viernes, 18 de junio de 2010

(Continuamos compartiendo algunos para parágrafos del Capítulo Cuarto del libro del Padre Gabriel Bunge, sobre la Vigilancia “Vasos de Barro”, Primera parte)

“Feliz el que esté en vela” (Ap 16,15)
El hombre moderno está acostumbrado a mirar la noche como tiempo de un bien ganado reposo. Si a pesar de todo queda voluntariamente en pie, será o porque su trabajo lo exige o para festejar o cosas por el estilo. Ciertamente que el hombre bíblico y los Padres dormían como cualquier persona, pero la noche era para ellos un tiempo privilegiado de oración.
Cuántas veces se habla en los salmos que el orante “medita” la ley del Señor no sólo de día sino también de noche1, que extiende de noche sus manos hacia Dios2, que se “levanta a medianoche, para alabar a Dios por sus justos juicios”3 ... Como ya vimos, también Cristo tenía la costumbre de “pasar la noche en oración con Dios”4, o “temprano cuando todavía estaba oscuro, ir a lugares desiertos para orar”5.
Por eso el Señor exhorta insistentemente a sus discípulos “a velar y orar”6, dando una nueva razón para ello: “ustedes no conocen la hora de la venida del Hijo del hombre”7, ya que debilitados por el sueño “podrían caer en tentación”8.
Igualmente el Apóstol exhorta insistentemente a “perseverar en oración dando gracias”9, -ya que él, según propio testimonio “veló durante muchas noches”10- . Ciertamente que no es en última instancia que el cristiano se distingue de los soñolientos hijos de este mundo por su velar de noche en oración:
Pero ustedes, hermanos, no viven en la oscuridad,
para que ese Día (del retorno del Señor)
los sorprenda como ladrón,
pues todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día.
¡Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas!
Así, pues, no durmamos como los demás,
sino velemos y seamos sobrios.
Pues los que duermen de noche duermen
y los que se embriagan, de noche se embriagan.
Nosotros, por el contrario, que somos del día,
seamos sobrios... 11.
La primitiva Iglesia tomó de inmediato muy a pecho el ejemplo de Cristo y de los Apóstoles llevando a la práctica sus exhortaciones. La vigilia pertenece a las costumbres más antiguas de la primera Iglesia:
Vigilen sobre sus vidas. Que sus lámparas no se apaguen12 y que sus cinturas permanezcan ceñidas13, estén preparados. Pues ustedes no saben la hora en la que vendrá nuestro Señor14.

El auténtico cristiano se asemeja al soldado. La oración es la “coraza de la fe”, como también “su arma defensiva y agresiva contra el enemigo que acecha alrededor nuestro”. Gracias a eso “jamás anda por ahí desarmado”:
¡Durante el día no dejamos nuestro puesto de centinela, en el transcurso de la noche no cesamos de estar en guardia (velando)! Provistos con el arma de la oración preservamos la divisa de guerra del jefe de nuestro ejército, mientras orando aguardamos que el ángel haga resonar la trompeta. 15
Este “rasgo escatológico” de la espera del retorno del Señor pasó de los primeros cristianos, - quienes veían su fe puesta a prueba en medio de las sangrientas persecuciones que debían soportar -, a los monjes, quienes se consideraban a sí mismos sucesores de aquellos (primeros) “soldados de Cristo”:
Se los puede ver (viviendo) desperdigados por los desiertos, (donde ellos) cual auténticos hijos del Padre, aguardan a Cristo, o como un ejército a su Rey, o como una noble servidumbre doméstica a su Señor y Liberador. Entre ellos nadie gasta su tiempo (pensando) en alimentos o vestidos, sino que mientras (cantan) himnos16 sólo aguardan la venida de Cristo17.

Como no perdían jamás de vista tal meta, hasta ordenaban desde tal punto de vista el desarrollo y el uso del tiempo de cada día:
En lo que se refiere al descanso nocturno, tú reza durante dos horas desde el atardecer, contadas a partir de la puesta del sol18. Y después de haber alabado (a Dios), duerme seis horas19. Álzate luego para las Vigilias nocturnas y pasa las restantes cuatro horas (en oración hasta la salida del sol)20. En el verano sigue (idéntica) observancia; pero con (el rezo de) menos salmos por la brevedad de las noches21.

En aquellos tiempos no se usaban relojes de precisión para medir el tiempo, - ¡ni siquiera existían! -, sino que lo medían a través de los versículos de salmos recitados en una hora, pues por experiencia se sabía cuántos debían ser22. Seis horas de sueño, la mitad de la noche23 son un lapso harto prudente. El levantarse durante la noche requiere un cierto esfuerzo de voluntad. No hay que maravillarse entonces que el fervor inicial corriera peligro de ir disminuyendo con el tiempo, también entre los clérigos. Es por eso mismo que Nilo de Ancyra le exhorta enfáticamente al diácono Jórdán:
Sabiendo que Cristo, el Todopoderoso, queriendo enseñarnos a vigilar y a rezar lo hizo (él mismo) “pasando toda la noche en oración”24, y que también “Pablo y Silas glorificaban a Dios a medianoche”25, y que el profeta (David) dice: “a medianoche me levanté para alabar tus justos mandamientos”26, ¡me sorprende cómo tú, que te la pasas durmiendo y roncando la noche entera, no seas condenado por tu propia conciencia! Decídete también tú a tomar la resolución de sacudirte el sueño mortal a fin de poderte dedicar, sin apatía ninguna, a la oración y a la salmodia27.


Notas:
1-Sal 1,2.
2-Sal 76,3; 133,2.
3-Sal 118,62.
4-Lc 6,12.
5-Mc 1,35.
6-Mc 14,38; ver Lc 21,36.
7-Mc 13,33 y pars.
8-Ver Mt 26,46 y pars..
9-Col 4,2; ver Ef 6,18.
10-2 Co 6,5; 11,27.
11-1 Ts 5,4 y ss.
12-Ver Mt 25,8.
13-Lc 12,35.
14-Didajé 16,1. La referencia última es a Mt 24,42. 44.
15-Tertuliano, De Oratione 29.
16-Ver Ef 5,19.
17-Historia Monachorum in Aegypto, prólogo 7 (Festugière).
18-Es decir aproximadamente entre las 18 y las 20 horas.
19-Desde las 20 hasta las 02 de la madrugada.
20-Desde las 02 hasta las 06 de la madrugada.
21-Barsanufio y Juan, Epistula 146.
22-Ibid. Epistula 147.
23-Ibid. Epistula 158. En el desierto de Escete se acostumbraba a dormir durante un tercio de la noche, es decir 4 horas,. Ver Evagrio, Vita D (con la correspondiente nota).
24-Lc 6,12.
25-Hch 16,25.
26-Sal 118,62.
27-Nilo d Ancyra, Epistula III,127 (PG 79,444 A).