Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de
San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de
Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Centurias
sobre la Caridad
tercera centuria
26
Toda sustancia racional
e intelectual se divide en dos órdenes: la naturaleza angélica y la humana.
Toda naturaleza angélica se divide, nuevamente, en dos voluntades y grupos
universales, santos y malditos: las santas Potencias y los demonios impuros.
Toda naturaleza humana se divide sólo en dos voluntades universales: piadosos e
impíos.
27
Dios existiendo de por
sí y siendo la misma bondad y sabiduría o, para decir mejor, siendo superior
aún a todos estos atributos, no posee absolutamente ninguna cualidad contraria.
Las creaturas, en cambio, participan de todas y teniendo por gracia la
existencia; aquellas racionales e intelectuales tienen también la actitud hacia
la bondad y a la sabiduría, y la cualidad contraria: respecto a la existencia,
el no-existir; respecto a la actitud a la bondad y sabiduría, el vicio y la
ignorancia. Y tanto el existir siempre, cuanto su no existir está en poder de
Quien las ha creado; en cambio el participar de su bondad y sabiduría o el no
participar depende de la voluntad de las creaturas racionales.
28
Los griegos afirmando
que la sustancia de los seres coexiste con Dios desde la eternidad y ha
recibido de Él sólo las cualidades propias, dicen que no hay nada que sea
contrario a la sustancia, sino que lo contrario se encuentra sólo en la
cualidad. Nosotros, en cambio, afirmamos que la única sustancia divina no tiene
nada de contrario, siendo eterna e infinita y concediendo la eternidad a las
otras sustancias; que, en cambio, a la sustancia de los seres pertenece el
no-ser como contrario y que su ser-eterno y el no-ser están en poder de Aquel
que verdaderamente es, y que sus dones
son irrevocables[1]. Y
por esto ella siempre es y será conservada por Su potencia omnipotente, aún si
tiene el no-ser como contrario, como se ha dicho, habiendo sido conducida por
Dios del no-ser al ser y teniendo su ser o no-ser en Su voluntad.
29
Como el mal es
privación de bien y la ignorancia privación de conocimiento, así también el
no-ser es privación de ser, no del verdadero Ser -porque Éste no tiene
contrario-, sino del que es por participación del Ser verdadero. Y las
privaciones de las primeras dos dependen de la voluntad de las creaturas; la
privación de la segunda está en la voluntad del Creador, el cual por bondad
quiere que las creaturas siempre existan y sean siempre beneficiadas por Él.
30
De todas las creaturas,
algunas son racionales e inteligentes y susceptibles de los contrarios, como de
virtud y vicio, de conocimiento e ignorancia; otras, en cambio, son cuerpos
diversos compuestos de contrarios, es decir, de tierra, aire, fuego y agua. Y
algunas creaturas son del todo incorpóreas e inmateriales, aún cuando alguna de
ellas está unida a los cuerpos; otras, en cambio, consisten sólo de materia y
forma.
31
Todos los cuerpos son
inmóviles por naturaleza; son movidos, sin embargo, por el alma: algunos por un
alma racional, otros por una irracional, otros por una insensible.
32
De las potencias del alma la primera es
nutritiva y hace crecer; la segunda imaginativa y apetitiva; la tercera
racional e intelectual. Sólo de la primera participan los vegetales; de la
segunda, además de ésta, los animales irracionales; de la tercera, además de
las otras dos, los hombres. Y las primeras dos potencias se manifiestan
corruptibles; la tercera, en cambio,
incorruptible e inmortal.
33
Las santas Potencias comunicándose entre
sí la iluminación, comunican también a la naturaleza humana la propia virtud o
el conocimiento que hay en ellas: la virtud, como por ejemplo la bondad que
imita a Dios, según la cual hacen el bien a sí mismas, entre sí y a las
inferiores, haciéndolas deiformes[2]; el
conocimiento o algo más alto acerca de Dios- Tú, dice la Escritura- eres
altísimo por siempre, Señor[3]
-o más profundo a cerca de los cuerpos o más preciso acerca de los seres
incorpóreos o más penetrante en torno a la providencia o más claro acerca
del juicio.
34
Impureza del nous es, en primer lugar, tener un conocimiento falso; en segundo
lugar, ignorar cualquier cosa de lo que es universal -me refiero al nous humano, porque es propio de un
ángel no ignorar nada de lo que es particular-; en tercer lugar, tener
pensamientos pasionales; en cuarto lugar, consentir al pecado.
35
Impureza del alma es no obrar según la
naturaleza, de lo cual nacen en el nous
los pensamientos pasionales. Obra, en cambio, según la naturaleza, cuando sus
potencias susceptibles de pasión -me refiero a la ira y a la concupiscencia-,
permanecen imperturbables en el asalto de las cosas y de sus ideas.
36
Impureza del cuerpo es el pecado de
obra.
37
Ama la soledad el que está desprendido
de las cosas del mundo, y ama a todos los hombres quien no ama nada de lo
humano, y tiene el conocimiento de Dios y de las cosas divinas el que no se
escandaliza de nadie, sea a causa de las caídas sea a causa de los pensamientos
surgidos de la sospecha.
38
Es gran cosa el estar desprendido de las
cosas, pero es mucho más grande permanecer imperturbable respecto a las ideas
de las cosas.
39
La caridad y el dominio de sí conservan
el nous imperturbable respecto a las
cosas y los pensamientos de las cosas.
40
El nous
de quien ama a Dios no combate contra las cosas ni contra las ideas de las
cosas, sino contra las pasiones que están unidas a las ideas. Por ejemplo, no
combate contra la mujer ni contra el que lo ha afligido ni contra las
representaciones de estas cosas, sino contra las pasiones que están unidas a
las representaciones.
41
Toda la lucha del monje es contra los
demonios, para alejar las pasiones de las ideas, porque de otro modo, no puede
mirar las cosas sin pasión.
42
Una cosa es la cosa, otra la idea, y
otra la pasión: la cosa es, por ejemplo, un hombre, una mujer, el oro, etc.
Idea, por ejemplo, un simple recuerdo de alguna de las cosas dichas; pasión,
por ejemplo, amor irracional u odio insensato hacia cualquiera de las cosas
dichas. Contra la pasión es, pues, la lucha del monje.
43
Es pensamiento pasional un pensamiento
compuesto de pasión y de idea. Separemos la pasión del pensamiento y permanece
el simple pensamiento; si queremos, lo separamos por medio de la caridad
espiritual y del dominio de sí.
44
Las virtudes separan al nous de las pasiones; las
contemplaciones espirituales, de las ideas simples; la oración pura lo ofrece
al mismo Dios.
45
Las virtudes están
ordenadas al conocimiento de los seres; el conocimiento, al que conoce; el que
conoce, al Objeto incognosciblemente conocido y que conoce más allá de todo
conocimiento.
46
Dios, que está por
encima de toda plenitud, llevó las creaturas al ser no porque tuviese necesidad
de algo, sino para que gozaran participando analógicamente de Él, y Él mismo
gozase en sus obras, viéndolas alegres y que se sacian siempre insaciablemente
del Insaciable.
47
El mundo tiene muchos
pobres de espíritu, pero en un modo no conveniente; y muchos que lloran, pero
por haber perdido las riquezas o los hijos; y muchos mansos, pero hacia las
pasiones impuras; y muchos que tienen hambre y sed, pero de robar las cosas
ajenas y de tener ganancias de la injusticia; y muchos compasivos, pero hacia
el cuerpo y las cosas del cuerpo; y puros de corazón, pero por vanagloria; y
pacíficos, pero que someten el alma a la carne; y muchos perseguidos, pero
porque son inmorales; y muchos despreciados, pero a causa de vergonzosos
pecados. En cambio, bienaventurados son sólo aquellos que hacen y sufren tales
cosas por Cristo y conforme a Cristo. ¿Por qué? Porque de ellos es el reino de los cielos y ellos verán a Dios[4], etc.
Y así son bienaventurados, no porque hacen o sufren tales cosas -también
aquellos otros hacen las mismas cosas-, sino porque las hacen y sufren por
Cristo y conforme a Cristo.
48
En todas nuestras
acciones es la intención lo que Dios busca, como se ha dicho muchas veces, si
hacemos eso por Él o por cualquier otro motivo. Cuando queramos realizar algo bueno,
tengamos como fin no el deseo de agradar a los hombres, sino a Dios, para que,
mirando siempre a Él, hagamos todo por Él, para que no soportemos la fatiga y
perdamos la recompensa.
49
Durante el tiempo de la
oración arroja del nous tanto las
ideas simples de las cosas humanas como las contemplaciones de toda creatura,
para que, no suceda que, figurándote las cosas inferiores, pierdas a Aquel que
es incomparablemente mejor que todos los seres.
50
Si amamos sinceramente
a Dios, expulsemos las pasiones por medio de este mismo amor. El amor a Él
consiste en preferirlo al mundo y el alma a la carne; en despreciar las cosas
mundanas, en dedicarse continuamente a Él mediante el dominio de sí, el amor,
la oración, la salmodia, etc.
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
al hno. Pablo
Argárate"