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Extraídos de "Obras Espirituales de
San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de
Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Centurias
sobre la Caridad
segunda centuria
51
Cuando veas a tu nous entregado con placer a las cosas materiales y entretenido
voluntariamente con sus ideas, sabe entonces que amas a éstas más que a Dios: Donde está tu tesoro, dice el Señor, allí estará también tu corazón[1].
52
El nous
que está unido a Dios y se entretiene por largo tiempo con Él mediante la
oración y la caridad, se hace sabio, bueno, poderoso, amigo de los hombres[2],
compasivo y magnánimo; y, para decirlo simplemente, lleva en sí casi todos los
atributos divinos. Alejándose de Él y dándose a las cosas materiales, se hace
amante del placer llega a ser bestial, combatiendo por esto a los hombres.
53
Mundo llama la
Escritura a las cosas materiales y mundanos son quienes ocupan al nous en estas cosas, a los cuales dice
en modo aún más severo: No améis al mundo
ni las cosas del mundo; la concupiscencia de la carne y la concupiscencia de
los ojos y la soberbia de la vida no vienen de dios, sino del mundo[3], y el
resto.
54
Monje es aquel que ha separado el nous de las cosas materiales y persevera
unido a Dios mediante el dominio de sí, la caridad, la salmodia y la oración.
55
Criador de ganado es, en sentido
espiritual, el hombre práctico: los ganados significan las acciones morales, y
por esto Jacob decía: Hombres criadores
de ganado son tus siervos[4].
Pastor de ovejas es, en cambio, el hombre contemplativo (gnóstico): las ovejas significan los pensamientos que son
pastoreados por el nous a los montes
de la contemplación, y por eso: Todo
pastor de ovejas es una abominación para los Egipcios[5], es
decir, para las potencias adversarias.
56
El nous
vicioso, cuando el cuerpo es movido mediante los sentidos a sus propias
concupiscencias y placeres, sigue y consiente a las imaginaciones y a los
impulsos de éste; el nous virtuoso,
en cambio, es dueño de sí y frena las imaginaciones y los impulsos pasionales
y, sobre todo, si se empeña como un verdadero filósofo, en hacer mejor sus
movimientos.
57
De las virtudes unas son corporales y
otras espirituales. Corporales son, por ejemplo, el ayuno, el dormir sobre
tierra, el servicio a los otros, el trabajo manual para no ser carga a ninguno
o para distribuir los beneficios, etc.
Espirituales son, por ejemplo, la caridad, la magnanimidad, la
mansedumbre, el dominio de sí, la oración, etc. Si, pues, por cualquier
necesidad o circunstancia corporal, como por enfermedad o algo similar, nos
sucede de no poder realizar las predichas virtudes corporales, obtenemos perdón
de Aquel que conoce también los motivos. Pero si no realizamos aquellas
espirituales no tendremos justificación alguna, pues no están sujetas a
necesidad alguna.
58
El amor a Dios persuade a quien participa
de él a despreciar todo placer pasajero, toda fatiga y tristeza. Y que te
convenzan todos los santos, que con gozo sufrieron tanto por Cristo.
59
Cuídate del amor propio, madre de los
vicios, que es el amor irracional del cuerpo. De él nacen sin duda los primeros
tres pensamientos pasionales fundamentales: el de la gula, el de la avaricia y
el de la vanagloria, que tiene su origen de las exigencias necesarias del
cuerpo; por ellos nace toda la serie de vicios. Es necesario, pues, como se ha
dicho, cuidarse necesariamente de este amor propio y combatirlo con mucha
sobriedad; destruido éste, son destruidos todos los pensamientos que provienen
de él.
60
La pasión del amor propio sugiere al
monje tener compasión del cuerpo e indulgencia respecto a los alimentos más
allá de lo conveniente, para que, bajo el pretexto de un sabio cuidado de sí,
arrastrado poco a poco, caiga en la fosa del amor al placer. Luego inspira al
hombre mundano el tener cuidado de sí por la concupiscencia.
61
Dicen que éste es el grado más alto de
la oración: que el nous durante la
oración se ponga fuera de la carne y del mundo, totalmente inmaterial y sin
forma. Quien mantiene este estado íntegro, éste en verdad, ora incesantemente.
62
Como el cuerpo que muere se separa de
todas las cosas del mundo, así también el nous
muriendo en el grado más alto de oración se separa de todas las ideas del
mundo. Si no muere de tal muerte, no puede encontrarse a sí mismo y vivir en
Dios.
63
Que nadie te engañe, oh monje,
diciéndote que es posible salvarte sirviendo al placer y a la vanagloria.
64
Como el cuerpo peca por medio de las
cosas y tiene las virtudes corporales para corrección, para llegar a ser
temperante; así también el nous peca
por medio de las ideas pasionales y tiene, de modo semejante, para corrección
las virtudes espirituales, para que llegue a ser temperante, viendo las cosas
de manera pura e imperturbable.
65
Como las noches suceden a los días, los
inviernos a los veranos, así tristezas y dolores siguen a la vanagloria y a los
placeres, sea en el presente, sea en el futuro.
66
No es posible que el que ha pecado
escape del juicio futuro sin penas voluntarias o pruebas involuntarias.
67
Dicen que por cinco motivos Dios permite
que seamos combatidos por los demonios: y dicen que el primero es éste, para
que combatidos y combatiendo lleguemos al discernimiento de la virtud y del
vicio; el segundo, para que, conquistada la virtud por la lucha y la fatiga, la
mantengamos firme y constante; el tercero, para que progresando en la virtud no
nos hagamos soberbios, sino que aprendamos a ser humildes; el cuarto, para que,
habiendo experimentado el mal, lo odiemos con un odio total; el quinto, sobre
todos, para que, hechos inmunes a las pasiones, no nos olvidemos de nuestra
debilidad propia ni de la potencia de Quien nos ha auxiliado.
68
Como el nous de quien tiene hambre se imagina el pan y el de quien tiene
sed, el agua; así también el del goloso se imagina variedad de alimentos; y el
de quien ama el placer, formas de mujeres; y el del que tiene vanagloria,
honores de parte de los hombres; y el del avaro, las ganancias; y el del
rencoroso, la venganza de quien lo ha ofendido; y el del envidioso, el mal de
quien el envidia, y así también para las otras pasiones. El nous, agitado por ellas, recibe las
ideas pasionales, en la vigilia del cuerpo y en los sueños.
69
Cuando crece la concupiscencia, el nous se representa en el sueño los
objetos que producen los placeres; cuando crece la ira, ve las cosa que
producen los temores. Son los demonios impuros quienes hacen crecer las
pasiones, tomando como colaboradora a nuestra negligencia y excitándola; los
santos ángeles, en cambio, hacen disminuir, excitándonos al ejercicio de la
virtud.
70
La parte concupiscible del alma,
excitada más frecuentemente, pone en sí una pertinaz actitud de amor al placer;
la parte irascible, continuamente turbada, hace al nous temeroso y débil. Curan a la primera el ejercicio asiduo del
ayuno, de la vigilia y de la oración; a la segunda, el de la benignidad, del
amor a los hombres, de la caridad y de la misericordia.
71
Los demonios combaten o por medio de las
cosas o por medio de los pensamientos pasionales unidos a las cosas: por las
cosas, a aquellos que están entre ellas; por los pensamientos, a aquellos que
están separados de ellas.
72
Tanto es más fácil pecar de pensamiento
que de obra, cuanto es más difícil la lucha con los pensamientos que aquella
con las cosas.
73
Las cosas están fuera del nous, pero sus ideas están dentro. En el
nous está el usar bien o mal de
éstas; el abuso de las cosas sigue al uso erróneo de sus pensamientos.
74
El nous
recibe las ideas pasionales por estos tres medios: la sensación, la condición
del cuerpo, la memoria. Mediante la sensación, cuando las cosas a las cuales
tenemos pasión, se dirigen a ella y mueven al nous a pensamientos pasionales; mediante la condición del cuerpo,
cuando éste, alterado por un modo de vida desarreglado o por acción de los
demonios o por cualquier enfermedad, mueve al nous nuevamente a pensamientos pasionales o contra la Providencia;
mediante la memoria, cuando éste representa las ideas de las cosas por las
cuales hemos sido tomados por las pasiones y mueve, de modo semejante, al nous hacia pensamientos pasionales.
75
De las cosas que Dios nos ha dado en uso,
algunas se encuentran en el alma, otras en el cuerpo, otras en torno al cuerpo.
En el alma, por ejemplo, sus potencias; en el cuerpo, los órganos de los
sentidos y los otros miembros; en torno al cuerpo, alimentos, riquezas, bienes,
etc. El uso bueno o malo de estas cosas o de los accidentes que las modifican
muestra que somos virtuosos o viciosos.
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
al hno. Pablo
Argárate"