lunes, 5 de diciembre de 2011


Continuación…
Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate

Centurias sobre la Caridad

primera centuria

10
Cuando por el ardiente amor (eros)[1] de la caridad hacia Dios, el nous sale fuera de sí (emigra), entonces no percibe nada ni de sí mismo ni de cualquier objeto. Iluminado por la luz divina e infinita, permanece insensible frente a todas las cosas nacidas de él, como también el ojo sensible respecto a los astros, cuando surge el sol.

11
Todas las virtudes colaboran con el nous hacia el ardiente amor (eros) divino, pero más que todas la oración pura. Volando por medio de ésta a Dios, se hace extraño a todos los seres.
 12 
Cuando por medio de la caridad el nous es raptado por la ciencia divina y, hecho extraño a los seres, percibe la infinitud divina, entonces llegado con estupor, según el divino Isaías, a la conciencia de la propia bajeza, pronuncia con convicción las palabras del profeta: ¡Oh!, infeliz de mí, estoy compungido, porque, siendo hombre y teniendo labios impuros, habito en medio de un pueblo que tiene labios impuros y he visto con mis ojos al Señor, rey de los ejércitos[2].

13 
El que ama a Dios no puede no amar también a todo hombre como a sí mismo, aún si aborrece las pasiones de quienes aún no se han purificado. Por eso, cuando ve su conversión y su corrección, goza con un gozo inconmensurable e inefable.

14 
Impura es el alma pasional, llena de pensamientos de concupiscencia y de odio.

15
Quien ve en su propio corazón huella de odio hacia cualquier hombre, por cualquier error, es totalmente extraño al amor a Dios, porque el amor a Dios no tolera el odio al hombre.

16 
El que me ama, dice el Señor, observará mis mandamientos. Éste es mi mandamiento, que os améis unos a otros[3]. Quien no ama al prójimo, no observa el mandamiento; y quien no observa el mandamiento, no puede tampoco amar al Señor.

17 
Feliz el hombre que puede amar a todo hombre por igual.

18 
Feliz el hombre que no se liga a ninguna cosa corruptible o efímera.

19 
Feliz el nous que ha sobrepasado todos los seres y se deleita incesantemente en la belleza divina.

20
Quien cuida de la carne por concupiscencia[4] y tiene rencor al prójimo por cosas temporales, ese adora a la creatura en vez de al Creador[5].

21
Quien conserva el cuerpo sin placeres y sin enfermedades, lo tiene como compañero  al servicio de las cosas mejores.

22
Quien huye de todos los deseos mundanos, se pone a sí mismo por encima de toda tristeza mundana.
Continuará…
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
al hno. Pablo Argárate" 






[1] Sherwood hace notar cómo en el vocabulario maximiano eros  indica el deseo natural de al creatura de alzarse hacia Dios; agápe  es el don divino que permite la realización de este deseo, que se realiza en el amor. Cf. Ceresa-Gastaldo p. 53 n. 3.
[2] Is  6, 5
[3] Jn 14, 15 (con modificaciones) y 15, 12.
[4] Cf. Rm 13, 14
[5] Cf. Rm  1, 25.