martes, 1 de mayo de 2012


Continuación…
San Máximo:
Interpretación del Padre Nuestro

Ascenso a la Divinización
Por eso, también nosotros, -para retroceder un poco y reasumir sucintamente la fuerza de lo que hemos dicho-  si queremos ser librados del Maligno y no entrar en tentación, creamos a Dios y perdonemos las ofensas a quienes nos ofenden. Pues dijo: “Si no perdonáis a los hombres sus pecados, tampoco vuestro Padre celeste os perdonará[1]; para que no recibamos sólo el perdón de las culpas sino que también venzamos la ley del pecado, no permitiendo Dios que la experimentemos, y aplastemos a la maligna serpiente -que ha engendrado esta ley- de la cual pedimos ser librados. Porque Cristo, que ha vencido el mundo[2], nos guiará en el combate, y nos armará con las leyes de los mandamientos y, conforme a estas leyes, con la remoción de las pasiones; y unirá, mediante el amor, a la naturaleza humana consigo misma. Y, siendo Él pan de vida[3], de sabiduría, de conocimiento y de justicia, moverá nuestro apetito insaciablemente hacia Él y, por la realización de la voluntad del Padre, nos hará semejantes a los ángeles en su adoración[4], manifestando por nuestra conducta, y mediante una buena imitación, la beatitud celeste.
Y de allí nos guiará luego al supremo ascenso a las realidades divinas, al Padre de las luces[5], haciéndonos partícipes de la divina naturaleza[6], por la participación por gracia del Espíritu Santo, por la cual recibiremos el título de hijos de Dios, portando íntegramente al autor todo de esta misma gracia e Hijo del Padre por naturaleza, sin circunscribirlo ni mancharlo; de quien, por quien y en quien tenemos y tendremos el ser, el movimiento y la vida[7].


Conclusión: Exhortación a vivir el Misterio presentado por la Oración
Que el fin de nuestra oración sea la contemplación de este misterio de la divinización, para que conozcamos lo  que ha realizado de nosotros  la kénosis en la carne del Hijo unigénito, y de dónde y dónde ha hecho subir, por la potencia de su mano que ama al hombre, a aquellos que  habían alcanzado el punto más bajo de todo el universo[8], allá donde nos había precipitado el peso del pecado. Amaremos más así a Quien sabiamente ha preparado esta salvación para nosotros. Mostremos mediante nuestras acciones el cumplimiento de la oración y, proclamando, manifestemos que Dios es verdaderamente Padre por gracia. Mostremos claramente, por el contrario, que no tenemos por padre de nuestra vida al maligno quien, mediante las pasiones deshonrosas, se dedica a imponer siempre tiránicamente su dominio a la naturaleza. Que no nos suceda cambiar la muerte por la vida, porque también cada uno de los adversarios (Cristo y el Diablo) distribuye naturalmente a los que le están unidos: uno dispensa la vida eterna a aquellos que lo aman; el otro, por la sugerencia de las tentaciones voluntarias, la muerte a quienes se aproximan a él.

Porque, según la Escritura, doble es el modo de las tentaciones: uno por el placer, el  otro por el dolor; uno libre y el otro no. Aquel engendra el pecado y la enseñanza del Señor nos prescribe orar para no caer en él, cuando dice: “Y no nos dejes caer en tentación[9] y “Velad y orad para no caer en tentación[10]. El otro protege del pecado, castigando la disposición que ama el pecado con suplementos involuntarios de penas. Si alguien las soporta, y sobre todo si no está adherido por los clavos del mal, escuchará al gran apóstol Santiago quien proclama explícitamente: “Considerad un gran gozo, hermanos mío, el estar rodeados por toda clase de pruebas, porque la prueba de nuestra fe produce la paciencia, la paciencia virtud probada y la virtud probada debe ir acompañada por una obra perfecta[11]. El Maligno usa pérfidamente ambas tentaciones, la voluntaria y la involuntaria. Sembrando la tentación voluntaria, excita al alma con los placeres del cuerpo para apartar su deseo, con estas maquinaciones, del amor divino; y, con el engaño, busca obtener la tentación involuntaria porque quiere destruir la naturaleza con dolor, para forzar al alma, abatida por la debilidad de los sufrimientos, a volver sus pensamientos a la calumnia contra el Creador.

Por el contrario, conociendo bien los pensamientos del Maligno, oremos para apartar la tentación voluntaria, para que no apartemos el deseo de la caridad divina. Con la ayuda de Dios, soportemos con entereza la tentación que sobreviene involuntariamente, a fin de manifestar que preferimos en vez de la naturaleza al Creador de la naturaleza. Y que todos los que invocamos el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo[12], seamos rescatados de los placeres presentes del Maligno y liberados de los dolores futuros por la participación en la sustancia verdadera de los bienes futuros[13], la cual contemplaremos en el mismo Cristo nuestro Señor, quien solo es glorificado con el Padre y el Espíritu Santo por toda la creación. Amén.
Equipo de redacción: "En el Desierto"

Notas:
[1] Mt  6, 15.
[2] Cf. Jn  16, 33.
[3] Jn 6, 35. 48.
[4]homolatras
[5] St  1, 17.
[6] 2 P 1, 4. Este pasaje bíblico es usado casi siempre por los Padres en relación al misterio de la divinización.
[7] Cf. Rm  1, 26.
[8] Aparece el principio denominado tantum-quantum. El hombre asciende por la divinización, en la medida en que Cristo descendió por su encarnación kenótica.
[9] Mt  7, 13.
[10] Mt  26, 41.
[11] St  1, 2-4, unido a Rm  5, 4.
[12] 1 Co  1, 2.
[13] Hb  11, 1.