LA ORACIÓN HESICASTA
Transcribimos el siguiente texto de la Oración Hesicasta de
la obra italiana: La Preghiera. E.
ANCILLI.
TOMÁS SPIDLÍK. La preghiera esicastica, I. Citá Nuova,
Editrice. Roma 1990.
Traducción al Castellano: F. Panella
II.
La Oración de Jesús[1]
Más frecuentemente se dice la “oración de Jesús”, traducido
literalmente del ruso molitva Jisusova,
que a su vez viene del griego euché Iesoú
(donde el nombre Iesoú es un genitivo objetivo). Ella se resume
tradicionalmente en esta fórmula: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad
de mí” (pecador _agregan los rusos).
Esta oración ha sido llamada “el corazón de la Ortodoxia”[2],
“una práctica que por más que se remonte a la antigüedad más remota, permanece
todavía muy viva en el Oriente cristiano”[3].
Los monjes bizantinos y
los rusos unen la oración de Jesús con el uso de un Rosario (komvologion, komvoskoinon, lestovka,
vervitsa ciotki); éste sirve para contar las invocaciones y las
postraciones que le acompañan[4].
La oración tuvo una gran
difusión en el siglo XIV, los autores, en especial aquellos que son registrados
en la Filocalia[5],
exaltan su excelencia con apasionadas palabras. A menudo se recoge la enseñanza
de abba Filemón: “Invoca al Señor con ímpetu: Señor Jesucristo, Hijo de Dios,
ten piedad de mí pecador o pecadora. Haz esto sin cesar, en la Iglesia, en la
casa, durante el camino, durante el trabajo y mientras comes, sobre el lecho;
en breve, en el momento en que se abren tus ojos hasta cuando los cierras…”[6].
Cuando se está tentado
de explicar la razón por la que esta fórmula es preferida a otras, se pone el
acento o su importancia en el nombre de Jesús o sobre la práctica penitencial
muy en boga en los ambientes monásticos orientales que cultivan el penthos, el “gozoso arrepentimiento”[7].
Los autores recientes
insisten bastante sobre la fuerza especial del nombre de Jesús contra todos los
demonios y como “icono” y comunicación con el mismo Salvador[8].
Nos parece, sin embargo, que no se pueden separar dos elementos: la adoración y
la compunción, la visión del abismo entre lo divino y lo humano y al mismo
tiempo lo que lo supera, la misericordia del Dios-Hombre.
1. El retorno a la vida de
cada día
Los hesicastas, por su
vocación específica, no intentaban volver a la vida común. Sin embargo, la
oración de Jesús, de por sí hace posible este retorno al mundo. No es pura
casualidad que su propagador sea un “peregrino ruso”. La vida de estos stranniki significa, por una parte, una
separación continua de todos y de todo[9];
por otra parte, sin embargo, ella implica una continua novedad y contactos del
todo inesperados. Mas, todas las impresiones nuevas vienen advertidas y
aceptadas con una disposición interior fija, producto de la jaculatoria que se
repite siempre y que acompaña todo encuentro.
El Peregrino ruso le
atribuye una fuerza transformadora, casi sacramental: “Cuando uno me insulta, no
pienso otro beneficio que la oración de Jesús; inmediatamente la ira o la pena
se desvanecen y olvido todo. Mi espíritu se ha vuelto simple, verdaderamente.
No me apeno de nada, nada me preocupa, nada de cuanto es exterior me detiene…[10]”
¿No es esto la finalidad de lo que se considera “contemplación natural”,
elogiada por los Padres griegos? ¡Ver las cosas del mundo, mas no quedarse en ello,
ver a Dios en cada cosa!
Mas el Peregrino ruso
aplica el mismo método también al propio cuerpo, cuando las necesidades se
hacen sentir: “Cuando un frío violento me golpea, recito la oración con mayor
atención y, rápidamente me siento caliente y confortado. Si el hambre se hace
muy insistente, invoco frecuentemente el nombre de Jesucristo y no recuerdo más
el haber tenido hambre. Si me siento mal y la espalda o las piernas me duelen,
me concentro en la oración y no siento más dolor”[11].
Con estas citas comenzamos
a aproximarnos al elemento “corporal” o “físico” o “psicofísico”, que unen la
oración con los sentimientos del cuerpo.
2. El texto clásico de
Nicéforo
La exposición del método
físico se encuentra en el opúsculo del monje atónita Nicéforo[12] Sobre la sobriedad y la custodia del
corazón. El fragmento famoso dice: Siéntate en una celda tranquila, en
algún rincón remoto y haz lo que te he dicho yo: cierra la puerta, eleva el
espíritu más allá de todo objeto vano y temporal. Luego apoya la barba sobre el
pecho, vuelve la mirada de los ojos corporales con toda tu mente al vientre o
bien sobre el ombligo, detén el respiro del aire que pasa por la nariz, para no
expirarlo fácilmente y busca mentalmente dentro de tus vísceras, para encontrar
allí el lugar del corazón, donde reside la facultad del alma. Al principio
encontrarás tinieblas y espesuras impenetrables. Pero si perseveras, si haces
este ejercicio de día y de noche entonces encontrarás, ¡oh milagro!, una
felicidad sin fin. Cuando el espíritu encuentra el lugar del corazón, verá
rápido cosas que no había conocido antes, verá el aire que existe en el mismo
corazón, se verá a sí mismo todo luminoso, pleno de discernimiento. Desde aquel
tiempo, cualquier pensamiento (malvado) se presentará, antes que se desarrolle y tome forma, puesto en fuga por la
invocación del nombre de Jesús, que lo ahuyenta y lo destruye. Desde aquel
momento el espíritu, lleno de aversión a los demonios, se inflamará con aquella
ira que es según la naturaleza, es decir, para combatir a los enemigos de la
vida espiritual. El resto lo harás con la ayuda de Dios, cuando te ejercitares
en la custodia de la mente, reteniendo a Jesús en el corazón, porque está
dicho: “Siéntate en tu celda y ésta te enseñará todo”[13].
El texto de Nicéforo fue
puesto en la famosa Filocalia[14]
y así se difundió en el oriente
bizantino-eslavo. El occidente conocía, en los tiempos recientes, la Filocalia por medio del libro ya citado
de gran suceso en las distintas traducciones: Recuerdos de un peregrino ruso[15] y
ahora también por medio de las traducciones de la Filocalia misma.
Equipo de redacción: “En el Desierto”
Notas:
[1] P. ADNÈS, Jésus (prière à), DS 8, coll. 1126-1150;
T. SPIDLÍK, Gesú nella pieta dei
cristiani oriental, in Gesú Cristo. Mistero
e presenza, a cura di E. ANCILLI, Roma 1971, pp. 397-401.
[2] N. CRAINIC, Das Jesusgebet, in
“Zeitschrift für Kirchengeschichte” 60 (1941), pp. 341-353.
[3] UN MOINE DE L’EGLISE
D’ORIENT, Le prière de Jésus. Sa genèse et son
développement dans la tradition religieuse byzantino-slave, Chevetogne 1963, p. 7.
[4] Ibid., pp. 68s.
[5] I. HAUSHERR, Noms du Christ, cit.,
pp. 276s.
[6] TEOFAE IL RECLUSO, Lettere sulla
vita spirituale (in ruso), Mosca 1892, p. 63.
[7] Cf. I. HAUSHERR, Penthos. La
doctrine de la compunction dans lÒrient chrétien, in “Orientalia Christiana
Analecta”, 132, Roma 1944.
[8] Cf. P. ADNÈS, art. cit., coll.
1145s.
[9] Cf. GUILLAUMONT, Le dépaysement
comme forme d’ascèse dans le monachisme ancient, in “Ann. De l’Étude pratique
des hautes etudes” 76 (1968-69), pp. 31-58; ristamp. in Aux origins du monachisme chrétien, coll. “Spiritualité orientale”,
30, Bellefontaine 1979, pp. 89-116.
[10] Racconti, cit., pp. 28s.
[11] Ibid.
[12] Un minaco di origine
calabrese all’inizio del secolo XIV.
[13] Ed. I. HAUSHERR, La méthode d’oraison hésychaste, in “Orientalia
Christiana”, IX, 2 pp. 164-165.
[14] Un`antología di testi
dei Padri e dgli autori esicasti, curata da Nicodemo Agiorita (1809); un
piccolo riassunto in italiano a cura di G. VANNUCCI, Filocalia, Firenze 1963; trad. Completa di B. ARTIOLI e F. LOVATO,
4 voll. Torino 1982-1988.
[15] Oltre la citata altre
trad. Italiane. Di C. CARRETTO, Assisi 1970; MARTINELLI, Milano 1973.