Continuación…
Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de
San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de
Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Centurias
sobre la Caridad
primera centuria
10
Cuando por el ardiente
amor (eros)[1] de la
caridad hacia Dios, el nous sale
fuera de sí (emigra), entonces no
percibe nada ni de sí mismo ni de cualquier objeto. Iluminado por la luz divina
e infinita, permanece insensible frente a todas las cosas nacidas de él, como
también el ojo sensible respecto a los astros, cuando surge el sol.
11
Todas las virtudes
colaboran con el nous hacia el
ardiente amor (eros) divino, pero más
que todas la oración pura. Volando por medio de ésta a Dios, se hace extraño a
todos los seres.
Cuando por medio de la
caridad el nous es raptado por la
ciencia divina y, hecho extraño a los seres, percibe la infinitud divina,
entonces llegado con estupor, según el divino Isaías, a la conciencia de la
propia bajeza, pronuncia con convicción las palabras del profeta: ¡Oh!, infeliz de mí, estoy compungido,
porque, siendo hombre y teniendo labios impuros, habito en medio de un pueblo
que tiene labios impuros y he visto con mis ojos al Señor, rey de los ejércitos[2].
13
El que ama a Dios no
puede no amar también a todo hombre como a sí mismo, aún si aborrece las
pasiones de quienes aún no se han purificado. Por eso, cuando ve su conversión
y su corrección, goza con un gozo inconmensurable e inefable.
14
Impura es el alma
pasional, llena de pensamientos de concupiscencia y de odio.
15
Quien ve en su propio
corazón huella de odio hacia cualquier hombre, por cualquier error, es
totalmente extraño al amor a Dios, porque el amor a Dios no tolera el odio al
hombre.
16
El
que me ama, dice el Señor, observará
mis mandamientos. Éste es mi mandamiento, que os améis unos a otros[3].
Quien no ama al prójimo, no observa el mandamiento; y quien no observa el
mandamiento, no puede tampoco amar al Señor.
17
Feliz el hombre que
puede amar a todo hombre por igual.
18
Feliz el hombre que no
se liga a ninguna cosa corruptible o efímera.
19
Feliz el nous que ha sobrepasado todos los seres
y se deleita incesantemente en la belleza divina.
20
Quien cuida de la carne
por concupiscencia[4]
y tiene rencor al prójimo por cosas temporales, ese adora a la creatura en vez
de al Creador[5].
21
Quien conserva el
cuerpo sin placeres y sin enfermedades, lo tiene como compañero al servicio de las cosas mejores.
22
Quien huye de todos los
deseos mundanos, se pone a sí mismo por encima de toda tristeza mundana.
Continuará…
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
al hno. Pablo Argárate"
[1] Sherwood hace notar cómo en el
vocabulario maximiano eros indica el deseo natural de al creatura de
alzarse hacia Dios; agápe es el don divino que permite la realización
de este deseo, que se realiza en el amor. Cf. Ceresa-Gastaldo p. 53 n. 3.