LA ORACIÓN HESICASTA
Transcribimos el siguiente texto de la Oración Hesicasta de
la obra italiana: La Preghiera. E.
ANCILLI. TOMÁS SPIDLÍK. La preghiera
esicastica, I. Citá Nuova, Editrice. Roma 1990.
Traducción al Castellano: F. Panella
III. SIMBOLISMO DE LOS
ELEMENTOS
¡Siéntate en un rincón, en una posición humilde! El cuerpo, de modo
consciente o no, toma parte de los movimientos del alma, de los pensamientos,
de los deseos, de los sentimientos, de las decisiones. Sin embargo, existe una
diferencia entre el movimiento del
cuerpo y la posición del cuerpo. El
movimiento es un símbolo de un acto
que transcurre. La posición es, al contrario, un estado que perdura. El cuerpo obligado a quedarse en una posición,
acomoda, no se sabe cómo, los nervios, los músculos, la circulación, a este estado.
El ideal
de la oración oriental, y en especial, de la hesicasta, no es un acto de
oración sino un estado (katastasis)
duradero[1],
una posición estable, un grito de todo ser humano: “¡Ten piedad de mí,
pecador!”
1. La celda cerrada, la luz
escasa
“Permanece en tu celda,
ella te enseñará todo”[2].
¡Cuántas veces leímos este apotegma de los escritos monásticos! No es este el
lugar para señalar todos los elogios a la soledad que se encuentran en la
literatura espiritual[3].
Sería, sin embargo, erróneo creer que la soledad espiritual nace de la falta de
contacto con los otros hombres. Más importante es la “soledad del corazón”, la
cual ayuda a eliminar las “charlas con los pensamientos”[4].
Imposible, sin embargo, dice Evagrio, detener el flujo de los pensamientos en
presencia de las formas que se presentan a nuestro espíritu e impiden la
“oración pura”, la visión de la luz sin forma[5].
El cuarto escasamente iluminado es el ambiente que pierde la forma y los
colores. Invita a acercarse a Dios más allá de toda imaginación o concepto.
2.
La respiración
El término respirar y
vivir están lingüísticamente emparentados en varias lenguas. Los hesicastas
rusos podían ser sensibles de modo particular a este simbolismo sugerido por la
verdad de la misma palabra eslava: istina,
tanto para existir, como para respirar[6].
Unir el nombre de Jesús a la respiración, significa advertir cómo la realidad
de Cristo penetra y da vida a todo lo que existe. La regularidad de la
respiración coordinada con el pensamiento (cf. el “tercer modo de orar” de san
Ignacio de Loyola[7])
es un ejercicio natural para quien no desea otra cosa que gustar la palabra de
la oración en el ritmo de la propia vida, de su camino sobre la tierra. La
respiración que conserva su ritmo calmo en medio de todos los encuentros de la
vida, es símbolo de la hesychia
verdadera, de la paz con Dios en medio de las tribulaciones. Pero quien respira
regularmente siente la necesidad de disminuir el ritmo y también de pararlo. La
vida espiritual se desarrolla sobre la tierra y al mismo tiempo es vida eterna.
Dios es dueño del tiempo y, el hombre en unión con Él, busca detener lo que
transcurre. Los yoghis dicen que el disminuir la respiración, disminuye el
ritmo biológico de la vida y del envejecimiento[8].
El cristiano puede en estas circunstancias vivir la experiencia de lo que P.
Evdokimov llama el “tiempo escatológico” que, debe dominar sobre el tiempo
“cronológico” y “biológico”[9].
El curso de la vida no está más calculado según el reloj, sino según la
proximidad de Cristo.
La respiración tiene
tres fases: aspirar, retener y expirar. Quien aspira vive su dependencia en la
vida de este mundo. Unir esta fase con la oración de Jesús significa sentir la
dependencia de Él, que es la Vida del mundo en el sentido espiritual. Expirar
es un consuelo de quien se siente en plena posesión de la misma vida, de
poderla dar.
Equipo de redacción: “En
el Desierto”
Notas:
[1] I. HAUSHERR, Noms du Christ, cit.,
pp. 137s.
[2] ID., Hésychasme et
priére, pp. 194s.
[3] Ibid., pp. 117s.
[4] Ibid., pp. 214s.
[5] Cf. la nota 18.
[6] P. FLORENSKIJ, Stolp i utverzdenie istiny (La colonna e il
sostegno della verità), Mosca 1914, p. 19.
[7] I. HAUSHERR, Les exercices Spirituels de saint Ignace
et la méthode d’oraison hésychaste,
in “Orientalia Christiana Periodica”, 20 (1954), pp. 7-26; Hésychasme et prière, pp. 134-153.
[8] M. ÉLIADE, Images et Symboles, París
1952, pp. 112s.
[9] P. EVDOKIMOV, La teologia della bellezza, Roma 1971,
pp. 151s.