martes, 1 de enero de 2013



Durante éste año 2013 tendremos la gracia de dialogar con el Archimandrita Rdo. P. Manel Nin. Monje Benedictino de la Abadía de Monserrat, Barcelona España. El Padre Manel es rector del Pontificio Colegio Griego de Roma, en donde estudian seminarista de las Iglesias de Tradición Bizantina en Comunión con Roma.
Algunos de los diálogos serán en castellano y la mayoría en italiano.







El Diálogo sobre el sacerdocio, de san Juan Crisóstomo[1].
            Presento en esta conferencia el Diálogo sobre el Sacerdocio, de san Juan Crisóstomo. Un texto de un autor de finales del siglo IV, un texto, como tantas obras de la tradición patrística, de Oriente y de Occidente, que es aun actual para el ministerio del sacerdote, del obispo al comienzo del tercer milenio. No se trata de haceros un conferencia patrística, sino proponeros la lectio de un texto; lectio en el sentido de intentar hacer vivir en vuestra vida como seminaristas, como sacerdotes –alguno futuro obispo- la enseñanza de JC. Presentaré brevemente al autor, en segundo lugar el texto del Diálogo, y en tercer lugar intentaré subrayar de él algunos aspectos importantes para nuestra vida como sacerdotes, pastores de una comunidad cristiana.

            Autor. Originario de Antioquía de Siria, nacido hacia la mitad del siglo IV, JC recibe una buena formación literaria y cristiana, la primera en la escuela de retórica pagana de su ciudad, escuela guiada por el famoso rector Líbanos; la segunda, la formación cristiana, a cargo de su misma madre y de su frecuentación asidua de la Sagrada Escritura; este será un rasgo esencial en toda la vida de JC, este contacto asiduo con la Sagrada Escritura. Después del bautismo a los 20 años, tienta una experiencia de vida monástica, semi eremítica durante 4 años y eremítica durante 2; serán los años en los que JC se impone a si mismo el profundizar y casi aprender de memoria la Sagrada Escritura, dándose a si mismo a rigores ascéticos que le arruinarán para siempre su salud. Será, durante toda su vida, una persona frágil, preocupada –hasta la fijación- por su salud; de este aspecto la iconografía es un testigo fiel. De nuevo en la diócesis, después de la experiencia entre los monjes –JC profesará una devoción hacia el estado monacal-, en el 381 es ordenado diacono y en el 386 sacerdote. Optimo orador –junto con su contemporáneo Agustín de Hipona será el más grande orador cristiano-, durante 12 años, en su ciudad de Antioquia y a menudo a la presencia del mismo patriarca de la ciudad, predicará las homilías más bellas de su repertorio. Elegido para la sede patriarcal de Constantinopla en el 398, comenzará la época más desafortunada de su vida, aunque siempre permanecerá como orador de alto nivel. Exiliado en Armenia en el 404, muere en el 407.

            Diálogo sobre el sacerdocio. La obra de JC es inmensa, y no haré en este momento una presentación de ella; me quedo simplemente en el Diálogo sobre el sacerdocio. Se trata de un texto, algunos dicen el mejor (capolavoro) de JC, escrito, como indica el título, en forma de diálogo, siguiendo el modelo literario de los diálogos platónicos: dos personajes llevan a cabo un diálogo / discusión alrededor de un tema que se propone al comienzo del texto, a partir de algún hecho que ofrezca un motivo para ello.

            Los hechos narrados en nuestro texto se desarrollan de este modo: JC tiene un amigo, Basilio, al que le une una amistad nacida en los años de estudio y de formación. Ambos deciden emprender el camino de la vida monástica, aunque dos hechos lo impedirán: por una parte las quejas y lamentos de la madre de JC, y por otra la llamada al episcopado de ambos. Juntos deciden aceptar la ordenación, aunque, llegado el momento, JC huye y deja solo al amigo Basilio. Este, una vez ordenado, se presenta al amigo para echarle en cara y lamentarse por el abandono de pacto establecido. Esta lamentación del amigo, ofrece a JC la ocasión para escribir el Diálogo sobre el sacerdocio.

            Por lo que respecta a la fecha del texto, resulta difícil una fijación; una fecha máxima es el 392 en que san Jerónimo dice de haberlo leído. Seguramente JC tiene una experiencia como sacerdote cuando escribe el Diálogo; hay aspectos que él, de experiencia, pide a aquel que guía, conduce una comunidad cristiana. Se trata de un texto que ha habido una grandísima difusión; solo el texto griego se conserva en 83 manuscritos diversos, hecho que indica esta difusión importante.

            Antes de entrar en la presentación y comentario del texto, que es la finalidad de esta conferencia, quisiera subrayar tres puntos: en primer lugar, todavía hoy se discute la historicidad de los hechos narrados, es decir se acaecieron realmente o son una ficción literaria. En segundo lugar, es difícil la identificación de la figura de Basilio; no parece que se trate de Basilio Magno si de Basilio de Seleucia, sino de un cierto Basilio de Rafaela, sede episcopal ésta cercana a Apamea, en Siria. En tercer lugar, el diálogo sobre el sacerdocio (perì ierosìnis) es un tratado sobre todo sobre el ministerio episcopal, de aquel que conduce / guía una comunidad, aunque resulta un texto válido para cualquier pastor de comunidad cristiana.

            Contenido del Diálogo sobre el sacerdocio. El texto del Diálogo está estructurado en seis partes, o si se quiere seis capítulos / libros. El primer libro contiene el inicio del Diálogo, la presentación, por parte de JC, de los hechos acaecidos. El libro segundo narra la justificación por parte de JC, y empieza a tratar el tema. El libro tercero, que constituye la parte central del texto, contiene la descripción de la grandeza del sacerdocio cristiano. El libro cuarto subraya de manera especial la necesidad que el sacerdote sea un buen predicador. El libro quinto, vinculado directamente al anterior es, podríamos decir, un manual de homilética. El libros sexto, al final, es una comparación entre la vida monástica y la vida pastoral en una diócesis.
            El diálogo sobre el sacerdocio es un tratado eminentemente práctico; los puntos teológicos o eclesiológicos sobre el sacerdocio –origen divina, sucesión apostólica…- son temas dados por sabidos por parte de JC. Es un texto con preocupaciones eminentemente prácticas.
            Seguiré el mismo orden del libro para presentar algunos aspectos que me parecen importantes y, sobretodo estimularos a leer el texto.

            Libro I. Con el libro I inicia el Diálogo con una presentación, por parte de JC de los hechos acaecidos. JC intenta justificar el engaño –que él mismo reconoce- diciendo que a veces es justificable y válido y en estos casos hace falta llamarlo no engaño sino juicio o simplemente prudencia[2].

            Libro II. JC inicia el desarrollo del tema. Presenta los puntos que para él son importantes y que desarrollará a lo largo del Diálogo:
1.      El sacerdocio como prueba del amor que se tiene a Cristo.
2.      El sacerdocio como servicio, que se hace concreto en la celebración de los sacramentos y en el pacer la comunidad que nos es confiada.
3.      El sacerdocio supone una lucha, sea contra los enemigos externos (Ef 6,12), sea contra los internos, es decir las pasiones (Ga 5,19-20; 2C 12,20).
4.      El sacerdocio es un servicio difícil que puede llevar a la desesperación, al desánimo.
5.      Por lo tanto incluso por amor a Cristo se puede rechazar –evitar- el sacerdocio.
6.      Virtudes que se requieren al sacerdote: prudencia, cura pastoral (a las viudas, a las vírgenes), y sobre todo la elocuencia.

El sacerdote como persona que ama a Cristo. Este amor es el que Cristo mismo exigió a Pedro:
Qué mayor beneficio puede haber si practicas aquello que, según Cristo mismo, son manifestaciones del amor hacia él? Hablando con el jefe de los apóstoles, dijo: “Pedro, me amas?” Cuando éste lo confesó, Cristo añadió: “Si me amas, apacienta mis ovejas”.

Y JC añade me forma muy aguda:
Cristo dijo a Pedro: “Pedro, me amas más que estos?” Le habría podido decir: “Si me amas, practica el ayuno, duerme en un jergón, dedícate a las vigilias continuas, defiende a los que sufren injusticia, sé como un padre para los huérfanos y como un esposo para su madre”. Pero, en ese momento, dejando todo eso a un lado, qué dice: Pastorea mis ovejas[3].

Notad la centralidad de la relación amor a Cristo y servicio / apacentar a las ovejas. No se trata, por parte de JC, de un desprecio del ayuno, de las vigilias, del dormir en el suelo…; esto, pero, viene después del servicio pastoral.

El sacerdote, el pastor, debe saber curar, sanar las enfermedades del rebaño. Subraya en este sentido tres cosas:
-las enfermedades de las ovejas –acá me sirvo del mismo lenguaje que usa JC- son secretas, escondidas, y hace falta que el pastor tenga el ojo agudo para descubrirlas.
-hace falta que el pastor tenga en cuenta la actitud del enfermo, y respete su libertad, recordándole eso si las consecuencias. Él, el pastor, puede aplicar remedios, medicinas, lenitivos, pero JC añade:
No es posible curar a todos los hombres con tantos recursos como un pastor cura a una oveja. En este caso también hay que atar, apartar del alimento, cauterizar y cortar. Pero el poder de aceptar la curación no reside en el que ofrece la medicina sino en el que está enfermo[4].

De parte del pastor hace falta más la paciencia y la persuasión que no la fuerza:
Por encima de todo no está permitido a los cristianos corregir con violencia los tropiezos de los que pecan… En nuestro caso hay que mejorar al sujeto no con violencia sino con persuasión… No hay quien pueda curar por la fuerza al que no quiere…El pastor necesita mucha inteligencia y un sinnúmero de ojos para examinar por todas partes la situación del alma… El pastor necesita mucho esfuerzo, constancia, paciencia…[5]

A menudo JC insiste en esta pedagogía necesaria al pastor, y también en el principio de la libertad de las ovejas enfrente de la imposición. La disciplina debe ser una necesidad, no un peso.

Libro III. Constituye la parte central del Diálogo; en él encontramos una descripción de la grandeza del sacerdocio cristiano. Se trata siempre de un don de Dios, dado a través del Espíritu Santo, y concedido a un hombre; JC subraya siempre este equilibrio entre el don de Dios y la realidad humana, concreta, del hombre:
El sacerdocio se ejerce en la tierra pero tiene el rango de las realidades celestes. Y con razón. Pues ni un hombre, ni un ángel, ni un arcángel, ni ninguna otra potencia creada, sino el Paráclito mismo dispuso este orden y persuadió a los que aún permanecen en la carne a reproducir el misterio de los ángeles[6].

De forma especial para JC este don de Dios se evidencia en la celebración de los sacramentos, y en el Diálogo habla de la celebración del bautismo, de la eucaristía y del perdón de los pecados. Es impresionante la descripción que JC hace de la condescendencia de Dios, sea en el momento de la epiclesis, cuando el sacerdote, ante los dones reza e invoca el Espíritu Santo que, como el fuego invocado por Elías y que consumó a los animales de las ofertas (1Re 18, 22.30), desciende y santifica a los dones, sea también en el momento en el que –acá encontramos un detalle interesante para la historia de la liturgia- los fieles reciben en la mano los Santos Dones, los abrazan hasta llevarlos al contacto con los ojos:
…grande es la filantropía de Dios! El que está sentado arriba con el Padre, es asido en este momento por las manos de todos y se da a los que quieren abrazarlo y recibirlo; incluso se los acercan todos a los ojos[7]… el sacerdote está en pié no para traer fuego del cielo sino el Espíritu Santo; y suplica largamente, no para que un fuego lanzado desde lo alto consume las ofrendas, sino para que la gracia, cayendo sobre el sacrificio, encienda por medio de él las almas de todos y las haga más brillantes que la plata fundida[8].

El sacerdote es padre para la grey, en cuanto engendra hijos en el bautismo. A menudo los Padres, hablando del bautismo, subrayan la dimensión materna de la Iglesia como aquella que engendra hijos a la fe; es interesante acá, en cambio, notar como JC subraya la dimensión de paternidad /maternidad del obispo que engendra en el bautismo:
Estos son, sí, estos son a quienes se les han confiado los partos espirituales, a quienes se les ha encomendado el parto por medio del bautismo. Por medio de ellos nos revestimos de Cristo, somos sepultados con el Hijo de Dios, llegamos a ser miembros de aquella bienaventurada Cabeza…[9]

El sacerdote es, además, aquel que perdona los pecados. JC hace notar que mientras los sacerdotes del AT tenían simplemente que confirmar la lepra del cuerpo y, si más tarde esa desaparecía, confirmar la curación, los sacerdotes cristianos son aquellos que tiene que purificar la lepra del alma con el perdón de los pecados y sobretodo con la oración. JC retoma diversas veces este aspecto: el sacerdote reza por el pueblo que le ha sido confiado. Lo había ya indicado en el momento de la epiclesis y lo repite en el perdón de los pecados.

En el mismo libro III, JC hace un elenco de los vicios o peligros que pueden asaltar al sacerdote; vicios exteriores e interiores. Los exteriores son evidentes: calumnias, acusaciones, mentiras, insidias…; los interiores son mucho más sutiles: la vanagloria –el más funesto para JC-, el complacerse en las desgracias o inconvenientes de los otros colegas, o la amargura a causa de sus éxitos, el desprecio hacia los pobres y la adulación de los ricos, la pérdida de la libertad –parrhsi,aj avnai,resij- (esta palabra griega indica cuando a un soldado se le roban las armas, y acá JC la usa de forma muy clara: el pastor no puede perder, dejar que le roben, la libertad). Muchas veces, a lo largo del Diálogo el autor insiste en este aspecto: poder obrar en todo con libertad. JC recuerda al sacerdote que sus defectos se ven y, por lo tanto, debe estar atento a que nadie le dé un golpe mortal.

A lo largo de todo el Diálogo JC habla más de los vicios que de las virtudes de los sacerdotes. De todas formas, algunas las indica: la bondad, el interés hacia los enfermos, hacia los pobres, la prudencia, la inteligencia y también la agudeza para saber adelantarse a los problemas, de los otros y propios:
Creo que es necesario tener un temor tan grande al sacerdocio como para rehuir la carga desde el principio y, después de llegar a ella, no aguardar al juicio de los demás si alguna vez comete una falta merecedora de la destitución. Por el contrario, tiene que adelantarse y despojarse a si mismo de la autoridad. De esta manera es verosímil que alcance la misericordia de Dios[10].

Siempre en el libro III, JC pone al sacerdote, al pastor, de frente al dilema entre las virtudes ascéticas más preclaras y a la grandeza de alma que se le exige. En el fondo encontramos el tema que JC ama paragonar, es decir entre la vida monástica y la vida pastoral –JC amará siempre mucho a la vida monástica, la promueve y la defiende, pero nunca la pondrá por encima de la vida pastoral, pues son dos realidades diversas. JC no opone sino que diferencia las virtudes del pastor, del obispo, de las del monje. Notemos que casi contemporáneamente un Efrén el Siro presentará la figura de los obispos de Nísibis como grandes personajes y óptimos pastores del rebaño precisamente porque poseían las virtudes de los monjes: oración, ascesis, lectura asidua de la Sagrada Escritura, ayuno…
Despreciar la comida, la bebida y un lecho blando, para muchos no suponen ninguna molestia, sobre todo para los que han vivido de una manera más rustica y han crecido así desde su más temprana edad. También para otros muchos. La disposición del cuerpo y la costumbre les hacen fácil la dureza de aquellas fatigas. Pero soportar la insolencia, la injuria, las palabras molestas, las burlas de los inferiores, unas veces dichas a la ligera y otras con justicia… no los soportan muchos sino uno o dos… Y JC concluye de manera muy aguda: Si el que está al frente de los fieles no se reprime ante la comida y no anda descalzo, no daña a la comunión de la Iglesia. En cambio, un carácter violento produce grandes inconvenientes no solo a quien lo posee sino también a quienes están cerca[11].

Como conclusión del libro III, JC indica la necesaria atención del pastor hacia las viudas y las vírgenes. Hacia las viudas, JC pide que el pastor sea magnánimo y misericordioso –es un estado que ellas no han buscado y que les acarrea una pobreza involuntaria- y al mismo tiempo que el pastor sea atento pues las viudas pueden escandalizar con sus exigencias. JC se muestra siempre persona muy ponderada. Por lo que se refiere a las vírgenes, les prohíbe que vivan en el episcopio, sea a causa del peligro de caer en pecado con ellas, sea para evitar el escándalo que seguramente, aunque no hubiese ningún pecado, podría nacer en el alma de los fieles:
Pues aunque no se ocasionen ningún perjuicio y, por el contrario, conserven intacta la santidad, darán cuenta de las almas que escandalizaron, no menos que si hubieran pecado entre sí[12].

Libros IV-V. En estos dos libros, JC insiste en la necesidad que el sacerdote sea un buen predicador. Como indiqué al inicio, JC presenta en estos dos libros un manual de predicación cristiana, de homilética. El don de la palabra es importante para aquel que ha sido llamado a pacer una comunidad cristiana, para aquel que debe defenderla de los ataques de las fieras –las herejías-, y JC presenta la elocuencia como un arma que el pastor debe llevar en mano. Esta arma, el don y el uso de la palabra tiene tres aspectos fundamentales:
1.       Conocimiento de la Sagrada Escritura y contacto con ella –JC cita Pablo: la Palabra de Dios demore abundantemente entre vosotros (Col 3,16).
2.      Conocimiento de la realidad teológica, de la fe de su iglesia; JC hace la lista de las diversas herejías que han herido la comunidad de Antioquia.
3.      Tener una buena base dialéctica, una buena formación retórica.

El lugar donde estos tres aspectos se ponen en práctica es la homilía, la predicación. acá el sacerdote tendrá en cuenta dos aspectos:
1.      En primer lugar que la homilía se hace para agradar a Dios
2.      En segundo lugar tendrá presente la actitud del pueblo ante el que está. El sacerdote debe saber que entre los fieles que tiene delante, algunos sentirán atracción hacia las palabras que dice, a otros no agradaran; incluso algunos le echarán en cara si se sirve de homilías o textos de otros autores. El predicador debe buscar que los fieles le sigan, sin dejarse llevar de sus gustos. En las homilías patrióticas encontramos indicaciones claras de las reacciones, posiciones, actitudes de los fieles durante la predicación. JC insiste en que el predicador no se deje impresionar por las adulaciones del público ni se desanime si le reprochan.

JC subraya aun la importancia del estudio constante, el conocimiento bíblico, teológico, necesario al predicador.

Libro VI. En este último libro, encontramos una comparación entre la vida monástica y la vida de servicio pastoral. JC presenta los peligros que los monjes, en su soledad, pueden evitar y que los sacerdotes inmersos en la vida cotidiana, tienen por fuerza que evitar.

Podríamos aun subrayar otros aspectos importantes del Diálogo sobre el sacerdocio de JC. Estos presentados constituyen algunos de los más importantes, útiles aun para la vida pastoral en cualquier comunidad cristiana.

Conclusión. A lo largo de la lectura, de la lectio de este texto de JC, emergieron, me parece, algunos aspectos importantes que podemos aplicar a nuestra vida como sacerdotes, pastores de una comunidad cristiana.
1. El sacerdote es el hombre asiduo al contacto con la Sagrada Escritura.
2. Amor a Cristo. El vínculo, la dimensión cristológica en la vida del sacerdote, se subraya con el amor que JC pide al pastor hacia Cristo; vínculo cristológico que se manifiesta en dos aspectos: primero el servicio a la comunidad; segundo la relación Cristo-médico / sacerdote-médico.
3. El pastor es el hombre de la libertad, el hombre que respeta la libertad de las ovejas. Libertad por las dos partes: por parte del pastor para curar, para decir… -JC nunca perderá la libertad de palabra; podríamos decir que le pierde la libertad de palabra; libertad por parte del cristiano para acoger la curación.
4. Pastor como hombre de paciencia, de persuasión; de acá deriva la dimensión pedagógica del ministerio pastoral en el pueblo cristiano.
5. Pastor como hombre litúrgico: engendra hijos en el bautismo; perdona los pecados.
6. El pastor se encuentra en situaciones, problemas, muy humanos y muy actuales, que JC describe con maestría única; situaciones muy humanas, muy reales, de vicios, tensiones, en las que todos como sacerdotes podremos encontrarnos: vanagloria, complacerse del mal del otro, amargarse por el éxito del otro.
7. El pastor como predicador.

Para En el Desierto: 
 P. Manuel Nin osb
Collegio Greco
Roma



Notas:
[1] Juan Crisóstomo, Diálogo sobre el Sacerdocio, Biblioteca de Patrística 57, Ciudad Nueva, Madrid 2002.
[2] Cf., I,6.
[3] II,1.
[4] II,3.
[5] II,3-4.
[6] III,4.
[7] La traducción castellana de Ciudad Nueva da simplemente: en este momento todos lo hacen con los ojos…
[8] III,4. En algunas las tradiciones litúrgicas orientales, al pan consagrado se le denomina: “carbón ardiente”.
[9] III,6.
[10] III,10.
[11] III,10.
[12] III,13.