EN LOS OFICIOS DE LAS HORAS DE PASCUA,
COMPLETAS Y DE MEDIA NOCHE
Estas horas se cantan
desde este domingo de Pascua hasta el sábado siguiente.
Sac.: Bendito
es nuestro Dios, en todo tiempo, ahora y siempre, y por los siglos de los
siglos.
Lector: Amén.
¡Cristo
resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con su muerte, y
concediendo la vida a los que estaban en los sepulcros!
Habiendo
visto la Resurrección de Cristo, prosternémonos ante el Santo Señor Jesús, el
único exento de pecado. Tu cruz, oh Cristo, adoramos, y tu santa Resurrección
alabamos y glorificamos; porque tú eres nuestro Dios, y fuera de ti no
conocemos a ningún otro, tu Nombre invocamos.
¡Venid
fieles, todos, adoremos la santa Resurrección de Cristo, porque por la cruz
entró la alegría al mundo entero. Te bendecimos en todo tiempo, Señor, y
alabamos tu Resurrección, porque padeciendo la cruz por nosotros, destruiste la
muerte con la muerte!
Al
alba fueron las mujeres que estaban con María, y encontrando la piedra del
sepulcro movida, oyeron del ángel: “Al que está en la Luz eterna ¿por qué lo
buscáis entre los muertos? Mirad los lienzos de la sepultura; ¡corred y
proclamad al mundo que el Señor ha resucitado, matando a la muerte, porque es
el Hijo de Dios, que salva a toda la humanidad!
Aunque
descendiste al sepulcro, oh Inmortal; destruiste el poder del infierno y
resucitaste como vencedor, ¡oh Cristo Dios!, y dices a las mujeres portadoras
de mirra: “¡Alegráos!” y otorgas la paz a tus apóstoles. ¡Tú que concedes la
resurrección a los caídos!
Oh
Cristo, estás en el sepulcro corporalmente, en el infierno con el alma como
Dios, en el Paraíso con el Ladrón, y en el trono con el Padre y el Espíritu,
llenando todo, oh Incircunscribible.
Gloria
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Oh
Cristo, tu sepulcro, la fuente de nuestra resurrección, se ha mostrado
Vivificador, realmente más hermoso que el Paraíso, y más luminoso que toda
cámara real.
Ahora
y siempre, y por los siglos de los siglos.
Alégrate,
tú que eres divina morada santificada del Altísimo; pues por medio de ti ha
sido dada la alegría a los que claman: “¡Bendita eres entre las mujeres, oh
Señora, exenta de toda mancha!”.
¡Señor,
ten piedad! (40 veces).
Gloria
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los
siglos.
Tú
eres más honorable que los Querubines, e incomparablemente más gloriosa que los
Serafines. Tú que sin corrupción diste a luz al Verbo de Dios; verdaderamente
eres la Madre de Dios y a ti te engrandecemos.
En
el Nombre del Señor, bendice Padre.
Sac.: Por las
oraciones de nuestros santos Padres, Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten piedad
de nosotros. Amén.
Cristo,
nuestro verdadero Dios, que resucitó de entre los muertos, por las oraciones de
su purísima e inocentísima Madre, de los santos gloriosos e ilustres apóstoles;
de nuestros santos y teóforos Padres, y de todos los santos, tenga misericordia
de nosotros y nos salve, como Dios bueno y misericordioso que ama a la
humanidad.
¡Cristo
resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con su muerte, y
concediendo la vida a los que estaban en los sepulcros!
En el oficio de completas (Apodeipnos) después de “por las
oraciones” se dice la siguiente oración[1]:
Bendito
eres, oh Soberano todopoderoso, que iluminaste el día con la luz del sol e
iluminaste la noche con el resplandor del fuego. Tú que nos concediste pasar
este día y acercarnos a los principios de la noche, escucha nuestra súplica y
la de todo tu pueblo. Perdona todos nuestros pecados, voluntarios e
involuntarios, y acepta nuestra súplica vespertina; envía a tu heredad la
multitud de tu misericordia y compasión. Protégenos con tus santos ángeles,
ármanos con las armas de tu justicia, rodéanos con tu verdad, guárdanos con tu
poder, líbranos de todo mal y conspiración del adversario; concédenos que esta
tarde, la noche venidera y todos los días de nuestra vida, sean perfectos, en
paz, sin pecado, sin tropiezos, ni imaginaciones vanas. Por la intercesión de
la Santa Madre de Dios y de todos los santos que te agradaron desde los siglos. Amén.
¡Cristo
resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con su muerte, y
concediendo la vida a los que estaban en los sepulcros!
¡Resucitó
del Sepulcro Jesús, el Señor, como había predicho, concediéndonos la Vida
eterna y la gran misericordia!
Se termina con la bendición.
Equipo de redacción: “En
el Desierto”