Seguimos compartiendo algunos puntos del Libro de Vida y Comunión de los Monjes de
“Crea en mí, Dios mío, un corazón puro” (Sal. 51, 12)
Los Huéspedes, la hospitalidad.
La hospitalidad es sagrada, Abraham sin saberlo hospedó, en los tres peregrinos a Dios mismo.
Lo huéspedes que vienen al monasterio para dirección espiritual son recibidos como a Cristo, y como dice nuestro Padre San Pacomio, con gran atención y con exquisita caridad, con gran modestia y sana discreción.
Hemos de ofrecerle algo para tomar y una buena actitud, al no encontrarnos en medio a un total desierto y aislamiento, el monasterio no es un restorán, no nos sintamos obligados a dar de comer al que llega buscando una palabra o un consejo. Sea el Padre del Monasterio quien discierna, no obstante piense siempre y en primer lugar, en la comunidad, por lo cual no exponga ni el ritmo ni la calma de los hermanos, por quienes pasan ocasionalmente. Los huéspedes que se alojan por algunos días, particularmente aquellos para los que está destinada nuestra hospitalidad, sacerdotes, consagrados y consagradas en general y particularmente aquellos que están pasando un momento de dificultades, o aquellos hermanos que llamamos “ex”, sean alojados en la hospedería del monasterio y compartan el ritmo y costumbre de la comunidad. El Padre del Monasterio ponga un hermano discreto y orante en esta función,
para que el mal espíritu de la curiosidad no entre en aquellos que viven sólo para Dios.
Siempre sea el Padre del Monasterio quien discierna lo que conviene. Tengan los monjes presente lo que dicen los estatutos de los Monjes de
Visitas
En cuanto a las visitas de quienes vienen buscado una palabra, un consejo o una guía espiritual, los orientaremos para recibirlos los miércoles y los sábados por la tarde de 15,30 a 17,00 y no más de una persona por día, no obstante que el Padre del Monasterio cuide que siempre que se salve gratamente y para edificación de todos la caridad y la acogida. Si se presenta la necesidad de atender personas en otro momento, sea siempre el Padre del Monasterio quien lo discierna. Que los hermanos orienten a las personas que vienen al
monasterio, a la sobriedad, al silencio y a la discreción, siendo ellos sobrios discretos y silenciosos, para ir siempre y rápidamente a lo esencial.
El Monje, las visitas y su familia
Todos los monjes para recibir una visita han de pedir la bendición al Padre del Monasterio y
preguntar cuánto tiempo han de entretenerse con la visita. Los huéspedes comunes para retiro de silencio y soledad, como aquellos que llegan a los retiros organizados por la comunidad son atendidos por el monje encargado y/o por el Padre del Monasterio.
El monje y sus familiares[1]. Nos pueden visitar una vez al año por tres días, dado que nosotros visitamos en algunas ocasiones a nuestras familias, teniendo en cuenta que el monasterio es lugar de encuentro entre los más cercanos y el hijo monje, y no un lugar de turismo. Somos profundamente consciente de nuestra pertenencia a una familia y ofrecemos nuestra oración agradecida diariamente a Dios por ellos, pero por nuestra opción de vida necesitamos de ciertas normas de disciplina que nos ayuden a vivir sólo para Dios. De la misma manera la comunicación telefónica será una vez al mes, los primeros domingos, día en el cual nos pueden llamar. Nosotros los llamaremos en alguna ocasión muy puntual y siempre con la bendición del Padre del Monasterio. Si sucede una situación particular nos pueden llamar nuestros familiares, cuando sea necesario. Los demás familiares y amigos tendrán que ir informándose que los amamos en Dios y oramos por ellos, comprendiendo que generalmente, no recibimos llamadas telefónicas, ni las hacemos. Podemos recibir cartas. En cuanto a los mail los reservamos para situaciones de gran necesidad, por lo cual no tenemos una cuenta personal, sino una comunitaria.
Todo esto es necesario para proteger a los monjes de las personas que invaden indiscretamente y sin consideración de la vida monástica, los monasterios. El mismo criterio de la bendición y del tiempo corre para los encuentros entre los monjes.
Hermanos amados, lejos de nosotros querer controlar TODO y a TODOS; pero con el tiempo el hermano después de una cierta experiencia, podrá constatar que no hay mejor protección contra la voluntad propia de hacer su parecer y la invasión de los indiscretos, que contar y buscar siempre la bendición del Padre del Monasterio.