martes, 7 de junio de 2011

Compartimos un texto de Orígenes que agradecemos a Teodoro H. Martín

I. Exhortación al Martirio
Resistamos con firmeza no sea que surja en nosotros alguna duda sobre si debemos negar o confesar; para que no se aplique la palabra de Elías: “¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si el Señor es Dios, seguidle” (1 Re 18, 21)[1].

En el capítulo “Ejemplos” acude abundantemente a la confesión y martirio de 1 Mac 16,1 ss.

A ti, su compañero de batalla, y a todos los demás que sufren martirio completando lo que faltó a los sufrimientos de Cristo (Col 1, 24). Él está contigo para mostrarte el camino del paraíso de Dios y cómo tú puedes pasar por los querubines y la espada flameante que gira en torno y guarda el camino que conduce al árbol de la vida (Gn 3, 24). Guardan el camino que lleva al árbol de la vida para que ninguno entre por él indignamente. La espada flameante alcanzará a los que sobre el cimiento puesto, que es Jesucristo, han edificado con madera, heno o paja (1 Co 2, 11- 12). La madera, si me es lícito hablar así, de la negación, que arde fácilmente. Pero el querubín recibirá a quienes por naturaleza no pueden alcanzar la espada ardiente, pues ellos no han edificado con nada que pueda incendiarse. Los escoltarán hasta el árbol de la vida y hasta todos los árboles que Dios plantó e hizo crecer sobre el suelo (Gn 2, 8-9). Porque Jesús es su guía hasta el paraíso, éstos desprecian la serpiente que él ha vencido y aplastado con sus pies[2].

Cualquier persona desea vivir esta vida, aunque esté persuadida de que el alma es de naturaleza racional y que tiene parentesco con Dios. Dios y el alma son inteligibles e indivisibles. El alma es incorpórea como lo demuestra la realidad[3].
Equipo de redacción:"En el Desierto"

Notas:
[1]p. 45
[2] n.36, p. 58
[3] n. 47, p. 66