lunes, 20 de diciembre de 2010

TRATADO DE LA ORACIÓN

IV PARTE

130. Si logras alcanzar las promesas, reinarás. Piensa esto y soportarás alegremente la pobreza del presente.

131. No rehuyas la pobreza y la tribulación, pues son el alimento de la oración ingrávida.

132. Que las virtudes del cuerpo te ayuden a adquirir las del alma; las del alma a las del espíritu; y estas últimas, a la gnosis inmaterial.

133. Cuando ores, si los pensamientos fácilmente se apartan de ti, mira de donde proviene esto, no sea que caigas en una emboscada y te traiciones a ti mismo por haberte equivocado.

134. Sucede a veces que los demonios te sugieren pensamientos, incitándote a la vez a que ores contra ellos y los combatas. Entonces ellos se retiran espontáneamente. Lo hacen para engañarle y hacerte creer que ya has comenzado a vencer los pensamientos y a atemorizar a los demonios.

135. Si oras contra una pasi6n o contra un demonio que te atormenta, acuérdate de aquel que dijo: “Perseguiré a mis enemigos, los alcanzaré, no me detendré hasta haberlos vencido; los quebrantaré y no podrán rehacerse y sucumbirán bajo mis pies”

(S 17, 38-39), etc. Esto dirás en el tiempo oportuno, armándote de humildad contra los adversarios.

136. No creas que has alcanzado la virtud antes de haber luchado por ella hasta derramar sangre. Es necesario oponerse a muerte al pecado, luchando de un modo irreprensible, como dice el divino Apóstol.

137. Cuando hayas hecho un bien a alguien, otro vendrá a hacerte mal para que la injusticia te haga defeccionar o cometer algún traspié, disipando malamente lo que en buena ley habías juntado. Esto es lo que persiguen los perversos demonios, por eso hay que estar sabiamente atento.

138. Prepárate para recibir los asaltos de los demonios que vienen a la carga, pensando cómo vas a hacer para eludir su servidumbre.

139. De noche, los demonios intentan turbar por sí mismos al maestro espiritual. De día se sirven de los hombres para asediarlos con dificultades, calumnias y peligros.

140. No escapes de los bataneros porque éstos hieren al pisar y desgarran al estirar. Piensa que por este medio se vuelve limpia y clara tu sensibilidad.

141. Mientras no renuncies a las pasiones y tu espíritu continúe oponiéndose a la virtud y a la verdad, no podrás hallar en tu seno el perfume de agradable olor.

142. ¿Quieres orar? Sal de aquí y ten tu morada en los cielos, Pero no sólo con palabras sino con la praxis angélica y con la gnosis divina.

143. Si solamente en el tiempo de la adversidad te acuerdas del Juez y de qué terrible e insobornable es, no has aprendido a servir al Señor con temor y a gozar de Él (S 2, 11). Debes saber que en el tiempo de las alegrías y consuelos espirituales hay que rendirle culto con mayor piedad y reverencia.

144. Es un hombre sabio aquel que, antes de haber alcanzado su perfecta conversión, no abandona el recuerdo doloroso de sus propios pesados y del castigo del fuego eterno que ellos reclaman,

145. Aquel que todavía sufre el impedimento de los pecados o de los accesos de ira, y pretende descaradamente alcanzar el conocimiento de las cosas divinas y, aun, la oración inmaterial, merece la censura del Apóstol que le advierte que es peligroso para él orar con la cabeza descubierta y sin velo: “Debe ésta -dice- tener una señal de sujeción en su cabeza, por la presencia de los ángeles” (1 Cor 11, 10), envolviéndose en el pudor y la humildad apropiadas.

146. Como de nada aprovecha al que está enfermo de los ojos el mirar firmemente el sol cuando brilla con más fuerza en pleno mediodía, así de nada aprovecha al espíritu dominado por las pasiones e impuro imitar la terrible y espléndida oración en espíritu y en verdad, sino que, más bien, provoca contra él la indignación divina.

147. Si el que fue al altar llevando una ofrenda, no fue admitido por Aquel que nada necesita y que es insobornable hasta que se reconciliase con su prójimo ofendido, mira qué cuidado y qué discreción son necesarias para ofrecer a Dios un incienso que le agrade en el altar espiritual.

148. No seas locuaz ni busques la gloria, de lo contrario, no sobre la espalda sino sobre tu rostro ararán los pecadores (cf. S 128, 3). Seducido y arrastrado por pensamientos extraños, les servirás de diversión en el tiempo de la oración.

149. La atención que se esfuerza por alcanzar la oración hace hallar la oración. Si hay algo que lleva a la oración, es esta atención. Es necesario, pues, aplicarse a ella.

150. Como la vista es el más noble de los sentidos, así la oración es la más divina de las virtudes.

151. La bondad de la oración no proviene simplemente de su extensión sino de su calidad. Esto lo demuestra la parábola de los dos hombres que subieron al templo (Lc 18, 10 y s.s) y también aquellas palabras: “Cuando oréis no habléis mucho, etc”. (Mt 6, 7).

152. Mientras te preocupes de cómo está tu cuerpo, y tu espíritu ande solícito tras las cosas agradables de la tienda, todavía no has visto el “lugar de la oración”, sino que está muy lejos de ti el feliz camino que conduce a ella.

153. Cuando tu oración sea para ti tu mayor alegría, entonces habrás hallado verdaderamente la oración.