viernes, 25 de noviembre de 2011


Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate

Centurias sobre la Caridad
He aquí, oh padre Elpidio, que además del discurso acerca de la vida ascética he enviado a tu Santidad también el discurso sobre la caridad, en centurias de capítulos de igual número que los cuatro Evangelios. No es, en modo alguno, digno de tu expectativa, pero por lo menos no es inferior a nuestra posibilidad. Por lo restante, sepa tu Santidad que estas cosas no son en manera alguna labor de mi pensamiento personal, sino que, después de haber recorrido los tratados de los santos Padres y recogido de allí los conceptos que se referían al tema, y haber reunido después muchas cosas resumidamente, para que fuesen claras para recordarlas fácilmente, las envié a tu Santidad, recomendándote leerlas benévolamente y captar sólo su utilidad, pasando por alto la falta de belleza del estilo, y orar por mi modesta condición, privada de todo provecho espiritual. Te recomiendo también no tener lo escrito por inoportuno, pues he cumplido una orden; y digo esto porque somos muchos los que hoy oscurecemos con las palabras, mientras son pocos, en cambio, los que con las obras instruyen o son instruidos[1].
Aplícate, más bien, con esfuerzo a cada uno de los capítulos. No todos son fácilmente perceptibles a cada uno, como lo creo; sino que para muchos la mayor parte necesita de mucha investigación, aún si parecen dichos con simplicidad. Así, pues, revelada por ellos, podrá aparecer cualquier cosa útil para el alma. Y se revelará del todo por la gracia de Dios a quien lee con pensamientos no curiosos, sino con el temor de Dios y caridad. En cambio, nada útil se revelará jamás en ninguna parte a quien lee este trabajo o cualquier otro, no en vistas a una utilidad espiritual, sino con la intención de apresar expresiones para poder hablar mal de quien lo escribe, con el fin naturalmente de mostrarse a sí mismo, por presunción, más sabio que aquel.


primera centuria
1
La caridad es una buena disposición del alma, por la cual nada antepone al conocimiento de Dios. Es imposible que llegue a la posesión de esta caridad el que tiene una inclinación hacia cualquier cosa terrestre.

2
La caridad nace de la imperturbabilidad[2]; la imperturbabilidad, de la esperanza en Dios; la esperanza, de la paciencia y de la longanimidad; éstas, del perfecto dominio de sí; el dominio de sí, del temor de Dios; el temor, de la fe en el Señor.

3
Quien cree en el Señor teme el castigo; quien teme el castigo domina las pasiones; quien domina las pasiones soporta las aflicciones; quien soporta las aflicciones tendrá la esperanza en Dios; la esperanza en Dios separa de toda pasión terrena; el nous separado de éstas tendrá el amor de Dios.

4
El que ama a Dios antepone el conocimiento de Él a todas las cosas hechas por Él y persevera incesantemente en Él, mediante el deseo.

5
Si todas las cosas han sido hechas por Dios y  por medio de Dios, Dios es mejor que las cosas hechas por Él. Quien deja lo mejor y se dedica a las cosas peores, muestra que él mismo prefiere a Dios las cosas hechas por Él.

6
Quien tiene el nous fijo en el amor de Dios desprecia todas las cosas visibles y su mismo cuerpo como algo extraño.

7
Si el alma es mejor que el cuerpo e incomparablemente mejor que el mundo es Dios que la ha creado, quien antepone el alma el cuerpo y a Dios el mundo creado por él, no se distingue en nada de los idólatras.

Quien ha apartado el nous del amor y de la atención a Dios y lo tiene ligado a cualquier objeto sensible, éste es el que prefiere al alma, el cuerpo y al Dios creador, las cosas creadas por Él.

Si la vida del nous es la iluminación del conocimiento y éste nace del amor a Dios; se dice bien que nada es más grande que el amor divino[3].
Continuará…
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
al hno. Pablo Argárate" 


[1] Cf. Char IV, 85
[2] Traducimos apátheia como “imperturbabilidad”, siguiendo a Ceresa-Gastaldo, en vez de “libertad interior”, como lo hacen von Balthasar (innere Freiheit) y Pégon (liberté intérieure).
[3] Cf. 1 Co 13, 13.