Continuamos Compartiendo otro texto de Orígenes que agradecemos a Teodoro H. Martín
I. Sobre la Oración
El tratado se divide en tres partes:
1) La oración en general;
2) el Padre Nuestro;
3) Circunstancias de la Oración.
La Oración en general
Se confirma lo dicho con los siguientes ejemplos de la sagrada Escritura. La persona que ora debe levantar “sus manos piadosas” plenamente desarraigada el alma de la pasión de la ira, sin guardar enojo contra nadie antes bien perdonando todos los pecados con que le han ofendido. Luego para que la mente esté libre de pensamientos extraños, durante el tiempo de la oración ha de olvidarse de todo lo que no sea oración[1].
Renunciar a toda maldad es acto de la mayor virtud, pues como dice el profeta Jeremías en eso se resume toda la ley. Dice así: “Cuando yo saqué a vuestros padres del país de Egipto no les mandé nada tocante a holocausto y sacrificio” (Jr 7, 22) sino “amor y compasión practicado cada cual con su hermano, no maquinéis mal uno contra otro en vuestro corazón” (Zc 7, 9-11). Cuando acudimos a la oración dejando olvidadas las injurias cumplimos el mandato del Señor. “Y cuando os ponéis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno” (Mc 11, 25). Es evidente que cuando nos ponemos a orar de esta manera ya hemos conseguido lo mejor[2].
El Sumo Sacerdote ora con los que oran de corazón. Y también “los ángeles en el cielo se alegran por un pecador que se convierte más que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión”. Asimismo las almas de los santos que ya descansaron. Esto se prueba con el pasaje de Rafael ofreciendo al Señor un sacrificio espiritual por Tobías y Sara. Después que ambos oraron, dice la Escritura: “Fue oída en aquel instante en la gloria de Dios la plegaria de ambos y fue enviado Rafael a curar a los dos” (Tob 3, 16-17). El mismo Rafael, al dar a conocer lo que había hecho por ellos como ángel a las órdenes de Dios dice: “Cuando tú y Sara hacíais oración, era yo el que presentaba y leía ante la gloria del Señor el memorial de vuestras peticiones”. Y un poco más adelante: “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada en la gloria del Señor” (Tob 12, 12.15) Por tanto, conforme a las palabras de Rafael, “buena es la oración con ayuno, limosna y justicia” (Tob 12, 8).
Otro santo, ya fallecido, dio testimonio diciendo: “Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios” (2 Mac 15, 14)[3].
Más que los apóstoles, los ángeles trabajan por el crecimiento y extensión de la Iglesia[4].
Durante la oración el que ora recuerda a los ángeles lo que necesita y ellos lo cumplen, si pueden, pues han recibido orden universal[5].
Ora “constantemente” (obras virtuosas y cumplimiento de los mandamientos son parte de al oración) el que une la oración al cumplimiento de los deberes y las obras buenas a la oración. La única manera de entender el mandato de “orar siempre” (1 Ts 5, 17), teniendo en cuenta nuestras limitaciones, es considerar que la vida del santo en conjunto es una gran oración. Lo que acostumbramos llamar oración es, por consiguiente, parte de esta oración. Ateniéndonos a la noción común de oración hay que practicarla tres veces al día. Esto se ve claro en la historia de Daniel que oraba tres veces al día aun cuando por ello corriese gran peligro (Dn 6, 13). San Pedro subió a la terraza para hacer oración hacia la hora sexta cuando vio el lienzo que bajaba del cielo atado por las cuatro puntas. Practicaba el segundo de los tres tiempos de oración, como dice David: “Porque a ti te suplico, Señor, y a de mañana oyes mi voz; de mañana te presento mi súplica y me quedo a la espera” (Sal 5, 3). El último tiempo de oración queda indicado así: “El alzar de mis manos como oblación de la tarde” (Sal 141, 2). A decir verdad, cumplimos debidamente con el tiempo de la noche con esta oración de la que habla David cuando dice: “Me levanto a media noche a darte gracias por tus justos juicios” (Sal 119, 62). Pablo, como se refiere en los Hechos de los apóstoles, oraba hacia “media noche con Silas en Filipo y cantaban un himno a Dios de manera que los prisioneros pudieron oírles” (Hch 16, 25)[6].
Y ¿para qué presentar una larga lista de los que alcanzaron de Dios los mayores favores orando de la manera que deben? Cada cual puede por sí mismo hacer una selección de ejemplos tomados de la Biblia.
Ana, cuando todos la creían estéril, oró al Señor[7]y por ello dio a luz a Samuel a quien se lo compara con Moisés[8]. Ezequías, todavía sin hijos cuando Isaías le anunció que iba a morir, oró y fue contado en la genealogía del salvador[9]. Cuando el pueblo estaba a punto de perecer por decreto, debido a las intrigas de Amán, la oración de Mardoqueo y Ester con el ayuno fue escuchada y dio lugar a un nuevo día de fiesta, además de las solemnidades que había mandado Moisés (Est 3, 6. 7; 4, 16. 17; 9, 26-28). Judit, habiendo hecho oración, con la ayuda de Dios venció a Holofernes. Así una mujer hebrea humilló a la casa de Nabucodonosor[10]. Un viento fresco impidió que las llamas encendidas quemaran a Ananías, Azarías y Misael, porque fue escuchada su oración[11].
Por la oración de Daniel los leones de la cueva de Babilonia no abrieron la boca[12]. Jonás no perdió la esperanza de ser escuchado cuando estaba en el vientre de la ballena que le había tragado. Salió luego y cumplió entre los ninivitas la misión que apenas había empezado[13].
Ya que el apóstol en su primera carta a Timoteo expresa con cuatro palabras las cuatro ideas directamente relacionadas con la oración, será provechoso proponer el tema y ver si debidamente comprendemos los cuatro términos en el sentido que él los entendió. El texto dice así: “Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, adoraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres”[14]. Entiendo por peticiones las súplicas encaminadas a conseguir algo que nos hace falta. Adoración es algo más noble; es alabar a Dios por sus prodigios. Súplica consiste en dirigirse con cierta confianza o atrevimiento a Dios pidiéndole algo. Acción de gracias es reconocer orando los beneficios recibidos de Dios, sea por grandes y notorios favores o los que conoce solamente quien los ha recibido[15].
Analizando el Padre Nuestro, en primer lugar se plantea críticamente el problema de las dos redacciones diferentes[16].
¿Cómo podemos admitir que las mismas palabras hayan sido enseñadas una vez en discurso continuado, sin que nadie lo hubiese pedido, y la otra como respuesta a la petición de un discípulo?[17].
Entra en su “habitación” a encontrarse con la riqueza allí acumulada, pues ha guardado para sí los tesoros de sabiduría y ciencia[18]. Sin mirar ni salirse a las cosas de fuera, cierra todas las puertas de los sentidos para no disiparse por ellos ni ofuscar la mente con sus impresiones[19].
En la oración no amontonamos “palabras vacías”, tratamos de verdades divinas. Son vacías nuestras palabras cuando no queremos examinar las propias faltas ni consideramos la insensatez de la palabrería en la oración. Palabras y hechos impuros, pensamientos y cosas impropias, reprochables, ajenas a la pureza del Señor[20].
Más bien Dios manda orar porque quiere que todo lo que hay en la “tierra”, es decir, las cosas más bajas y sus afines se hagan como las más dignas que tienen su ciudadanía en el cielo[21], las ya transformadas en “celestiales”.
Si, pues, somos tierra por el pecado, oremos para que también la voluntad de Dios nos disponga al arrepentimiento como transformó a los que nos han precedido y ahora son “cielo”. Y si el Señor nos reconoce ya “cielo” y no “tierra” pidamos que la voluntad de Dios llegue a plenitud en la tierra como en el cielo. Quiero decir que la gente más baja se transforme de tierra en cielo, por así decir, para que en adelante no sean terrenales sino celestiales[22].
Si esto es cierto y hay tal diferencia de alimentos, uno destaca entre todos: “nuestro pan sustancia de cada día”. Hay que orar para ser digno de él y que, alimentados por el Verbo que estaba con Dios ya en el principio[23] nos divinicemos[24].
En el libro de Job y en el Deuteronomio consta que las tentaciones sirven para manifestar lo que somos dando a conocer los secretos del corazón. Textualmente dice Job: “¿Piensas que te he probado por alguna otra razón que poner de manifiesto tu rectitud?”[25]. Y en el Deuteronomio. “Te humilló, te hizo sentir hambre, te dio a comer el maná, te ha conducido a través de este desierto grande y terrible entre serpientes y escorpiones, lugar de sed y sin agua... para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu corazón”[26].
Me parece que inmediatamente antes de la oración hay que preparase recogiéndose un poquito con lo cual estará el alma más atenta y diligente durante todo ese tiempo. Dense cuenta, en cuanto les sea posible, de la majestad a quien se acercan, pensando lo impío que es estar en su presencia sin reverencia, perezosamente y con menosprecio. En ese tiempo olvídese de todas las cosas. Ha de estar en oración de esta manera: extienda el alma, si fuera posible, en vez de las manos; en vez de los ojos, fije en Dios la mente; en vez de estar de pie, levante del suelo la razón y así la mantenga delante del Señor. De quien parezca haberle injuriado aparte su indignación tan lejos como quiera que Dios retire su enojo contra él. Si ha hecho mal o pecado contra muchas personas o tiene idea de haber obrado contra la propia conciencia[27].
Muchas y diferentes pueden ser las posturas del cuerpo, pero has de preferir entre todas la de brazos extendidos y mirada levantada, porque de esta manera el cuerpo viene a ser imagen de las características que el alma ha de tener en la oración[28].
Uno debe ponerse de rodillas cuando va a hablar de sus pecados ante Dios, pues suplica le sena perdonados. Entendamos que, como dice san Pablo, esta postura es símbolo de la “actitud humilde ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra”[29]. Se entiende esto como genuflexión espiritual porque todo lo que existe adora a Dios en el nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos”[30]. No parece que los cuerpos celestes tengan rodillas, pues son de forma esférica según han demostrado los que investigan seriamente estos temas. Quien no admita esto aceptará en cambio que cada miembro tiene su función propia, pues todo ha sido creado por alguna razón. Así, pues, se encontrará en este dilema: o dice que Dios ha dado inútilmente miembros a los cuerpos celestes o dice que también los órganos internos cumplen sus funciones en los cuerpos celestes. Es absurdo decir que son como estatuas, con apariencias de seres humanos por fuera pero dentro no se les parecen en nada. Son estas ocurrencias a propósito del “doblar la rodilla” del texto: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos en la tierra y en los abismos”[31]. El profeta dice lo mismo: “Ante mí se doblará toda rodilla”[32].
Con respecto al lugar sepamos que ora bien en todas partes la persona que ora bien. Pues “en todo lugar se ofrece incienso a mi nombre” dice el Señor”[33]. Y “quiero que los hombres oren en todo lugar”[34]. Pero todos pueden, si se me permite la expresión tener un lugar santo para la oración en el propio hogar, donde puedan recogerse tranquilamente y sin distracción. Inspecciónese bien este recinto para evitar cualquier cosa impropia del lugar de oración o que sea fuera de lo razonable. Si algo hubiere indigno, Dios retiraría su mirada tanto de las personas como del lugar de la oración. Al reflexionar sobre este lugar sugiero una idea que puede parecer dura pero no despreciable para quien lo considere despacio. Se trata del lugar donde se haga vida matrimonial, legítimamente por supuesto, peor permitida según la expresión del apóstol: “por concesión, no por mandato”: Cabe preguntarse si este sería lugar santo y puro a los ojos de Dios. Porque si a uno le resulta imposible sacar tiempo para orar como es debido, a no ser que “de común acuerdo” lo dispongan[35] lo mismo se puede decir del lugar[36].
Por consiguiente, cuando se reúnen los santos hay una doble iglesia o asamblea: la de los hombres y la de los ángeles[37].
Por eso, no se menosprecien las oraciones comunitarias, ya que añaden algo excelente a quienes piadosamente se reúnen[38].
Cualquier persona reconoce sin la menor duda que debemos orar mirando al oriente, expresión simbólica del alma que mira al levante de la luz verdadera[39].
Fines de la oración: adoración, gracias, perdón, peticiones
Creo que debo concluir este tratado de la oración tocando brevemente cuatro puntos de que he hablado en distintos lugares de las santas Escrituras. Todos deberían tenerlos en cuenta. Son éstos: al comenzar debemos dirigir fervorosa adoración al Padre, por Jesucristo, y el Espíritu santo, glorificados y alabados igualmente con el Padre. Sigue la acción de gracias por los beneficios que todo el mundo recibe, y en particular cada cual por los propios. En tercer lugar, creo que uno debe acusarse sin compasión ante Dios de los propios pecados pidiendo dos cosas: primera que le libre del hábito de pecar, y segunda que le perdone todos los pecados cometidos. Después de esta confesión, a mi parecer, ha de añadirse la petición de grandes y celestes mercedes, para uno mismo en particular y para todo el mundo, empezando por los familiares y amigos más queridos. La oración concluirá con una doxología o alabanza a Dios por Jesucristo en el Espíritu Santo.
Como dije antes, he hallado estos puntos diseminados a lo largo de la Biblia. Ante todo, la adoración y alabanza se pueden ver en estas palabras del Salmo 104: “¡Alma mía, bendice al Señor! ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Vestido de esplendor y majestad, arropado de luz como de un manto. Tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda, levantas las aguas de tus altas moradas; haciendo de las nubes carro tuyo, sobre las alas del viento te deslizas; tomas por mensajeros a los vientos, a las llamas del fuego por ministros. Sobre sus bases asentaste la tierra, inconmovible para siempre jamás. Del océano, cual vestido, la cubriste; sobre los montes persistían las aguas; al increparlas tú emprenden al huida, de tu trueno a la voz se precipitan”[40]. Casi todo este salmo es una alabanza a Dios Padre. Cada cual puede por sí mismo seleccionar más ejemplos y comprobar con cuanta frecuencia recurre el tema de la alabanza por todas las Escrituras.
Como ejemplo de acción de gracias cito lo que se refiere en el libro segundo de Samuel sobre David. Cuando el profeta Natán le dio a conocer las promesas del Señor, lleno de admiración por tantos goces, exclamó David en acción de gracias: “¿Quién soy yo, Señor Dios mío, y qué es mi casa par que tanto me ames? Yo era insignificante a tus ojos, Señor, y tú anuncias a la casa de tu siervo grandes cosas para el futuro... ¿Qué más puede decirte David, pues conoces a tu siervo? Por amor a mí has realizado tan grandes cosas. Eres grande, Señor, nadie como tú, no hay nadie fuera de ti. Según tu corazón has realizado todas estas grandezas dándolas a conocer a tu siervo para que pueda glorificarte, Señor Dios mío”[41].
Ejemplo de confesión son estos textos: “De todas mis rebeldías líbrame”[42]. “Que mis culpas sobrepasan mi cabeza como un peso harto grave para mí; mis llagas son hedor y putridez debido a mi locura; encorvado, abatido totalmente, sombrío ando todo el día”[43].
Un ejemplo de peticiones el siguiente: “No me arrebates con los impíos, ni con los agentes del mal”[44].
Y habiendo comenzado la oración con himnos de alabanza se termine también glorificando al Padre del universo por Jesucristo en el Espíritu Santo, a quien sea dada la gloria por siempre[45].
[1] 9, 1, p. 89
[2]9, , p. 90
[3] 11, 1, p. 92
[4] 11, 3, p. 93
[5]11, 4, p. 93
[6]12, 2, p. 94
[7]1 Sm 1, 9
[8]Jr 15, 1; Sal 99, 6
[9]Mt 1, 9-10; 2 Re 20, 1; Is 38, 1
[10]Jdt 13, 4-9
[11]Cántico de los tres jóvenes 27. Dan 3, 50).
[12]Dn 6, 22
[13]Jon 2, 3-4. El texto de Orígenes es 13, 2, p. 95.
[14]1 Tm 2, 1
[15] 14, 12, p. 98.
[16] 18
[17] 18, 3, p. 108
[18]Mt 6, 6; Col 2, 3; 1 Tm 6, 18-19
[19]20, 2, p. 110.
[20]21, 1, p. 111
[21]Flp 3, 19
[22]26, 6, p. 124.
[23]Jn 1, 1
[24]27, 13, p. 130
[25] Job 40, 8, versión LXX
[26]Dt 8, 2.3. 15
[27] 31, 2, p. 149
[28]31, 2, p. 150
[29] Ef 3, 14-15
[30]Flp 2, 10
[31]Flp 2, 10
[32]Is 45, 23. La cita de Orígenes es 31, 3, p. 150.
[33]Ml 1, 11
[34]1 Tm 2, 8
[35]1 Co 7, 5
[36] 31, 4, pp. 150-151
[37]31, 5, p. 151.
[38]31, 5, p. 151.
[39] 32, p. 152
[40] Sal 104, 1-7
[41]2 Sm 7, 18-22. (LXX)
[42] Sal 39, 9
[43] Sal 38, 5-6
[44]Sal 28, 3
[45]Rm 16, 27; Hb 13, 21; Gl 1, 5; 2 Tm 4, 18.