Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de
San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de
Patrística.
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Introducción, traducción y notas por Pablo Argárate
Centurias
sobre la Caridad
segunda centuria
1
El que ama sinceramente al Señor ora
también sin distracción, y quien ora sin distracción ama también sinceramente
al Señor. No ora, en cambio, sin distracción quien tiene el nous adherido a cualquier cosa
terrestre; por eso no ama a Dios quien tiene el nous ligado a cualquier cosa terrestre.
2
El nous
que se entretiene en una cosa sensible tiene ciertamente pasión por ella, de
concupiscencia o tristeza, ira o rencor;
y si no desprecia aquella cosa, no puede librarse de aquella pasión.
3
Las pasiones, dominando al nous, lo atan a las cosas materiales y,
separándolo de Dios, hacen que se consagre a ellas. El amor de Dios, en cambio,
cuando domina al nous, lo libra de
los lazos, persuadiéndolo de despreciar no sólo las cosas sensibles, sino
también nuestra misma vida temporal.
4
Es obra de los mandamientos volver puras
las ideas de las cosas; de la lectura y de la contemplación, hacer al nous inmaterial e informe, y de esto viene el orar sin distracción.
5
No basta
la vida activa para la perfecta
liberación del nous respecto a las
pasiones, de modo de que pueda orar sin distracción, si no le suceden también
diversas contemplaciones espirituales[1]. La
primera libra al nous sólo de la
incontinencia y del odio, la otra, en cambio, también del olvido y de la
ignorancia; y así podrá orar como es debido.
6
Dos son los estados más altos de la
oración pura: uno es propio de los hombres activos, el otro de los
contemplativos. Aquel nace en el alma por el temor de Dios y por la buena
esperanza; el otro del ardiente amor divino y de la total purificación. Signos
del primer estado son que el nous
recoja en sí todas las ideas del mundo y, como si le estuviese presente Dios
mismo, como realmente lo está, hacer las oraciones sin distracción ni
turbación. Signos del segundo estado son que el nous sea raptado en el mismo impulso de la oración, por la luz
divina e infinita y no sentir absolutamente nada más, ni de sí mismo ni de
cualquier otro ser, sino sólo de quien obra tal esplendor en él, por medio de
la caridad. Entonces, movido en torno a los principios acerca de Dios, recibe
puras y límpidas las imágenes acerca de Él.
7
Se adhiere plenamente al objeto que se
ama y, para no ser privado de él, se desprecia todo lo que lo obstaculiza. Así
quien ama a Dios se empeña en la oración y aparta de sí toda pasión que la
obstaculiza.
8
Quien expulsa el amor propio[2],
madre de las pasiones, aleja también, fácilmente, las otras con la ayuda de
Dios, como la ira, la tristeza, el rencor y el resto. Pero quien es vencido por
el amor propio, es golpeado también por las otras, aún si no lo quiere. El amor
propio es la pasión por el cuerpo.
9
A causa de estos cinco motivos los
hombres se aman entre sí, sea laudablemente sea reprochablemente. O por Dios,
como el virtuoso que ama a todos y quien, aún no siendo virtuoso, ama al
virtuoso; o por naturaleza, como los padres aman a los hijos y viceversa; o por
vanagloria, como quien es honrado ama a quien lo honra; o por avaricia, como
quien ama al rico por interés; o por amor al placer, como quien cuida del
vientre y de los placeres sexuales. El primer motivo es laudable, el segundo,
indiferente; los otros, pasionales.
10
Si a algunos odias, a otros, en cambio,
no los amas ni los odias, a otros los amas, pero con medida, a otros, en
cambio, los amas intensamente; conoce de tal desigualdad que estás lejos de la
caridad perfecta que manda amar a todo hombre por igual.
11
Apártate
del mal y haz el bien[3]. Es
decir, combate a los enemigos, para atenuar las pasiones, y luego sé sobrio,
para que no aumenten. Y de nuevo: combate, para adquirir la virtud, y luego sé
sobrio para custodiarla. Y en esto consistiría el trabajar y el custodiar[4].
12
Los que con permiso de Dios nos tientan,
o calientan la parte concupiscible del alma o turban la irascible u oscurecen
la racional o llenan el cuerpo con dolores o arrebatan las cosas corporales.
13
Los demonios o nos tientan por sí mismos
o arman contra nosotros a aquellos que no temen al Señor. Por sí mismos cuando
nos apartamos de los hombres, como al Señor en el desierto; por medio de los
hombres, cuando vivimos con ellos, como al Señor por medio de los fariseos.
Pero nosotros, mirando a nuestro modelo, rechazamos a ambos.
14
Cuando el nous comienza a progresar en el amor a Dios, entonces también el
demonio de la blasfemia comienza a tentarlo y le insinúa tales pensamientos,
que ningún hombre, sólo el padre de ellos, el diablo, puede interpretar. Hace
esto, envidiando al amigo de Dios, para que, llegado a la desesperación por
haber tenido tales pensamientos, no ose elevarse más a Él con la oración
habitual. Nada aprovecha para su objetivo el que es execrable, sino que nos
hace aún más firmes. Combatidos y combatiendo, somos hallados más probados y
más sinceros en el amor de Dios: Entra su
espada en su corazón y sus arcos se quiebran[5].
15
El nous
aplicándose a las cosas visibles piensa según naturaleza las cosas mediante la
sensación, y no es malo ni el nous ni
el pensar según naturaleza ni las cosas ni la sensación. Éstas son obra de
Dios. ¿Qué es, entonces, el mal? Evidentemente la pasión del pensamiento según
naturaleza, que puede aún no encontrarse en el uso de los pensamientos, si el nous vigila.
16
La pasión es un movimiento del alma
contra naturaleza o hacia un amor irracional o hacia un odio insensato o hacia
cualquiera o a causa de cualquier cosa sensible. Por ejemplo, hacia un amor
irracional o de alimentos o de mujer o de riqueza o de gloria pasajera o de
cualquier otro objeto sensible o a causa de estas cosas; hacia el odio
insensato, por ejemplo de una de las cosas predichas, como se ha afirmado, o
contra cualquiera a causa de estas.
17
A su vez, el vicio es el uso errado de
las ideas, al cual sigue el abuso de las cosas. Así, por ejemplo, para la mujer
el recto uso de la unión conyugal es el fin de la procreación de los hijos. El
que mira al placer yerra en torno al uso, teniendo por bien lo que no lo es;
ese tal abusa uniéndose con la mujer. Y así también respecto a las otras cosas
e ideas.
18
Cuando los demonios expulsan al nous de la castidad, lo rodean con pensamientos
de fornicación, entonces di con lágrimas al Señor: Después de haberme expulsado , ahora me rodean. ¡Oh gozo mío, líbrame
de aquellos que me rodean[6],
y serás salvado.
19
Terrible es el demonio de la fornicación
y violentamente cae sobre aquellos que luchan contra la pasión, y especialmente
en el descuido de la conducta y en los encuentros con las mujeres. Escondido en
la dulzura del placer asalta al nous,
luego ataca mediante el recuerdo a quien se ha recogido en soledad, inflamando
el cuerpo, presentando al nous formas
variadas, lo atrae a consentir el pecado. Si quieres que éstas no se
entretengan en ti, toma el ayuno, el trabajo, la vigilia y el bello
recogimiento[7]
junto con la oración continua.
20
Los que buscan siempre nuestra alma, la
buscan mediante los pensamientos pasionales, para moverla al pecado de
pensamiento o de obra. Cuando encuentran, pues, al nous que no los acoge, entonces serán avergonzados y rechazados;
cuando lo encuentran dedicado a la contemplación espiritual, entonces serán
rechazados y avergonzados un breve tiempo.
21
Muestra carácter de
diácono quien unge el nous para los
sagrados combates y expulsa de él los pensamientos pasionales; carácter de
presbítero, quien lo ilumina en el conocimiento de los seres y disipa el falso
conocimiento; carácter de obispo, quien lo perfecciona con el óleo sagrado del
conocimiento de la adorable y santa Trinidad.
22
Los demonios se debilitan cuando por
medio de los mandamientos las pasiones disminuyen en nosotros; perecen, cuando son dispersados
definitivamente por medio de la imperturbabilidad del alma, no encontrando ya
más eso por lo cual estaban en ella y la combatían. Y esto sería el sentido de:
Se debilitarán y perecerán lejos de tu
rostro[8].
23
De los hombres algunos se abstienen de
las pasiones por temor humano; otros, por vanagloria; otros, por dominio de sí;
otros son liberados de las pasiones por medio de los juicios divinos.
24
Todas las palabras del Señor comprenden
estas cuatro cosas: los mandamientos, la doctrina, las amenazas, las promesas.
Y por estas cosas soportamos toda pena, es decir: ayunos, vigilias, dormir
sobre tierra, fatigas y angustias en el servicio de los otros, afrentas,
deshonra, torturas, muerte y cosas semejantes: por las palabras de tus labios, dice el salmo, mantuve duros caminos[9].
25
Recompensa al dominio de sí es la
imperturbabilidad; de la fe, el conocimiento; y la imperturbabilidad engendra
el discernimiento; el conocimiento, el amor a Dios.
Equipo de redacción: “En el Desierto”,
agradece el aporte
al hno. Pablo
Argárate"