jueves, 18 de agosto de 2011

VÍSPERAS Y LITURGIA DEL SÁBADO SANTO

Diác: Bendice Padre.

Sac.: Bendito sea el Reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Lector: Venid prosternémonos ante nuestro Rey y Dios. Venid prosternémonos ante Cristo, nuestro Rey y Dios. Él es nuestro Rey, Señor y Dios.

Sigue el salmo 103 (104).

Luego se reza la letanía de la paz, como en p. 3. Una vez recitada ésta, comienza la salmodia solemne: 140 (141), 141(142), 129 (130) y 116 (117), intercalándose los siguientes tropariosen la forma indicada.

Stijera de la Resurrección

Vers.: Desde lo más profundo clamé a ti, Señor. Señor, escucha mi voz[1].

Nuestras oraciones vespertinas recibe Santo Señor y concédenos la remisión de los pecados, pues sólo tú mostraste en el mundo la resurrección.

Vers.: Estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica.

Rodead a Sión, oh pueblos, y cercadla; dad gloria en ella al que ha resucitado de entre los muertos, pues Él es nuestro Dios, que nos redimió de nuestras iniquidades.

Vers.: Si consideras las iniquidades, Señor, ¿quién podrá subsistir?; porque junto a ti está el perdón.

Venid pueblos, alabemos y adoremos a Cristo, glorificando su resurrección de entre los muertos, pues Él es nuestro Dios, que redimió al mundo del engaño del enemigo.

Vers.: Por causa de tu Nombre esperé en ti, Señor, mi alma esperó en tu palabra, mi alma confía en el Señor.

Por tu pasión, oh Cristo, fuimos liberados de las pasiones, y por tu resurrección fuimos redimidos de la corrupción, Señor. ¡Gloria a ti!

Vers.: Desde la aurora hasta la noche espere Israel en el Señor.

Hoy el infierno exclama gimiendo: Me hubiera convenido no haber recibido a Aquel que nació de María, porque viniendo a mí, destruyó mi poder, quebrantó las puertas de bronce, y siendo Dios resucitó a las almas que tenía en mi poder. ¡Gloria Señor a tu cruz y a tu resurrección!

Vers.: Porque junto al Señor está la misericordia y la redención copiosa, y Él redimirá a Israel de todos sus delitos.

Hoy el infierno exclama gimiendo: Me hubiera convenido no haber recibido a Aquel que nació de María, porque viniendo a mí, destruyó mi poder, quebrantó las puertas de bronce, y siendo Dios resucitó a las almas que tenía en mi poder. ¡Gloria Señor a tu cruz y a tu resurrección!

Vers.: Alabad al Señor todas las naciones, alabadle todos los pueblos[2].

Hoy el infierno exclama gimiendo: Ha sido quebrantado mi poder; recibí un mortal como a uno de los que mueren, pero a éste no pude retenerlo, sino que con él soy despojado de muchos sobre los cuales reinaba; yo tenía a los muertos desde hace siglos, pero he aquí que éste resucita a todos. ¡Gloria Señor a tu cruz y a tu resurrección!

Vers.: Porque su misericordia ha sido afirmada sobre nosotros, y la verdad del Señor permanece para siempre.

Hoy el infierno exclama gimiendo: Fue abatido mi poder, el Pastor fue crucificado y resucitó a Adán, y he sido despojado de aquellos sobre quienes reinaba; y los que había tragado con mi poder, a todos los he vomitado; el Crucificado vació los sepulcros; y el poder de la muerte ya no tiene fuerza. ¡Gloria Señor a tu cruz y a tu resurrección!

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Místicamente prefiguró el gran Moisés el día de hoy diciendo: Y bendijo Dios el séptimo día; pues éste es el Sábado bendito; este es el día del reposo en el que el Hijo Unigénito de Dios reposó de todas sus obras; observando el Sábado[3] en la carne, mediante la dispensación de la muerte »que le llevó a sufrir la muerte¼, y volviendo de nuevo a lo que era anteriormente; por medio de la resurrección, nos concedió la vida eterna, como único Bueno y amante del hombre.

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

Theotokíon

A la Virgen María, gloria universal, la que nació de hombres y dio a luz al Señor, la Puerta celestial, cantemos el canto de los seres incorpóreos y la alabanza de los fieles; pues ella se ha mostrado cielo y templo de la Divinidad; ella, habiendo destruido el muro de la enemistad, nos trajo la paz y nos abrió el Reino. Teniéndola como ancla de la fe, tenemos como aliado al Señor que de ella nació. ¡Confiad, pues, confiad, pueblo de Dios, pues Él combatirá a los enemigos, en cuanto es omnipotente!

LA ENTRADA CON El EVANGELIO

Se canta el Himno “Luz gozosa...” de la p. 6.

No se dice prokimenon sino directamente: “Sabiduría”. Y el lector comienza inmediatamente con las lecturas

LECTURAS

Lectura del Génesis (1, 1-13)

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día primero. Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras». E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. Y llamó Dios al firmamento «cielos». Y atardeció y amaneció: día segundo. Dijo Dios: «Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo seco»; y así fue. Y llamó Dios a lo seco «tierra», y al conjunto de las aguas lo llamó «mares»; y vio Dios que estaba bien. Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra». Y así fue. La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban bien. Y atardeció y amaneció: día tercero.

Lectura de la profecía de Jonás (1-4)

Lectura de la profecía de Daniel (3, 1-56)

El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, de sesenta codos de alta por seis de ancha, y la erigió en el llano de Dura, en la provincia de Babilonia. El rey Nabucodonosor mandó a los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, juristas y jueces y a todas las autoridades provinciales, que se reunieran y asistieran a la dedicación de la estatua erigida por el rey Nabucodonosor. Se reunieron, pues, los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, juristas y jueces y todas las autoridades provinciales para la dedicación de la estatua erigida por el rey Nabucodonosor; todos estaban en pie ante la estatua erigida por el rey Nabucodonosor. El heraldo pregonó con fuerza: «A vosotros, pueblos, naciones y lenguas, se os hace saber: En el momento en que oigáis el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, os postraréis y adoraréis la estatua de oro que ha erigido el rey Nabucodonosor. Aquél que no se postre y la adore, será inmediatamente arrojado en el horno de fuego ardiente». Con tal motivo, en cuanto se oyó sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que había erigido el rey Nabucodonosor.

Sin embargo, algunos caldeos se presentaron a denunciar a los judíos. Tomaron la palabra y dijeron al rey Nabucodonosor: «¡Viva el rey eternamente! Tú, oh rey, has ordenado que todo hombre, en cuanto oiga sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, se postre y adore la estatua de oro, y que aquél que no se postre para adorarla sea arrojado en el horno de fuego ardiente. Pues hay algunos judíos a quienes has encargado de la administración de la provincia de Babilonia: Sadrak, Mesak y Abed Negó, que no te hacen caso, oh rey; no sirven a tu dios ni adoran la estatua de oro que has erigido». Ebrio de cólera, Nabucodonosor mandó llamar a Sadrak, Mesak y Abed Negó, que fueron introducidos ante el rey. Nabucodonosor tomó la palabra y dijo: «¿Es verdad, Sadrak, Mesak y Abed Negó, que no servís a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que yo he erigido? ¿Estáis dispuestos ahora, cuando oigáis sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, a postraros y adorar la estatua que yo he hecho? Si no la adoráis, seréis inmediatamente arrojados en el horno de fuego ardiente; y ¿qué dios os podrá librar de mis manos?»

Sadrak, Mesak y Abed Negó tomaron la palabra y dijeron al rey Nabucodonosor: «No necesitamos darte una respuesta sobre este particular Si nuestro Dios, a quien servimos, es capaz de librarnos, nos librará del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey; y si no lo hace, has de saber, oh rey, que nosotros no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido». Entonces el rey Nabucodonosor, lleno de cólera y demudada la expresión de su rostro contra Sadrak, Mesak y Abed Negó, dio orden de que se encendiese el horno siete veces más de lo corriente, y mandó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a Sadrak, Mesak y Abed Negó y los arrojaran al horno de fuego ardiente. Fueron, pues, atados estos hombres, con sus zaragüelles, túnicas, gorros y vestidos, y arrojados al horno de fuego ardiente. Como la orden del rey era perentoria y el horno estaba excesivamente encendido, la llamarada mató a los hombres que habían llevado allá a Sadrak, Mesak y Abed Negó. Y los tres hombres, Sadrak, Mesak y Abed Negó, cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente. Iban ellos por entre las llamas alabando a Dios y bendiciendo al Señor. Y Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así:

«Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, digno de loor, y tu nombre sea glorificado eternamente. Porque eres justo en todo lo que nos has hecho, todas tus obras son verdad, rectos todos tus caminos, verdad todos tus juicios. Juicio fiel has hecho en todo lo que sobre nosotros has traído, y sobre la ciudad santa de nuestros padres, Jerusalén. Pues con verdad y justicia has provocado todo esto, por nuestros pecados. Sí, pecamos, obramos inicuamente alejándonos de ti, sí, mucho en todo pecamos, no dimos oído a tus mandamientos, no los observamos, no cumplimos lo que se nos mandaba para nuestro bien. Sí, todo lo que sobre nosotros has traído, todo lo que nos has hecho, con juicio fiel lo has hecho. Nos has entregado en manos de nuestros enemigos, gentes sin ley, pésimos impíos, en manos de un rey injusto, el más perverso de la tierra toda. Y hoy no podemos abrir nuestra boca, la vergüenza y el oprobio han alcanzado a los que te sirven y te adoran. ¡Oh, no nos abandones para siempre, - por amor de tu nombre - no repudies tu alianza, no nos retires tu misericordia, por Abraham tu amado, por Isaac tu siervo, por Israel tu santo, a quienes tú prometiste multiplicar su linaje como las estrellas del cielo y como la arena de la orilla del mar!

Señor, que somos más pequeños que todas las naciones, que hoy estamos humillados en toda la tierra, por causa de nuestros pecados; ya no hay, en esta hora, príncipe, profeta ni caudillo, holocausto, sacrificio, oblación ni incienso ni lugar donde ofrecerte las primicias, y hallar gracia a tus ojos. Mas con alma contrita y espíritu humillado te seamos aceptos, como con holocaustos de carneros y toros, y con millares de corderos pingües; tal sea hoy nuestro sacrificio ante ti, y te agrade que plenamente te sigamos, porque no hay confusión para los que en ti confían. Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos dejes en la confusión, trátanos conforme a tu bondad y según la abundancia de tu misericordia. Líbranos según tus maravillas, y da, Señor, gloria a tu nombre. Sean confundidos los que a tus siervos hacen daño, queden cubiertos de vergüenza, privados de todo su poder, sea aplastada su fuerza. Y sepan que tú eres el único Dios y Señor, glorioso por toda la tierra».

Los siervos del rey que los habían arrojado al horno no cesaban de atizar el fuego con nafta, pez, estopa y sarmientos, tanto que la llama se elevaba por encima del horno hasta cuarenta y nueve codos, y al extenderse abrasó a los caldeos que encontró alrededor del horno. Pero el ángel del Señor bajó al horno junto a Azarías y sus compañeros, empujó fuera del horno la llama de fuego, y les sopló, en medio del horno, como un frescor de brisa y de rocío, de suerte que el fuego nos los tocó siquiera ni les causó dolor ni molestia. Entonces los tres, a coro, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios dentro del horno, y diciendo:

«Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, loado, exaltado eternamente. Bendito el santo nombre de tu gloria, loado, exaltado eternamente. Bendito seas en el templo de tu santa gloria, cantado, enaltecido eternamente. Bendito seas en el trono de tu reino, cantado, exaltado eternamente. Bendito tú, que sondas los abismos, que te sientas sobre querubines, loado, exaltado eternamente. Bendito seas en el firmamento del cielo, cantado, glorificado eternamente.

Todos se ponen de pie y cantan en tono II:

¡Alabad al Señor y ensalzadle por todos los siglos!

HIMNO DE LOS TRES JÓVENES[4]

El lector canta el himno y el coro intercala después de cada versículo:

“¡Alabadle y ensalzadle por todos los siglos!”.


Obras todas del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Ángeles del Señor, cielos del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Aguas todas que estáis sobre los cielos, todas las potencias del Señor bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Sol y luna, astros del cielo, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Lluvia toda y rocío, vientos todos, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Fuego y calor, frío y ardor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Luz y tinieblas, noches y días, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Rocíos y escarchas, hielos y fríos, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Heladas y nieves, rayos y nubes, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Bendiga la tierra al Señor, montes y colinas y todo lo que germina en la tierra, le cante, le exalte eternamente.

Mares y ríos, fuentes, cetáceos y todo lo que se mueve en las aguas, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Pájaros todos del cielo, fieras todas y bestias, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor, Israel bendice al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Sacerdotes del Señor, siervos del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Espíritus y almas de los justos, santos y humildes de corazón, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Ananías, Azarías, Misael, bendecid al Señor.

Apóstoles, profetas y mártires del Señor bendecid al Señor.

Bendecimos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Alabamos al Señor y lo ensalzamos por todos los siglos.

Alabamos, bendecimos y nos prosternamos ante el Señor.

Alabamos al Señor y lo ensalzamos por todos los siglos.

Letanía menor

Como en la p. 26, con la siguiente conclusión:

Sac.: Porque tú eres Santo, oh Dios nuestro, te glorificamos, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

En lugar del Trisagion se canta:

Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os revestísteis de Cristo. ¡Aleluya!

Prokimenon[5]: Que toda la tierra te adore y te cante.

Vers.: Vitoread a Dios toda la tierra.

EPÍSTOLA

Lectura de la epístola de san Pablo a los Romanos (6, 3-11)

Hermanos, cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte. Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda librado del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

No se canta el Aleluya, sino que en su lugar el sacerdote sale del santuario, esparciendo hojas de laurel por todo el templo, cantando en tono grave

Sac.: Levántate, oh Dios, juzga la tierra, porque tú eres el Señor de todas las naciones[6].

Vers.: Dios está en la asamblea de los dioses; en medio de los dioses juzga.

Coro: Levántate, oh Dios, juzga la tierra, porque tú eres el Señor de todas las naciones.

Vers.: ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente y haréis acepción de los impíos?

Coro: Levántate, oh Dios, juzga la tierra, porque tú eres el Señor de todas las naciones.

Vers.: Juzgad en favor del pobre y al huérfano; haced justicia a los afligidos y al menesteroso.

Coro: Levántate, oh Dios, juzga la tierra, porque tú eres el Señor de todas las naciones.

Vers.: Liberad al débil y al pobre, arrancadle de la mano de los impíos.

Coro: Levántate, oh Dios, juzga la tierra, porque tú eres el Señor de todas las naciones.

Vers.: No saben ni comprenden; caminan en tinieblas, todos los cimientos de la tierra vacilan.

Coro: Levántate, oh Dios, juzga la tierra, porque tú eres el Señor de todas las naciones.

Vers.: Yo dije: vosotros sois dioses, e hijo del Altísimo. Pero como hombres moriréis, y caeréis como cualquiera de los príncipes.

Coro: Levántate, oh Dios, juzga la tierra, porque tú eres el Señor de todas las naciones.

EVANGELIO

Sac.: Sabiduría, estemos de pie. Escuchemos el Santo Evangelio. La paz sea con todos vosotros.

Coro: Y con tu espíritu.

Diác: Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (28, 1-20)

Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis". Ya os lo he dicho».

Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: «Decid: "Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos". Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones».Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy. Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

Sigue la letanía y el resto como en la Divina Liturgia, siguiendo el formulario de San Basilio.

Para la Gran Entrada en lugar del Querubicón se canta el siguiente tropario que procede de la liturgia de Jerusalén o de Santiago:

Tono V

Que toda carne mortal guarde silencio y esté de pie con temor y temblor, y no piense en nada terreno. Porque el Rey de Reyes y Señor de los Señores, viene para ser inmolado y darse en alimento a los fieles. Lo preceden los coros de las ángeles con todos los principados y potestades, los Querubines, de muchos ojos, y los Serafines de seis alas, que cubren su rostro clamando: ¡Aleluya, aleluya, aleluya!

Kinonikon

El Señor se levantó como el que duerme y resucitó salvándonos. ¡Aleluya!

Después de la comunión de los fieles, en lugar del tropario habitual “Hemos visto la verdadera luz” se canta lo siguiente, en tono II:

¡Acuérdate , oh misericordioso, también de nosotros, así como te acordaste del ladrón, en tu Reino!

¡Aleluya, aleluya, aleluya!

Sea bendito y glorificado el Nombre del Señor, del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Bendición

Cristo, nuestro verdadero Dios, que resucitó de entre los muertos, por la intercesión de su Santísima y purísima Madre; por la virtud de su preciosísima y vivificadora Cruz; por la protección de los poderes celestiales; por las oraciones del glorioso profeta San Juan Bautista; de los santos gloriosos e ilustres apóstoles, de los santos gloriosos y victoriosos mártires, de nuestros santos Padres, de los santos antecesores de Cristo, Joaquín y Ana; y de todos los santos, tenga misericordia de nosotros y nos salve, porque es Dios bueno, misericordioso y ama a la humanidad.

Por las oraciones de nuestros santos Padres, Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten misericordia de nosotros y sálvanos.

Coro: Amén.

Equipo de redacción: “En el Desierto”


[1] Sal 129 (130).

[2] Sal 116 (117)

[3] sabbatísas

[4] Dn 3, 57-88

[5] Sal 66 (67), 4. 1

[6] Sal 82 .