Continuación…
Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de
San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de
Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Diálogo Ascético
Texto
11. Este es el signo del amor de Dios. Y el
diablo no habiéndolo podido persuadir de transgredir el mandamiento de ese amor
a Dios, mediante lo que le prometió, se esforzó, obrando por medio de los
impíos judíos, para que, regresado del desierto, transgrediera el mandamiento
del amor al prójimo.
Por esa razón, mientras enseñaba las sendas de
la vida y mostraba con su ejemplo un modo celestial de vivir, y anunciaba la
resurrección de los muertos y la vida eterna y el reino de los cielos prometido
a los creyentes, y amenazaba a los incrédulos con el castigo eterno, y,
mostrando magníficos signos divinos para confirmar lo dicho, llamaba a las
multitudes a la fe, el demonio movió en su contra a los impíos fariseos y
escribas, que urdían variadas maquinaciones contra él, a fin de que, no
pudiendo soportar las pruebas, como él pensaba, se volviese con odio contra
quienes lo insidiaban. De este modo el malvado alcanzaría su fin, habiéndolo
inducido a transgredir el mandamiento del amor al prójimo.
12. Pero el Señor conociendo los pensamientos
del diablo, porque era Dios, no odió a los fariseos instigados por aquel (¿cómo
podría, siendo por naturaleza bueno?), sino que, mediante el amor hacia ellos,
se vengaba de quien los instigaba. Y a aquellos que siendo instigados contra
él, a aquellos que aunque capaces de resistir, habían soportado por vileza
voluntariamente a quien los instigaba, Él los amonestaba, condenaba y
reprendía, no cesando de obrar el bien. Blasfemado, perseveraba con
magnanimidad; sufriendo, soportaba, mostrando todas las obras del amor hacia
ellos, mientras que con el amor hacia los instigados se vengaba del instigador.
¡Oh, combate paradójico!, muestra amor en vez de odio y arroja con la bondad al
padre de la maldad. Por eso, habiendo sufrido tales males a causa de aquellos,
o para hablar más verdaderamente: por medio de aquellos, luchó humanamente
hasta la muerte por el mandamiento del amor, y reportada una perfecta victoria
sobre el diablo, se ciñó por nosotros la corona de la resurrección. Y así el
nuevo Adán renovó al antiguo. Es esto lo
que dice el divino Apóstol: Tengan en
ustedes los mismo sentimientos que Cristo Jesús[1], etc.
13.
Este era es el fin del Señor: hecho hombre por nosotros, obedeció al Padre
hasta la muerte, guardando el mandato del amor. Y se vengó del diablo,
sufriendo por él por medio de los escribas y fariseos instigados por él. Y así,
dejándose vencer voluntariamente, venció a aquel que esperaba vencer y arrancó
el mundo de su dominio. De este modo, Cristo
fue crucificado por su debilidad[2], y
por medio de esta debilidad mató a la muerte y aniquiló al que tenía el imperio de la muerte[3]. De
la misma manera, Pablo era débil y se gloriaba en sus debilidades para que
reposase en él la fuerza de Cristo[4].
14.
Conociendo el modo de esta victoria, decía escribiendo a los efesios: no es su lucha contra de la carne y la
sangre que tienen que luchar, sino contra los principados y las potencias[5], etc.
A todos los que mantienen la guerra contra los enemigos invisibles, los
exhortaba a revestirse con la coraza de la justicia, el casco de la esperanza,
el escudo de la fe y la espada del espíritu[6], para
que puedan extinguir todos los dardos encendidos del malvado. Y mostrando con el ejemplo la manera de
luchar, decía: Yo corro así, no inciertamente;
es así que yo pego, pero sin pegar en el aire, sino que mortifico mi cuerpo y
lo esclavizo, para que, habiendo proclamado a los otros, no sea yo mismo
reprobado[7].
Y aún hasta esta hora sufrimos el hambre,
la sed, la desnudez, y nosotros mismo somos maltratados[8]. Y también dijo: ...en trabajo y fatiga, vigilias frecuentes, frío y desnudez, y sin hablar
del resto[9].
15.
Luchó en este combate contra los demonios que excitan los placeres carnales,
usando la debilidad de su propia carne para ponerlos en fuga. Pero, para otros
demonios que combaten por fomentar el odio, y a este efecto excitan a los
negligentes, contra los piadosos, para que tentados por aquellos, los odien y
así transgredan el mandamiento del amor, nuevamente, mostrándonos el modo de
vencer, con las obras, dice: Injuriados,
bendecimos; perseguidos, soportamos; calumniados, consolamos. Hemos llegado a
ser, hasta ahora, como la basura del mundo y el desecho de todos[10].
Eran los demonios quienes sugerían que lo
injuriasen, blasfemasen y persiguiesen, para moverlo a odiar a los que lo
injuriaban, blasfemaban o perseguían, teniendo por fin el que transgrediese el
mandamiento del amor. Pero el apóstol, no desconociendo sus pensamientos,
bendecía a los que lo injuriaban, soportaba a los que lo perseguían, y a los
que blasfemaban los exhortaba a apartarse de los demonios que los instigaban y
a reconciliarse con el buen Dios. Y por este tipo de victoria, vencía a los
instigadores, venciendo el mal siempre con el bien[11], a
imitación del Salvador. Así él y los demás apóstoles reconciliaron todo el
mundo con Dios, liberándolo de los demonios, venciendo a través de la derrota a
los que esperaban vencer.
Si
tú también, hermano, alcanzas este fin, podrás amar a los que te odian; de modo
contrario es imposible.
16
El hermano dijo: “En verdad, padre, es así y no de otro modo. Y por esto el
Señor, blasfemado, abofeteado y sufriendo todas las otras cosas que sufrió de
parte de los judíos, soportaba, teniendo piedad de aquellos como ignorantes y
extraviados. Por eso también dijo sobre la cruz: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen[12]. Y
triunfando sobre la cruz, sobre la perfidia y el engaño del diablo y sus
secuaces, luchando hasta la muerte a causa de ellos, como dijiste, por el
mandamiento del amor, nos concedió la victoria contra ellos, y destruyendo el
imperio de la muerte, dio a todo el mundo su resurrección para la vida.
Ora
por mí, padre, para que tenga fuerza para comprender perfectamente el fin del
Señor, y de sus apóstoles y pueda ser sobrio en los tiempos de la tentación, y
no ignorar los designios del diablo y sus demonios.
17.
El anciano respondiendo, dijo: "si meditas siempre lo que hemos dicho,
podrás no ignorarlos. Pero si también
comprendes que como tú eres tentado, también lo es tu hermano; y si perdonas al
que es tentado y te opones al que quiere tentarte, moviéndote a odiar al que es
tentado, no obedeciendo sus maquinaciones.
Este es lo que dice Santiago, el hermano del Señor, en las cartas
católicas: Sométanse a Dios, opóngase al
diablo y él huirá de vosotros[13]. Y
si meditas, como he dicho, continua y vigilantemente lo expresado, podrás
conocer el fin del Señor y sus apóstoles, amar a los hombres y compadecerte de
los que caen, y luchar incesantemente contra los malvados demonios, mediante el
amor.
Pero si, por el contrario, somos negligentes,
perezosos, despreocupados y oscurecemos la razón por lo placeres carnales,
combatiremos, no en contra de los demonios, sino contra nosotros mismos y
contra los hermanos; por estas cosas cuidamos, más bien, de los demonios,
combatiendo por ellos contra los hombres".
18.
El hermano dijo: "Así es, padre, y en verdad los demonios siempre toman de
mi negligencia ocasiones contra mí, pero te ruego padre, que me digas cómo debo
adquirir la sobriedad
El anciano respondió: "El perfecto
abandono de las cosas terrenas y la continua meditación de las divinas
escrituras llevan el alma al temor de Dios, y el temor de Dios lleva a la
sobriedad. Y entonces el alma empieza a ver a los demonios que la combaten
mediante pensamientos y los rechaza. De ellos decía David: Y mi ojo vio a mis enemigos[14]. También Pedro, el príncipe de los apóstoles,
incitando a sus discípulos a esta lucha, decía: estad sobrios y vigilad porque nuestro adversario, el diablo, anda como
león rugiente buscando a quien devorar, resístanle firmes en la fe[15]. Y también el Señor: Velad y orad, para no caer en tentación[16]. El Eclesiastés dice: Si un espíritu del que tiene poder viene sobre ti, no abandones tu
lugar[17].
El lugar del nous es la virtud, la ciencia y el temor de Dios. El admirable
Apóstol, con gran sobriedad y luchando valerosamente, decía: Andando en la carne, no militamos según la
carne; las armas de nuestra militancia no son carnales sino poderosas, por la
fuerza de Dios, para destruir las fortalezas; abatiendo los pensamientos
malvados y toda exaltación que se levanta en contra del conocimiento de Dios,
sujetando todo pensamiento a la obediencia de Cristo y estando prontos a vengar
toda desobediencia[18].
Si
tú imitas a los santos y te consagras esforzadamente a Dios, tendrás la
sobriedad".
19.
El hermano preguntó: "¿Qué cosa he de hacer, padre, para estar consagrado
incesantemente a Dios?"
El anciano respondió: "Es imposible al
nous consagrarse perfectamente a Dios si no adquiere estas tres virtudes: el
amor, la continencia y la oración.
El amor amansa la ira, la continencia a la
concupiscencia, y la oración aparta del nous todos los pensamientos y lo
ofrece, desnudo al Señor. Estas tres virtudes comprenden todas las otras; y sin
ellas, el nous no puede consagrarse a Dios.
20.
El hermano dijo: "Te suplico, padre, que me enseñes cómo el amor amansa la
ira".
El anciano respondió: "Porque es propio
del tener misericordia, hacer el bien al prójimo, ser magnánimo hacia él,
soportar sus ofensas, como hemos dicho muchas veces. El amor, teniendo estas cosas, amansa la ira
de quien la ha adquirido".
El hermano dijo: "no son pequeñas sus
obras, y feliz el que pueda conseguirlo.
Yo en verdad, estoy lejos de él (el amor). Y ahora, te ruego padre, que me digas qué es
ser longánimo".
Continuará…
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
al hno. Pablo Argárate"