémosle todo lo que tenemos y nos hallaremos bien. Él, que es plenamente bueno, nos regala con sus bienes.
34. No le exijas que te dé inmediatamente lo que pides. Él quiere darte un bien más grande haciéndote quedar junto a Él, perseverando en la oración ¿Qué hay en efecto, más alto que conversar con Dios y abstraerse en un íntimo trato con El?
35. La oración es una ascensión del espíritu hacia Dios.
36. Si deseas ardientemente orar, renuncia a todo para recibir todo.
37. Ora primero para ser purificado de las pasiones; en segundo lugar, para ser
Librado de la ignorancia; y en tercer lugar, para ser librado de toda tentación y abandono.
38. Busca únicamente en tu oración la justicia y el Reino, esto es la virtud y la gnosis, y lo demás se te dará por añadidura.
39. Es justo que ores, no solamente por tu propia purificación, sino por la de todo hombre, como hacen ¡os ángeles.
40. Mira si realmente te has unido a Dios en tu oración, o si más bien te ha vencido la alabanza de los hombres, y te sirves de la oración como de un velo para captarla.
41. Ya sea que ores con tus hermanos o que ores solo, esfuérzate por orar, no por rutina, sino sintiendo tu oración.
42. Lo propio de la oración es un recogimiento piadoso que, impregnado de compunción y de dolor del alma, confiesa la falta con secretos gemidos.
43. Si tu espíritu divaga en el tiempo de la oración, es que todavía no ora como monje sino que, siendo aún del mundo, se preocupa por adornar el exterior de la tienda.
44. Cuando ores, vigila enérgicamente la memoria para que no te traiga sus propios recuerdos sino más bien para que te ayude a progresar en la gnosis, pues el espíritu suele dejarse saquear a menudo por la memoria en el tiempo de la oración.
45. Cuando oras, la memoria te presenta las imágenes de cosas pasadas, o de nuevas preocupaciones, o el rostro de quien te ha hecho sufrir.
46. El demonio tiene una gran envidia del hombre que ora, y emplea todos los medios para arruinar su propósito. Así no cesa de reavivarle en la memoria el recuerdo de objetos, y de despertarle en la carne todas las pasiones, para impedirle, si fuera posible, su espléndida carrera y su éxodo hacia Dios.
47. Cuando el perverso demonio no ha podido impedir la oración del virtuoso, se retira un poco para tomar luego desquite de este orante. 0 enciende su ira para destruir el estado excelente que la oración ha dejado en él, o lo incita a algún placer irracional para denigrar su espíritu.
48. Cuando hayas orado como es debido, esfuérzate por no faltar a tu deber, y sé valiente para guardar el fruto. Recuerda que desde el principio has sido hecho para que trabajes y guardes (cf. Gen 2,1). No dejes de custodiar lo que has hecho con tu trabajo pues, de lo contrario, de nada te servirá lo orado.
49. La guerra que se libra entre nosotros y los espíritus impuros no se hace por otra cosa sino por la oración espiritual. Esta es hostil y odiosa para ellos, pero para nosotros es fuente de salvación y de alegría.
50. ¿Qué buscan los demonios al excitar en nosotros la gula, la impureza, la avaricia, la ira, el rencor 'y las demás pasiones? Que el espíritu sea entorpecido por ellas y no pueda orar como es debido. Porque cuando las pasiones irracionales dominan, éste ya no puede moverse de acuerdo a la razón y salir en busca del Verbo de Dios.
51. Vamos hacia las virtudes a través del sentido profundo de los seres creados, y a éstos, por medio del Señor que los llamó a la existencia. Él, por su parte, suele manifestarse en el estado de oración.
52. El estado de oración es un hábito libre de pasiones que, por un amor extremo, arrebata la inteligencia sabia y espiritual a la cumbre del mundo inteligible.
53. Quien quiera orar verdaderamente, no sólo debe dominar la ira y la concupiscencia, sino que debe librarse de todo pensamiento perturbado por alguna pasión.
54. Quien ama a Dios, conversa siempre con Él como un Padre, despojándose de todo pensamiento afectado por una pasión.
55. No por haber alcanzado la paz interior ya se ora verdaderamente, pues es posible entretenerse con pensamientos simples y distraerse siguiéndolos, y estar muy lejos de Dios.
56. El espíritu, aun cuando no se detenga en los pensamientos simples de las cosas, no por eso ha alcanzado el “lugar de la oración”. Puede suceder que se entregue a la contemplación de las criaturas y se ocupe en su sentido profundo, pero aun entonces, aunque tenga representaciones simples, como lo que contempla son cosas, éstas imprimen su imagen en el espíritu y lo alejan mucho de Dios.
57. Aunque el espíritu se eleve por encima de la contemplación de la naturaleza corporal, no por eso ha llegado a ver el “lugar de Dios”. Puede estar ocupado en el conocimiento de los inteligibles y dispersarse en él.
58. Si quieres orar, necesitas de Dios, que es quien da la oración al que ora. Invócalo diciendo: “Santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino”, es decir: el Espíritu Santo y su Hijo unigénito. Esta es su enseñanza cuando dice que hay que adorar a Dios, esto es, al Padre, en Espíritu y en Verdad. Estos tres son un solo Dios.
59. El que ora en Espíritu y en Verdad no saca de las criaturas la alabanza al Creador, sino que es de Dios mismo de donde saca la alabanza a Dios.
60. Si eres teólogo, orarás verdaderamente; y si oras verdaderamente, eres teólogo.
61. Cuando tu espíritu, a causa de un intenso deseo de Dios, se aparte poco a poco, por decirlo así, de la carne, rechace todos los pensamientos que vienen de razón o del temperamento, y al mismo tiempo, se llene de devoción y alegría, entonces piensa que estás cerca de los confines de la oración.
62. El Espíritu Santo, compadeciéndose de nuestra debilidad, nos visita aunque no estemos todavía purificados. Si halla nuestro espíritu orando sinceramente, entonces en él, aniquila el ejército de razonamientos y pensamientos que lo asedian, y lo incita a que se ocupe en los trabajos de la oración espiritual.
63. Los demonios (lit. los otros) producen en el espíritu razonamientos, pensamientos y visiones, causando alteraciones corporales. Pero Dios hace lo contrario, llega al mismo espíritu, le infunde el conocimiento que quiere, y, a través del espíritu, calma la intemperancia del cuerpo,
64. Todo el que aspira a alcanzar la oración verdadera, y se enoja o guarda rencor es un loco. Es como aquél que quiere tener una vista penetrante y se daña los ojos.
65. Si quieres orar no hagas nada que sea contrario a la oración, para que Dios se acerque y camine a tu lado.
66. Cuando ores, no plasmes en ti representación alguna de lo divino, ni permitas que en tu espíritu se imprima ninguna forma, sino ve, inmaterial, hacia lo inmaterial y lo hallarás.
68. Cuando el envidioso demonio no puede perturbar la memoria durante la oración, fuerza la complexión corporal para provocar alguna imagen peregrina que informe el espíritu. Este, acostumbrado a pensar con formas mentales, fácilmente se doblega y se deja engañar tomando el humo por la luz, él, que tendía a la gnosis inmaterial y libre de toda forma.
69. Mantente en guardia, y preserva tu espíritu libre de pensamientos en el tiempo de la oración, para que permanezca en su propia soledad. Entonces Aquel que se compadece de los ignorantes te visitará, y recibirás el don eminente de la oración.
70. No podrás orar con pureza si te complicas con cosas materiales y te agitas con continuas preocupaciones, pues la oración es un despojarse de los pensamientos.
71. Como aquel que está atado no puede correr, así el espíritu sometido a las pasiones no puede ver el lugar de la oración espiritual. Tironeado y rodeado por pensamientos cargados de pasiones, no puede mantenerse en paz.
72. Cuando el espíritu ora con pureza, sin distraerse y verdaderamente, entonces los demonios no se acercan a él por la izquierda sino por la derecha. Le representan la gloria de Dios como una figura agradable a los sentidos, para que crea que ya alcanzó perfectamente el fin de la oración. Esto proviene -decía un admirable gnóstico- de la pasión de la vanagloria, y del demonio que actúa sobre el cerebro y las venas.
73. Creo que el demonio actúa sobre el lugar que dije, para modificar a su gusto la luz que rodea el espíritu, Excita, pues, la pasión de la vanagloria inculcando en el espíritu irreflexivo el pensamiento de que alcanza la ciencia divina y esencial, Como el espíritu no se siente acosado por pasiones carnales sino afianzado en la pureza, cree que no se ejerce contra él ninguna acción contraria, y supone que es realmente una aparición divina lo que el demonio hace surgir como antes explicamos.
74. Cuando viene el ángel de Dios, con su sola palabra hace cesar en nosotros toda la acción del adversario, e induce a la luz del espíritu a obrar sin desviarse.
75. Cuando se lee en el Apocalipsis (8,3) que el ángel toma incienso para unirlo a las oraciones de los santos, se trata, creo, de esta gracia que hace el ángel. El hace nacer la ciencia de la verdadera oración en el espíritu, de tal manera que ésta queda en lo sucesivo libre de toda agitación, acedia y negligencia.
76. Los perfumes de las copas son las oraciones de los santos ofrecidas por los veinticuatro ancianos.
77. Por la copa se entiende el amor de Dios, es decir, la caridad perfecta y espiritual, en la cual la oración se realiza en espíritu y en verdad.
78. Si piensas que no te hace falta llorar tus pecados en la oración, considera cuánto te has alejado de Dios, debiendo haber permanecido siempre en Él. Entonces llorarás con más ardor.
79. Ciertamente, si reconocieras tu medida, fácilmente gemirías reprochándote a ti mismo, como lsaías (6,5), ser impuro, tener labios impuros y vivir en medio de un pueblo impuro. Tú, por el contrario, te atreves a presentarte ante el Señor de los Ejércitos.
80. Si oras verdaderamente estarás plenamente seguro. Los ángeles vendrán a ti y te iluminarán el sentido pro ' fundo de los acontecimientos.


Equipo de redaccíón: "En el Desierto"