Continuación…
Extraídos de "Obras Espirituales de
San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de
Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Centurias
sobre la Caridad
primera centuria
49
No ensucies tu nous tolerando pensamientos de
concupiscencia y de ira, a fin de que, cayendo de la oración pura, no sucumbas
al espíritu de acedia[1].
50
El nous pierde la libre familiaridad[2] con
Dios, cuando se hace compañero de pensamientos malvados e impuros.
51
El insensato, llevado
por las pasiones, cuando es movido por la ira se turba, se apresura en huir
irracionalmente de los hermanos[3].
Cuando luego es encendido por la concupiscencia, cambiando de parecer corre de
nuevo a su encuentro. El sabio, en cambio, hace lo contrario en ambos casos. En
cuanto a la ira, quitadas las causas de la turbación, se libra de la tristeza
hacia los hermanos; en cuanto a la concupiscencia, domina el impulso y el
encuentro irracional.
52
En el tiempo de las
tentaciones no abandones tu monasterio, sino que soporta con coraje las olas de
pensamientos y, sobre todo, aquellos de la tristeza y de la acedia. Puesto así
providencialmente a prueba mediante las aflicciones, tendrás firme la esperanza
en Dios. Pero si te vas, serás hallado reprobado, débil e inconstante.
53
Si no quieres perder la
caridad según Dios, no dejes que el hermano se vaya a descansar entristecido
por ti y tú no te vayas a descansar entristecido por él; sino ve, reconcíliate con tu hermano y,
volviendo, ofrece a Cristo con
conciencia pura y mediante una ferviente oración el don[4] de la
caridad.
54
Si el que posee todos
los dones del Espíritu, no posee la caridad, de nada le aprovecha, según el
divino Apóstol[5],
¡cuánto empeño debemos mostrar para adquirirla!
55
Si la caridad no hace mal al prójimo[6],
quien envidia al hermano y se entristece por su buena fama, y con burlas
contamina su reputación o en cualquier modo le tiende maliciosamente insidias,
¿cómo no se hará extraño a la caridad y reo del juicio eterno?
56
Si la plenitud de la ley es la caridad[7],
quien guarda rencor hacia el hermano, trama contra él engaños e impreca contra
él, y goza de su caída, ¿cómo no será transgresor de la ley y digno del castigo
eterno?
57
Si el que calumnia al hermano y juzga al hermano, calumnia la ley y juzga
la ley[8] -y la
ley de Cristo es la caridad-, ¿cómo el calumniador no cae de la caridad de
Cristo y se hace culpable de castigo eterno?
58
No des tu oído a la
lengua del calumniador ni tu lengua al oído del malediciente, hablando o
escuchando voluntariamente contra el prójimo, a fin de que no caigas de la
caridad divina y seas excluido de la vida eterna.
59
No soportes injurias
contra tu padre ni animes a quien lo ofende, para que el Señor, encolerizado
por tus obras, no te extermine de la tierra de los vivientes.
60
Cierra la boca a quien
calumnia a tus oídos, para que no peques junto a él con un doble pecado,
habituándote a ti mismo a la funesta pasión y no impidiendo a aquel de hablar
contra el prójimo.
61
Yo
os digo,
-afirma el Señor-: Amad a vuestros
enemigos, haced el bien a aquellos que os odian, orad por aquellos que os
tratan mal[9].
¿Por qué mandó esto? Para liberarte del odio, de la tristeza, de la ira y del
rencor, y hacerte digno del grandísimo tesoro de la perfecta caridad; es
imposible que la posea quien no ama por
igual a todos los hombres, a imitación de Dios, que ama por igual a todos los
hombres y quiere que se salven y lleguen
al conocimiento de la verdad[10].
62
Yo
os digo: no hagan frente al malvado; pero si alguien te golpea en le mejilla
derecha, preséntale también la otra, y se alguno quiere disputar contigo y
tomar tu túnica, déjale también el manto, y si alguno te exige andar una milla,
anda dos con él[11]. ¿Por
qué? Para conservarte sin ira y sin tristeza, y corregir a aquel mediante tu
paciencia y conducir a ambos, bueno como es, bajo el yugo de la caridad.
63
De las cosas de las
cuales alguna vez hemos tenido impresión llevamos también las imágenes
pasionales. Quien vence, pues, las imágenes pasionales, desprecia completamente
también las cosas de las cuales nacen las imágenes; porque la lucha contra los
recuerdos es tanto más dura que aquella contra las cosas, como el pecar de
pensamiento es más fácil que el pecar de obra.
64
De las pasiones,
algunas son corporales, otras espirituales. Las corporales toman ocasión del
cuerpo; las espirituales, de las cosas externas. La caridad y el dominio de
sí cortan ambas, una las espirituales;
el otro, las corporales.
65
De las pasiones algunas
pertenecen a la parte irascible, otras a la parte concupiscible del alma. Ambas
se mueven por medio de los sentidos, y se mueven cuando el alma se encuentra
fuera de la caridad y del dominio de sí.
66
Las pasiones de la
parte irascible del alma son más difíciles de combatir que aquellas de la parte
concupiscible; por eso como remedio mayor contra aquellas ha sido dado por el
Señor el mandamiento de la caridad.
67
Todas las otras
pasiones tocan sólo la parte irascible del alma o la concupiscible o la
racional, como el olvido y la ignorancia; la acedia, en cambio, aferrando todas
las potencias del alma, excita casi todas las pasiones juntas y, por eso, es la más grave de todas. Dice bien,
pues, el Señor, que ha dado el remedio contra ella: Con vuestra paciencia, ganaréis vuestras almas[12].
68
No ofendas nunca a
algún hermano, sobre todo sin razón, para que no suceda que, no soportando la
aflicción se vaya[13], y
no escapes tú, entonces, del reproche de la conciencia, la cual te entristece
siempre en el momento de la oración y excluye al nous de la familiaridad divina.
69
No toleres sospechas o
personas que son para ti ocasión de escándalo hacia alguno, porque aquellos que
en cualquier modo se escandalizan de las cosas que acaecen deliberada o casualmente
no conocen el camino de la paz, el cual lleva, por medio de la caridad, al
conocimiento de Dios a aquellos que lo aman.
70
No posee aún la caridad
perfecta el que aún está adherido a los juicios de los hombres, como el que ama
esto y odia aquello por tal o cual motivo, o ahora lo ama, luego lo odia por
los mismos motivos.
Continuará…
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
al hno. Pablo Argárate"
[1]El significado de acedia
es explicado en I, 67.
[2] Traducimos por “libre familiaridad” el significativo término de parrhesía.
[3] Se trata del abandono de la vida monástica, como queda patente en
el próximo capítulo.
[4] Mt
5, 24.
[5] Cf. 1 Co 13, 1-3.
[6] Rm
13, 10.
[7] Rm
13, 10.
[8] Sant 4, 11.
[9] Lc 6, 27- 28 (cf. también Mt 5, 44).
[10] 1 Tm 2, 4.
[11] Mt
5, 39- 41.
[12] Lc
21, 19
[13] Cf. I, 51-52 y n. 18.