Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de
San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de
Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Centurias
sobre la Caridad
cuarta centuria
26
No juzgues como inepto o malo al hermano
espiritual y virtuoso de ayer por el odio que hoy ha sobrevenido en ti por la
envidia del maligno; sino que con la caridad paciente, pensando las cosas
buenas de ayer, expulsa del alma el odio de hoy.
27
No vituperes hoy como inepto y malo a
aquel que ayer alababas como bueno y elogiabas como virtuoso, justificando el
reproche al hermano, mediante tu cambio de la caridad al odio, el odio malvado
que hay en ti; sino que continúa con los mismos elogios aún si ahora estás
dominado por la tristeza, y llegarás fácilmente a la misma caridad que salva.
28
No manches el elogio habitual del
hermano en compañía de los otros hermanos, mezclando escondidamente en la
conversación el vituperio a causa de la tristeza hacia él que aún está en ti;
sino que en compañía emplea un elogio puro y ora sinceramente por él como por
ti mismo y así serás rápidamente liberado del odio funesto.
29
No digas: no odio a mi hermano si vuelve
a ti su recuerdo; sino que escucha a Moisés que dice: No odies de pensamiento a tu hermano, sino que, en cambio, lo
reprocharás abiertamente y no incurrirás en pecado por su causa[1].
30
Si acaso un hermano, tentado, continua
hablando mal de ti, tú no te alejes de la disposición de la caridad, soportando
su malvado demonio que turba tu mente. No te alejes de esta disposición y si
eres injuriado, bendecirás; si eres difamado, hablarás bien[2]; si
eres insidiado, pensarás bien: ésta es la vía de la filosofía según Cristo y
quien no la recorre no habita con Él.
31
No consideres benévolos, aún si parecen
decir la verdad, a aquellos que te traen palabras que producen en ti tristeza y
odio hacia el hermano; más bien expúlsalos como a serpientes mortíferas, para
que impidas también a aquellos vituperar, y libres a tu propia alma de la
malicia.
32
No hieras al hermano con alusiones
ambiguas, para que recibiendo palabras semejante de su parte no apartes de ambos
la disposición de la caridad; sino, ve y repróchale con amorosa franqueza, para que, removidas las causas de la
tristeza, libres a ambos de la turbación y de la tristeza.
33
Explora la conciencia con toda
exactitud, no sea que el hermano no se haya reconciliado por culpa tuya; y no
la engañes, a ella que conoce tus cosas secretas y te acusa en el tiempo de la
partida y llega a ser para ti obstáculo
en el tiempo de la oración.
34
No recuerdes en tiempo de paz las cosas
dichas por el hermano en tiempo de la tristeza, sea que estas cosas tristes
hayan sido dichas abiertamente a ti, sea que hayan sido dichas a otro acerca de
ti y tú las hayas oído después, a fin de que, no soportando el resentimiento de
los pensamientos, no vuelvas al odio funesto al hermano.
35
Un alma racional que nutre odio hacia un
hombre no puede estar en paz con Dios, quien es el dispensador de los
mandamientos: Si pues, Él dice, no perdonas a los hombres sus faltas,
tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras faltas[3]. Pero
si aún aquel no quiere hacer la paz, guárdate, sin embargo, del odio, orando
sinceramente por él y no hablando mal de él a nadie.
36
La inefable paz de los santos ángeles es
alcanzada con estas dos disposiciones: el amor a Dios y el amor mutuo; semejantemente
la de todos los santos que han existido. Magníficamente ha sido dicho por
nuestro Salvador: De estos dos
mandamientos penden toda la ley y los profetas[4].
37
No seas presuntuoso y no odiarás al
hermano; no te ames a ti mismo y amarás a Dios.
38
Si has decidido vivir junto a hermanos
espirituales, renuncia desde la puerta de casa a tus deseos; de otro modo no
podrás vivir en paz ni con Dios ni con los que viven contigo.
39
El que ha podido obtener la perfecta
caridad y ha dirigido a ella toda su vida, éste dice Señor Jesús en el Espíritu Santo[5]; y,
en caso contrario, dirá, evidentemente,
lo contrario.
40
El amor a Dios ama siempre poner alas al
nous para la unión divina; la caridad
hacia el prójimo lo dispone a pensar siempre cosas buenas de él.
41
Es propio de quien ama aún la vanagloria
o está apegado a cualquier cosa material, el entristecerse con los hombres por
cosas temporales o guardar rencor o tener odio contra ellos, o ser esclavo de
vergonzosos pensamientos. Todas estas cosas, en cambio, son completamente
extrañas al alma que ama a Dios.
42
Cuando no digas ni
realices nada vergonzoso de pensamiento y cuando no guardes rencor contra quien
te dañó o habló mal de ti y cuando en el tiempo de la oración conserves siempre
al nous libre de la materia y forma,
sabe entonces que has alcanzado la plenitud de la imperturbabilidad y de la
perfecta caridad.
43
No es lucha pequeña el
librarse de la vanagloria; pero uno se libera de ella con el trabajo oculto de
la virtud y con la oración más asidua. Signo de la liberación es el no guardar
más rencor contra quien ha dicho o continúa diciendo el mal.
44
Si quieres ser justo,
da a cada una de las partes que están en ti aquello que les es debido, es decir
al alma y al cuerpo. A la parte racional del alma, lecturas, contemplaciones
espirituales y oración; a aquella irascible, caridad espiritual que se oponga
al odio; a aquella concupiscible, templanza y dominio de sí; a la carne,
nutrición y ropas, las únicas cosas indispensables.
45
El nous obra según naturaleza cuando
tiene las pasiones sometidas y contempla los principios[6] de
las cosas y vive hacia Dios.
46
Como
salud y enfermedad son contempladas respecto al cuerpo del ser viviente, y luz
y tiniebla respecto al ojo, así virtud y vicio respecto al alma, y conocimiento
e ignorancia respecto al nous.
47
El cristiano filosofa
en estas tres cosas: en los mandamientos, en la doctrina, en la fe. Los
mandamientos separan al nous de las
pasiones; la doctrina lo introduce en el conocimiento de los seres; la fe en la
contemplación de la santa Trinidad.
48
Algunos de los que combaten rechazan sólo los pensamientos pasionales,
otros, en cambio, arrancan también las pasiones mismas. Se rechazan los
pensamientos pasionales, por ejemplo, con la salmodia o la oración o la
elevación del nous o cualquier otra
distracción útil; se arrancan, en cambio, las pasiones despreciando aquellas
cosas por las cuales se adquieren las pasiones.
49
Éstas son las cosas por las cuales
adquirimos las pasiones: mujer, riquezas, gloria, etc. Y uno puede despreciar
la mujer, cuando tras haberse retirado domina el cuerpo como es debido mediante
la continencia; las riquezas, cuando convence a la parte racional a estar
satisfecha con lo necesario; la gloria, cuando ama el ejercicio escondido de
las virtudes, sólo visible a Dios; y del mismo modo respecto a las otras cosas.
El que las desprecia, no llega jamás al odio contra ninguno.
50
El que renunció a las cosas, como a la
mujer y a las riquezas y al resto, hizo monje al hombre exterior, pero no aún a
aquel interior. En cambio el que renunció a los pensamientos pasionales de
estas cosas, hizo monje al hombre interior, es decir al nous. Uno hace fácilmente monje al hombre exterior, si lo quiere;
pero no es pequeña lucha hacer monje al hombre interior.
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
al hno. Pablo
Argárate"
Notas:
[1] Lv 19, 17.
[2] Aquí la traducción italiana de Ceresa-Gastaldo, p. 207 traduce erróneamente como:”calumniado, callarás”
(calunniato, tacerai) que no corresponde con el texto griego. Al mismo tiempo
en el texto de Migne falta la segunda
recomendación: “”si eres difamado, hablarás bien”.
[3] Mt
6, 14-15.
[4] Mt
22, 40.
[5] 1 Co 12, 3.
[6] logoi