viernes, 9 de septiembre de 2011


EN LOS OFICIOS DE LAS HORAS DE PASCUA,
COMPLETAS Y DE MEDIA NOCHE

Estas horas se cantan  desde este domingo de Pascua hasta el sábado siguiente.
Sac.: Bendito es nuestro Dios, en todo tiempo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Lector: Amén.
¡Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con su muerte, y concediendo la vida a los que estaban en los sepulcros!

Habiendo visto la Resurrección de Cristo, prosternémonos ante el Santo Señor Jesús, el único exento de pecado. Tu cruz, oh Cristo, adoramos, y tu santa Resurrección alabamos y glorificamos; porque tú eres nuestro Dios, y fuera de ti no conocemos a ningún otro, tu Nombre invocamos.
¡Venid fieles, todos, adoremos la santa Resurrección de Cristo, porque por la cruz entró la alegría al mundo entero. Te bendecimos en todo tiempo, Señor, y alabamos tu Resurrección, porque padeciendo la cruz por nosotros, destruiste la muerte con la muerte!

Al alba fueron las mujeres que estaban con María, y encontrando la piedra del sepulcro movida, oyeron del ángel: “Al que está en la Luz eterna ¿por qué lo buscáis entre los muertos? Mirad los lienzos de la sepultura; ¡corred y proclamad al mundo que el Señor ha resucitado, matando a la muerte, porque es el Hijo de Dios, que salva a toda la humanidad!

Aunque descendiste al sepulcro, oh Inmortal; destruiste el poder del infierno y resucitaste como vencedor, ¡oh Cristo Dios!, y dices a las mujeres portadoras de mirra: “¡Alegráos!” y otorgas la paz a tus apóstoles. ¡Tú que concedes la resurrección a los caídos!

Oh Cristo, estás en el sepulcro corporalmente, en el infierno con el alma como Dios, en el Paraíso con el Ladrón, y en el trono con el Padre y el Espíritu, llenando todo, oh Incircunscribible.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Oh Cristo, tu sepulcro, la fuente de nuestra resurrección, se ha mostrado Vivificador, realmente más hermoso que el Paraíso, y más luminoso que toda cámara real.

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Alégrate, tú que eres divina morada santificada del Altísimo; pues por medio de ti ha sido dada la alegría a los que claman: “¡Bendita eres entre las mujeres, oh Señora, exenta de toda mancha!”.
¡Señor, ten piedad! (40 veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

Tú eres más honorable que los Querubines, e incomparablemente más gloriosa que los Serafines. Tú que sin corrupción diste a luz al Verbo de Dios; verdaderamente eres la Madre de Dios y a ti te engrandecemos.

En el Nombre del Señor, bendice Padre.
Sac.: Por las oraciones de nuestros santos Padres, Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten piedad de nosotros. Amén.

Cristo, nuestro verdadero Dios, que resucitó de entre los muertos, por las oraciones de su purísima e inocentísima Madre, de los santos gloriosos e ilustres apóstoles; de nuestros santos y teóforos Padres, y de todos los santos, tenga misericordia de nosotros y nos salve, como Dios bueno y misericordioso que ama a la humanidad.
¡Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con su muerte, y concediendo la vida a los que estaban en los sepulcros!

En el oficio de completas (Apodeipnos) después de “por las oraciones” se dice la siguiente oración[1]:

Bendito eres, oh Soberano todopoderoso, que iluminaste el día con la luz del sol e iluminaste la noche con el resplandor del fuego. Tú que nos concediste pasar este día y acercarnos a los principios de la noche, escucha nuestra súplica y la de todo tu pueblo. Perdona todos nuestros pecados, voluntarios e involuntarios, y acepta nuestra súplica vespertina; envía a tu heredad la multitud de tu misericordia y compasión. Protégenos con tus santos ángeles, ármanos con las armas de tu justicia, rodéanos con tu verdad, guárdanos con tu poder, líbranos de todo mal y conspiración del adversario; concédenos que esta tarde, la noche venidera y todos los días de nuestra vida, sean perfectos, en paz, sin pecado, sin tropiezos, ni imaginaciones vanas. Por la intercesión de la Santa Madre de Dios y de todos los santos que te agradaron  desde los siglos. Amén.
¡Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con su muerte, y concediendo la vida a los que estaban en los sepulcros!
¡Resucitó del Sepulcro Jesús, el Señor, como había predicho, concediéndonos la Vida eterna y la gran misericordia!
Se termina con la bendición.
Equipo de redacción: “En el Desierto”


[1] Atribuida a san Basilio.