sábado, 17 de julio de 2010

Compartimos una presentación a los relatos de un Peregrino Ruso

Los Relatos de Un Peregrino Ruso pertenecen al movimiento literario ruso del siglo XIX, en lo que tiene de más sereno y puro.
El peregrino hace que el lector penetre en el corazón mismo de la vida rusa, poco después de la guerra de Crimea y antes de la abolición de la servidumbre o sea entre los años 1856 y 186l. Todo está encuadrado en una llanura inmensa con iglesias de colores claros y campanas refulgentes y sonoras.
Cristiano ortodoxo corno es, su preocupación es pasar de la noche oscura a la noche luminosa: la contemplación de la Santísima Trinidad.
El peregrino (strannik) describe su odisea a través de Rusia, que él recorre con un morral que contiene pan seco y la Biblia. En un monasterio, encuentra un starets (Padre espiritual) y lo interroga sobre la manera de poder practicar el consejo del apóstol: orar sin cesar. El starets le explica la práctica de la oración de Jesús. Lo somete -si se puede hablar de ese modo- a un régimen de entrenamiento progresivo. Le hace decir la oración de Jesús, primero 3.000 veces por día, luego 6.000, finalmente 12.000 veces. Luego el peregrino deja de contar el número de oraciones; asocia el "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador" con cada respiración, con cada latido del corazón. Llega el momento en que ya no se pronuncia ninguna palabra: los labios se callan y sólo resta escuchar hablar al corazón. Así, la oración de Jesús le sirve de alimento para el hambre, de bebida para la sed, de reposo en la fatiga, de protección contra los lobos. y los demás peligros; inspira las conversaciones que el peregrino entabla con las gentes que encuentra, gentes del simple pueblo, como el peregrino mismo. La fe del peregrino no es emotividad poética.
Nutrido de las enseñanzas teológicas, todas sus acciones son guiadas por el deseo de la perfección de la vida espiritual, cuya finalidad es la contemplación. Si la fe precede a las obras, sin obras la fe no existe. Reuniendo todas las fuerzas de su espíritu para contemplar al Ser Absoluto, recibe a veces de Cristo, el nuevo Adán, algunos de los privilegios del Adán primero. Consigue ignorar el frío, el hambre y el dolor; la misma naturaleza le parece transfigurada.
"Arboles, hierbas, tierra, aire, luz, todas estas cosas me dicen que existen para el hombre y que para el hombre dan testimonio de Dios: Todas oraban, todas cantaban: la gloria de Dios."
El campesino, en su peregrinar por las estepas de Rusia invocando constantemente el Nombre de Cristo y hablando a todos de la Oración de Jesús, conoce a condenados a trabajos forzados; desertores, nobles, miembros de diferentes sectas, sacerdotes del campo… Pero nada le detiene.
Este pequeño libro ha popularizado más este tipo de plegaria tanto en Oriente como en Occidente. Gracias a esta obra la Oración de Jesús, u Oración de Corazón, saltó los muros de los monasterios para pasar a la piedad popular. Alguien ha dicho que ha hecho más por la comprensión entre los cristianos esta obra. que un sinnúmero de reuniones teológicas.

Algunos textos selectos:
“La plegaria de Jesús, interior y constante, es la invocación continua e ininterrumpida del Nombre de Jesús por medio de los labios, del corazón y de la inteligencia, sintiendo su presencia en todas partes y en todo momento incluso mientras dormimos. Se expresa con estas palabras: ¡Señor Jesucristo, tener piedad de mí! Aquel que se habitúa a esta invocación siente un gran consuelo y la necesidad de decirla siempre; y al cabo de un cierto tiempo ya no sabe estar sin decirla y ella sola nace en su interior.”
“Siéntate en el silencio y en la soledad; inclina la cabeza y cierra los ojos; respira más suavemente, mira con tu imaginación al interior de tu corazón, recoge tu inteligencia, es decir, tu pensamiento, de la cabeza al corazón. Di mientras respiras en voz baja o simplemente en espíritu: ¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!. Esfuérzate en apartar todo pensamiento, sé paciente y repite este ejercicio a menudo.”
"Todo mi deseo estaba fijo sobre una sola cosa: decir la oración de Jesús y, desde que me consagré a ello, estuve colmado de alegría y de consuelo. Era como si mis labios y mi lengua pronunciaran por sí mismos las palabras, sin esfuerzo por mi parte.”
"...Entonces sentí como un ligero calor en mi corazón y tal amor por Jesucristo en mi pensamiento que me imaginé a mi mismo arrojándome a sus pies - ¡Ay, si pudiera verlo!-- y rete-niéndolo en mi abrazo, besando con ternura sus pies y agradeciéndole con lágrimas haberme permitido, en su gracia y su amor, encontrar en su nombre un consuelo tan grande - a mí, su criatura indigna y pecadora. En seguida sobrevino en mi corazón un calor agradable que se expandió en todo mi pecho...'
"Algunas veces mi corazón resplandecía de alegría, en tanto que estaba liviano, pleno de libertad y de consuelo. A veces yo sentía un amor ardiente hacia Jesucristo y todas las criaturas de Dios... A veces, invocando el nombre de Jesús, estaba colmado de felicidad, y después de eso conocía el sentido de estas palabras: "El reino de Dios está dentro vuestro".
Los Relatos... ¿son, en verdad, una autobiografía? ¿O son una novela espiritual, tal vez una obra de propaganda? En ese caso, ¿de qué medio emanan? Se trata de preguntas que debemos dejar sin respuesta. No todo está allí hecho con un oro igualmente puro. La oración de Jesús está presentada, tal vez excesivamente, como actuando ex opere operato. Un teólogo, un higúmeno, un sacerdote que tenga almas a su cargo, se expresaría con mayor sobriedad y prudencia. Pero no se podría permanecer insensible a la frescura del relato, a su aparente sinceridad, a menudo, a su belleza espiritual y, finalmente a los dones literarios del autor. Los Relatos... tuvieron una continuación. Una segunda parte, atribuida al mismo autor que la primera, apareció veintiséis años después que ésta y en las mismas condiciones misteriosas. Esta segunda parte es muy diferente. Ella teologiza; reproduce conversaciones en las que intervienen, entre otros, un profesor y un starets; no tiene la ingenuidad (tal vez sólo aparente) y el encanto de la obra primitiva, y se encontrará poco verosímil que una y otra hayan sido escritas por la misma pluma.